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Pablo Revuelta, del fútbol al cine tras quedarse en silla de ruedas: “La interpretación me rescató de la amargura”

Pablo Revuelta actuando en el teatro.

Blanca Sáinz

29 de mayo de 2022 21:21 h

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A Pablo Revuelta (Tanos, 1994) le queman las ganas de vivir y eso se percibe desde el primer minuto de conversación. Desde la sensibilidad y la madurez que desprende a sus 27 años, llama la atención la naturalidad con la que habla de su “condición”, como él prefiere definirlo: “Tengo ataxia, que es un problema neurológico, y en teoría es una enfermedad pero no me gusta considerarme enfermo, así que digo que tengo una condición”, apunta sonriendo.

Sin embargo, esta forma de afrontar el diagnóstico se produjo de manera un poco forzada al enterarse con 10 años de que padecía este trastorno. Una maestra de Educación Física fue la encargada de dar la voz de alarma a sus padres tras detectar que Pablo podría tener un problema de coordinación y, efectivamente, el doctor Berciano, neurólogo del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander, confirmó que padecía ataxia.

“Tuve una vida normal hasta los 13 años, después empecé a tener dificultades para caminar y a los 15 ya comencé a utilizar la silla de ruedas”, cuenta. Hasta entonces, sus ritmos y costumbres eran los de cualquier chico de su edad: ir al instituto, andar en bici y jugar al fútbol, su pasión hasta que ya no podía correr. “Me quedé en silla de ruedas justo cuando empezábamos a salir y todo era estar de fiesta, estar con los amigos y ligar... Además, me había quedado sin hobby y no sabía por dónde tirar”, cuenta mientras echa la vista atrás.

Pero la casualidad hizo que una de sus profesoras le propusiese empezar a dar clases de teatro, otra pasión que también tenía pero que había mantenido más oculta que su afición por el balón: “Desde niño siempre me había encantado jugar a meterme en la piel de los personajes de las series y películas, y ya cuando cumplí unos años seguía haciéndolo jugando con mis primos pequeños. Pero cuando empecé las clases de interpretación fue increíble, sentí que no había vivido algo así nunca”, explica con el brillo en los ojos.

Y esto, reconoce, se lo debe a Ana Luisa Pérez de la Osa, su profesora y mentora a lo largo de estos años. “Siempre ha estado conmigo, me ha dado ánimos y me ha incentivado a seguir”, cuenta agradecido antes de añadir que está viviendo un sueño que hubiese sido “imposible” de conseguir sin ayuda de esta profesional: “Al final, la interpretación me salvó de la amargura. No quería centrarme en pensar en las cosas que podía hacer de antes y ahora ya no. Fue una vía de escape”, reconoce.

No obstante, este taniego “de pura cepa” confiesa que empezó a pensar que quizá tenía posibilidades de convertirse en actor al comenzar a estudiar en la Escuela de Cine y TV de Carmen Gutiérrez y Javier Cifrián, en Santander. “Ahí venían directores de casting buenísimos y me lo empecé a creer cuando veía que al hacer escenas se emocionaban. Antes, cuando terminaba una obra y la gente se acercaba a darme la enhorabuena pensaba que me lo decían porque estaba en silla de ruedas y tenía el coraje suficiente como para subirme al escenario”, admite.

Lo que no sabía Pablo cuando comenzó a hacer cursos intensivos en la Escuela de Cine y TV es que su “sueño” llegaría unos meses más tarde con la película '13 exorcismos', de Jacobo Martínez, que aún se está rodando en Galicia. En ella, el cántabro comparte cartel con actores de la talla de José Sacristán, Ruth Díaz, Urko Olazabal o Cristina Castaño, algo que califica “como la oportunidad más grande”. “La gente de mi entorno está flipando. Sabían que hacía teatro, me iban a ver, pero no creo que nadie aparte de mi madre, mi padre y mi hermano creyesen que podía llegar a vivir algo así”, indica.

Sobre si las sesiones de rodaje le resultan pesadas, el actor responde tajante con que aguanta “sin ningún tipo de problema”, y destaca que sus compañeros le tratan “de todo”, menos de enfermo, algo que valora profundamente. “Hay personas que te infantilizan, personas que te hacen la pelota... Y a mí me gusta que me traten normal. La verdad es que soy un tío feliz”, señala.

En cambio, el haber vivido situaciones complicadas para su edad le han hecho desarrollar una gran memoria emocional, algo que le sirve enormemente en las escenas más delicadas: “Porque para las de comedia ya me acuerdo de historias con mis amigos, que son unos personajes”, apunta divertido.

Además, y puestos a sacar ese optimismo que le acompaña, Pablo también reconoce que cuando tuvo que dejar de practicar deporte empezó a invertir ese tiempo en ver películas, lo que le hace tener una revelación durante la entrevista: “La verdad es que ya no jugaría al fútbol porque las películas te enseñan tanto y te ayudan a tener la mente tan abierta... Y no quiero que suene dramático, pero he tenido que estar en casa más tiempo del que me hubiera gustado y ahí han sido las películas las que me han salvado”, reflexiona.

Mientras el tiempo de la conversación se va terminando, las alabanzas y la admiración hacia su familia se van haciendo más y más palpables. Su madre, que espera en el interior de la cafetería en la que se ha producido la entrevista, y su padre, que acaba de aparecer por allí para ver cómo ha ido todo, son dos piezas indispensables en la vida de este joven que ha elegido que sus capacidades “diferentes” no se conviertan en lo que le definen. Algo que tampoco se habría podido producir sin el apoyo de su hermano Álvaro, otra figura de apoyo que aparece recurrentemente en las anécdotas de Pablo.

Terminando ya la tarde y antes de que el sol empiece a ponerse en este pueblo de Torrelavega, el taniego recuerda el documental de Val Kilmer, una superestrella de Hollywood que padeció cáncer de garganta y ahora se comunica a través de un aparato. “Él dice que le da miedo que su condición de vida sea horrorosa y se quiera morir, pero no, al final tiene una situación y vive con ella. No se fija en los demás. Ama la vida. Y eso me define a mí también”, concluye con una sonrisa.

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