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Santander en el año 2100: clima mediterráneo, tres grados más de media, un 20% menos de lluvia y un nivel marino que subirá medio metro

Recientes inundaciones en el barrio Santiago el Mayor de Santander.

Javier Fernández Rubio

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Dentro de unas décadas, quien se desplazaba regularmente fuera de Cantabria buscando la bonanza de un clima mediterráneo podría ahorrarse el viaje: el clima mediterráneo ya se habrá establecido en la comunidad. Una buena noticia si se piensa en términos de altas temperaturas y días soleados, pero una noticia catastrófica en términos de calidad de vida y sostenibilidad. El precio a pagar por tener una temperatura media de tres grados más alta y un 20% menos de lluvias serán olas de calor, lluvias torrenciales, inundaciones, problemas serios de abastecimiento de agua y un mayor consumo de gas y electricidad, lo que tendrá graves consecuencias para el medio ambiente, las redes de saneamiento, el transporte, la economía y la salud.

Es el cambio climático. Al menos así lo prevén Francisco García Sánchez y William D. Solecki, quienes firman el informe 'Integración del Cambio Climático en las determinaciones del planeamiento urbanístico municipal', informe que se encuentra recogido entre las aportaciones de expertos al nuevo Plan General de Ordenación Urbana de Santander.

Francisco García Sánchez es doctor arquitecto y profesor asociado de la Universidad de Cantabria y William D. Solecki es doctor en Geografía y profesor catedrático de la City University of New York en Estados Unidos y miembro del Grupo de Trabajo II del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas.

Ambos especialistas han hecho unas recomendaciones para aprovechar la oportunidad que abre el planeamiento urbano para introducir medidas en Santander encaminadas, por un lado, a contribuir a reducir los efectos del cambio climático y, por otro, a prevenir los efectos que el cambio climático permiten apreciar ya.

Santander se expandió, sobre todo en el siglo XIX, ocupando marismas y superficie de su bahía. A medida que se acerque el final de siglo, el agua reclamará lo que es suyo y ocupará, o intentará hacerlo, el Paseo de Pereda, Castelar y El Sardinero, así como parte del puerto comercial y barrios como el de Nueva Montaña construidos sobre marismas.

Este será uno de los efectos más evidentes de la elevación del nivel del mar y de un mayor contraste de temperaturas, que harán proliferar acontecimientos climáticos extremos, tanto de calor y sequedad como de frío y precipitaciones. No habrá que esperar a 2100 para empezar a sentir los resultados de estos cambios drásticos. Otros estudios ya alertan de similares impactos dentro de 30 años.

Las previsiones establecen varios escenarios dependiendo de cómo evolucione la emisión de gases de efecto invernadero, principales responsables del cambio climático, y de la fuente que la estudie. En el informe elaborado para el Ayuntamiento de Santander se barajan dos escenarios sobre el horizonte de 2100: uno con impacto medio y otro con alto impacto. Las fuentes son tres: el Instituto de Hidráulica de la Universidad de Cantabria, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y el próximo, y aún no aprobado, Plan Regional de Ordenación Territorial (PROT) del Gobierno de Cantabria. Barajando estas fuentes y escenarios, García y Solecki reclaman cambios profundos en la ciudad al constatar una elevación sustancial de la temperatura media y un descenso no menos sustancial de las precipitaciones.

Según se indica en el estudio: “Los escenarios de cambio climático de la región establecen proyecciones con una clara variación del actual clima atlántico hacia un clima de transición mediterráneo-oceánico en la zona litoral. En lo relativo a las temperaturas se estiman incrementos medios para final de siglo de tres grados centígrados. Con relación a las precipitaciones se prevén descensos entorno al 20% que varían estacionalmente con importantes modificaciones en la intensidad de las mismas”.

En la tabla se aprecia la estimación de temperatura en 2100 sobre escenarios que prevén un incremento medio y alto de los gases de efecto invernadero. En el escenario AR4, que actualiza periódicamente el IH de la Universidad de Cantabria, se prevé una elevación de la temperatura media de tres grados y mínima de dos grados. Para las otras dos fuentes (Aemet y PROT) se prevé una elevación más moderada en el menos malo de los escenarios, pero que puede alcanzar los cinco grados de incremento de la temperatura máxima y hasta tres o cuatro grados de la mínima en el peor de los escenarios.

Una de las consecuencias de la elevación de la temperatura es el de mayor consumo energético por la utilización de refrigeradores, lo que genera un bucle de efecto invernadero por el que se emitirían más emisiones de gases que lo provocan. Como dice el informe: “Se puede concluir que hay una certidumbre media y alta sobre los posibles impactos que pueden producirse sobre el medio físico y natural y, consecuentemente, sobre el medio socioeconómico. El aumento de las temperaturas máximas y mínimas asociado a una mayor duración de las olas de calor puede dar lugar a impactos en la salud de la población y la aparición de sectores urbanos propensos a convertirse en islas de calor tanto, por aumento de las temperaturas superficiales del espacio público como por la pérdida de confort en los espacios interiores de las edificaciones. Esta componente incentiva una mayor demanda energética por consumo de refrigeración y genera mayores emisiones de gases de efecto invernadero”.

Otro componente climático que experimentará una evolución intensa es el régimen de lluvias. Hará más calor y lloverá menos, un 20% concretamente, lo que tendrá repercusión en el abastecimiento de agua y en la vegetación, así como en la aparición de precipitaciones torrenciales e inundaciones. También hay prevista una elevación del nivel medio del mar, lo que pone en el centro de la diana climática al conjunto patrimonial Paseo de Pereda-Castelar, El Sardinero, los muelles portuarios y el barrio de Nueva Montaña.

“La reducción progresiva de las precipitaciones, en consonancia con el aumento de las temperaturas, se asocia a un cambio en el paisaje urbano, con un mayor estrés de la vegetación, lo que deriva en un aumento de la demanda hídrica y los problemas asociados a este tipo de situaciones”. A su vez, “se añade el hecho contrastado de que las precipitaciones podrán ser más espaciadas en el tiempo y de que estas se produzcan con descargas extremas de lluvias torrenciales. La derivada de este fenómeno es el incremento de la escorrentía superficial, situación que puede generar inundaciones o encharcamientos en diversas zonas urbanizadas del municipio”, se explica en el dictamen.

El cuadro de estimaciones prevé, en el peor escenario, que dentro de seis décadas lloverá 10 días menos al año, habrá ocho días más con olas de calor y el nivel medio del mar se elevará con un máximo de entre 41 y 56 centímetros.

“El aumento del nivel medio del mar supone un riesgo sustancial para la operatividad del área portuaria, en especial el sector declarado Bien de Interés Cultural del Paseo de Pereda-Castelar. Los posibles procesos de retroceso de la costa e inundación por fenómenos meteorológicos extremos asociados a pleamares de alto coeficiente, como los que se han sucedido en la playa de El Sardinero –del Parque de Mesones hasta la Avenida Manuel García Lago–, supondrán también un impacto recurrente que la ciudad deberá afrontar de forma pormenorizada”, avisan los expertos.

Efectos y recomendaciones

El cambio climático afectará sobre todo al ciclo del agua y en general a la salud. Por ello se recomiendan actuaciones previsoras en el suministro y red de distribución y saneamiento, así como en aspectos relacionados con la salud.

En materia de urbanismo se recomienda restringir la ocupación de áreas sujetas a los impactos del cambio climático, en especial los sectores afectados por el aumento del nivel del mar y las posibles inundaciones por encharcamiento, al tiempo que se hace una apuesta por aumentar los espacios verdes y un tipo de construcción bioclimática, un uso de energía sostenible y la aplicación de mecanismos de ahorro.

Santander ya tiene problemas todos los veranos para garantizarse el suministro de agua que se está paliando con autorizaciones del Estado para trasvases del pantano del Ebro (que pertenece a otra cuenca hidrográfica pese a su proximidad). Se considera que los problemas para la distribución de agua irán a más afectando a las fuentes de suministro, la infraestructura de transporte, el sistema de tratamiento y la posterior distribución. Todo el ciclo es vulnerable. La red quedará expuesta a fenómenos adversos y al incremento del nivel del mar, que extenderá la salinidad a las zonas más próximas al litoral y puede ocasionar el deterioro de la red.

“En las regiones costeras, como Santander, la infraestructura de suministro está sujeta a los impactos derivados del aumento del nivel del mar, los fenómenos de marejadas ciclónicas, o por modificaciones en el estado del terreno con posibles hundimientos o movimientos diferenciales que pueden llevar al colapso y rotura de la red. Así mismo, en el caso de captaciones próximas al litoral, se deberá contemplar los fenómenos de intrusión de agua salada y pérdidas de calidad de los acuíferos”.

Las condiciones climáticas extremas afectarán a la salud de la población y entrañará riesgo de muerte ante ciertos fenómenos extremos. La propia afectación a las redes de saneamiento y evacuación puede fomentar la expansión de enfermedades infecciosas. Las enfermedades respiratorias pueden hacer acto de aparición por la contaminación del aire, el incremento de las olas de calor y la variación de las condiciones de humedad. Para paliarlo, se recomienda ampliar el 'verde urbano' (plantación de árboles, desarrollo de parques y pequeños espacios urbanos) y favorecer la permeabilidad de los suelos que evite las inundaciones.

La edificación debería cambiar también, a la búsqueda de materiales de más calidad y climáticamente resistentes. También se recomienda el empleo de vegetación en cubiertas y fachadas que aporten mejoras ambientales, tanto urbanas como para la propia edificación.

Otras recomendaciones son la creación de un Comité de Seguimiento del Cambio Climático a escala municipal con la participación de los administradores públicos y de personal científico-técnico.

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