Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Mantenga el botón fuera del alcance de los niños
El año pasado, o más exactamente en 2015, un oficial del mando de lanzamiento de misiles nucleares, que servía en la Minot Air Force Base, ubicada en Dakota del Norte (EE UU), fue condenado a 25 años de cárcel por una serie de delitos como los que suceden: dirigir una banda callejera ultraviolenta, narcotráfico, asalto sexual a una menor de edad y consumo de psilocybin, un potente alucinógeno.
No quisiera relativizar sus crímenes, pero de todos los delitos por los que se le condenó el más alucinante, ya que hablamos de alucinógenos, es el consumo habitual de psilocybin. Y lo es porque el condenado tenía bajo su custodia las claves de lanzamiento de misiles balísticos intercontinentales. Como si se tratara de un personaje de Hunter S. Thompson, recién sacado de las páginas de 'Miedo y Asco en Las Vegas', u otro de '¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú', el oficial custodio de la vida de millones de seres humanos jugueteaba con el botón nuclear en una mano, mientras le daba a los alucinógenos con la otra.
No crean que es un caso aislado. The New York Times reportó recientemente que un general de dos estrellas, de visita en Moscú, revivió las noches de 'Ninotchka', como si estuviera en pleno set de rodaje con Lubitsch, Kubrick o Billy Wilder, emborrachándose en un restaurante mexicano de la capital moscovita, pretendiendo subir al escenario para cantar junto a una banda 'cover' de los Beatles, propasándose con las jovencitas y agrediendo a oficiales rusos. La curda debió ser de campeonato y el general, que quería ver las estrellas, acabó perdiendo las dos de sus charreteras. Por cierto, este hombre estaba a cargo de Minuteman III. Si no saben lo que es, miren aquí y contengan la respiración.
Esto último ocurrió en 2013, pero para que vean cómo es el percal que controla la caja de Pandora ahí va otro ejemplo: en 2015, un centenar de militares de la Malmstrom Air Base, sita en Montana, fue 'retirado' por darle con fruición a las chucherías del tipo MDMA-éxtasis, cocaína y anfetaminas varias.
Si a mí me dieran el botón nuclear, seguramente lo perdería. Pero si no ocurriera así, me entrarían tal sarta de escalofríos a todas horas que a buen seguro que acabaría tocando la balalaika en un antro de la periferia de Santander. Pero yo soy yo, y esta gente que antecede, es un suponer, es gente seria, son profesionales preparados para aguantar presiones de este calibre balístico.
Todo esto es reiterativo. El ser humano tiene un talento especial para poner a los más majaderos a la cabeza. Si Calígula nombró senador a su caballo, por ahí anda un monarca asiático que hizo de su caniche un ministro.
Hitler acabó siendo un yonki de campeonato, lo que unido a su megalomanía, su racismo y su ira atrabiliaria le lleva uno a pensar hasta qué punto una ofensiva, un Holocausto o una Guerra Mundial depende del pie con que se levante el dictador de turno o de un mal viaje con la jeringuilla.
Los líderes mundiales deberían someterse a controles de alcoholemia y drogas nada más salir de la ducha.
Mejor no saber. Tenía un amigo que trabajaba en el obrador de una pastelería y que me quitó de la cabeza hacerle una visita: no volvería a comer un pastel.
Tal vez exagerase, pero por si acaso he dejado de echarle vistazos al NYT. Mejor no saber. Y si una noche viera numerosos rastros centelleantes en el cielo, no creeré que sean las lágrimas de San Lorenzo o que, en un golpe de retroceso cósmico, la expansión del universo frene y todo retorne al Big Bang original. Lo más seguro es que sea el amigo Trump que se haya hartado de darle con el zapato al botón nuclear. En el fondo, visto cómo se las gastan sus subordinados, y cómo vota la ciudadanía, que Trump gobierne el imperio es lo más lógico.
Esta es la gente a la que hemos puesto al volante. Niños con juguetes caros y peligrosos. Borrachos con un lanzallamas en una gasolinera. Bienvenidos al nuevo orden mundial.
Y el último, que apague la luz.
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