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Paz y pan, y libertad

"De camino a casa quiero ser libre, no valiente", señala este cartel de una manifestación feminista.

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Voy a contaros la historia de un 8 de marzo, hace hoy más de cien años. No es la historia del ocho de marzo. La primera celebración del Día de las Mujeres tiene su propio cuento, a principios del siglo XX, y está protagonizado por las mujeres socialistas de Chicago, por Clara Zetkin, por Rosa Luxemburgo, por Alexandra Kollontai. Como todos los inicios, es accidentado. Hoy vamos a contar otra historia, un poco posterior. Ya es 1914. Zetkin y las mujeres socialistas alemanas han marcado la fecha del Día de la Mujer para el 8 de marzo. Qué más daba la fecha: lo importante era celebrarlo.

Nuestras protagonistas son otras: las mujeres soviéticas, que, bajo la opresión de la familia real de turno, no se pudieron unir al día internacional. Ya veis, estaban en la cárcel. Es un buen motivo para no celebrar nada. Pasan un par de años. En plena Guerra Mundial, en 1917, en Rusia, las tejedoras y modistas en Petrogrado se pusieron en huelga. Sin ponerse de acuerdo con nadie, de forma espontánea. Era un ambiente cargado: esa manifestación fue la chispa inicial de la primera fase de una revolución. Ellas pedían paz y pan.

Esto pasó hace mucho tiempo, claro. Algunas se recuerdan; otras, no. Está bien. Bastante difíciles son algunos días de curro hasta llegar al sofá, las que tenemos la suerte de tener uno, como para andarse con demasiados remilgos. Estas semanas yo he estado pensando mucho en esas mujeres. En cuánto se nos parecen y en cómo lo que queremos es lo mismo. Paz y pan. En cómo, para cualquier revolución (las rimbombantes, las modestas o las que salen en el BOE), muchas han puesto el cuerpo, de una u otra forma. He pensado en cuánto cuesta ir despegándose de todas las opresiones. Paz y pan, y libertad. Siempre estamos hablando de libertad. 

La libertad, que no es tener privilegios: la libertad es lo contrario a los privilegios. Los privilegios son de pocas, la libertad es de todas. Todas estamos intentando, día a día, conseguir un poquito más de libertad. En todas partes

La libertad, que no es tener privilegios: la libertad es lo contrario a los privilegios. Los privilegios son de pocas, la libertad es de todas. Todas estamos intentando, día a día, conseguir un poquito más de libertad. En todas partes. Desde el genocidio en Palestina hasta el jefe sobón, desde el “se acabó” del mundo del fútbol hasta tu colega, que es la que se queda con la niña en casa porque “a ellas se les da mejor”. Hay un hilo que nos une a todas; es la necesidad de libertad. No poder cuidarnos (o que solo nosotras cuidemos) quita libertad. La libertad se hace pequeña cuando algunas personas pueden ir de noche por unas calles y otras no. No existe cuando unas currantas tienen que pedir paz y pan, solas. 

Me acuerdo de esas mujeres soviéticas en un mundo complicado abriendo camino. Seguro que se os ocurren más ejemplos, conocidos o desconocidos, de heroínas de la libertad. Feliz 8 de marzo para todas. Hay mucho que celebrar y mucho futuro que ganar.

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