Una piscina que rebosa

La vivienda es el tema estrella en cualquier conversación sobre actualidad en nuestro país. Da igual que sea en una comida en casa de tus padres o en una cena entre amigos, mientras tomas unas cañas en una terraza con tu pareja o en el café de media mañana con tus compañeros de trabajo. Los problemas para encontrar un piso en el que vivir a largo plazo, para pagar el alquiler o la hipoteca, para acceder a una primera vivienda y poder independizarte, para mantenerte en tu barrio o en tu pueblo de toda la vida. Este drama atraviesa de arriba abajo a varias generaciones, que ven cómo resulta casi imposible diseñar un proyecto de vida digno con un mínimo horizonte de seguridad y estabilidad.

Tampoco en la Redacción de elDiario.es nos abstraemos de este debate, lógicamente. Por las diferentes situaciones personales que tenemos cada uno de nosotros y porque es uno de los asuntos a los que más tiempo y recursos dedicamos a escribir en el periódico. Genera siempre conversaciones acaloradas, a pesar de los puntos de vista coincidentes, y despierta un deseo irrefrenable de presentar una enmienda a la totalidad de las medidas que se anuncian como salvadoras cuando no van siquiera a la raíz del problema.

Y es que esta semana se ha aprobado el proyecto de Ley de Vivienda de Cantabria, un documento que ya conocíamos parcialmente por las pinceladas que había ido filtrando el Ejecutivo de María José Sáenz de Buruaga (PP), y que, por tanto, depara muy pocas sorpresas. Una metáfora que tuvo mucho éxito en nuestra oficina la soltó, medio en broma, medio en serio, mi compañero Rubén Alonso, que fue el encargado de cubrir la rueda de prensa en la que se presentó la futura norma: “Es como si intentaran vaciar una piscina olímpica con un vaso de chupito”, nos dijo tras escuchar en directo a la presidenta y al consejero.

Tengo que reconocer que nos sacó una sonrisa. Luego, con un poco más de calma, acordamos todos los presentes que esa sería sin duda una tarea hercúlea, pero asequible. Llevaría mucho tiempo, desde luego, pero es materialmente posible alcanzar el propósito con mucho esfuerzo. Sin embargo, lo que propone el PP —y para lo que busca los votos del PRC o Vox— nos lleva justo en la dirección contraria: es como si a esa piscina olímpica a punto de desbordarse le metemos una manguera a máxima presión para acabar de inundarlo todo.

Porque ya sabíamos que la reforma de la Ley del Suelo que se aprobó para permitir la construcción en suelo rústico está añadiendo más presión urbanística a los pueblos con infinidad de proyectos de viviendas turísticas y segundas residencias, o que el decreto que supuestamente iba a regular los pisos turísticos en los municipios de Cantabria es tan laxo e interpretable que difícilmente va a servir siquiera como parche ante los miles de alquileres ilegales que están operando en negro en la comunidad autónoma. 

Ahora, cuando esta norma supere el trámite parlamentario, que lo hará, podremos comprobar sin riesgo a equivocarnos que esas supuestas oficinas “antiokupación” que ya pusieron en marcha otros territorios con resultados ridículos —cuando no, directamente inexistentes— no sirven para nada; que atribuir presuntas competencias a la Policía Local para “sacar a okupas” de las casas es un absoluto brindis al sol sin una orden judicial previa —como hasta ahora, vamos— y que poner en manos de la iniciativa privada las promociones de viviendas de protección oficial no es la magnífica idea que le parece a las mentes pensantes de nuestro Gobierno, porque será el primer paso para convertir en caseros de miles de cántabros y cántabras a los fondos buitres que tan pocas contemplaciones han tenido, por ejemplo, en el 'paraíso de la libertad' de la lideresa Isabel Díaz Ayuso.

Podemos concluir por tanto que tampoco será esta la legislatura en la que se afronte de forma seria y responsable el drama de la vivienda y cada día que pase estaremos más lejos de garantizar un derecho constitucional que necesita una legislación ambiciosa y rupturista. Mientras tanto, eso sí, podremos seguir escuchando al consejero responsable de esta norma hablar como un tertuliano más de un canal cutre de ultraderecha de la fábula de la viejecita que se va de vacaciones y a la que le quitan la casa con una patada en la puerta los malvados 'okupas' con un Mercedes aparcado en la calle. Lo ha visto él con sus propios ojos y que nadie ose a desmentirle con datos.