Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Deberían ponerle a Manuel Valls el nombre de una jugada de ajedrez. La apertura Valls. El sorprendente movimiento del ex ministro francés ofreciendo una investidura incondicional a Colau para evitar la alcaldía de los independentistas podría afectar a todas las partidas simultáneas que están en juego –no sólo la de Barcelona– porque pone en jaque los posibles pactos de Ciudadanos con Vox. El liberalismo europeo le manda a Rivera el mismo mensaje que Pedro Sánchez fue a pedirle a Macron al Eliseo: “Con la ultraderecha, no”.
De primeras, el líder naranja se ha desmarcado de la propuesta porque le deja a los pies de los caballos, pero el francés le ha dejado una salida: moverse al centro del tablero. La alianza de la plaza de Colón ya se ha demostrado que no le permite superar a los populares –de los que se ha vuelto indistinguible–, luego su baza está en el acercamiento a los socialistas. Tiene al PP a tiro en dos movimientos. Dejar que Casado pierda Madrid para darle jaque mate y distanciarse de Vox para ganarle la centralidad a los de Génova.
Rivera tendría que sacrificar las torres del ayuntamiento y la comunidad madrileñas para dejárselas a Carmena y Gabilondo y aceptar que Colau gobierne en Barcelona con el apoyo en la investidura de Valls. Errejón, en la línea del francés, ya le ha tendido la mano a C's. A cambio, los naranjas debilitarían al PP, venderían que le ha cortado el paso a los independentistas y a la ultraderecha como quiere Europa y podrían convertirse en una pieza del gobierno de la nación y de las autonomías donde los socialistas le necesitan.
Es un enroque que satisface a las élites y que la debilidad de Unidas Podemos facilita. Sánchez ya ha abierto la puerta a los acuerdos a derecha e izquierda. “Con Rivera, no” puede convertirse en “Con Rivera, a veces”. Abascal se lo ha puesto en bandeja al amenazarle con darle el gobierno a la izquierda madrileña si C's no se sienta con ellos en la mesa. A Don Pelayo le pierde la testosterona. Rivera siempre le puede echar las culpas de romper la partida.
La apertura Valls también obliga a Barcelona en Comú a mover pieza. Si no aceptan la oferta, les queda un gobierno con indepes no sólo de izquierda sino de derecha, porque el PSC ha vetado a Esquerra. Si aceptan el incómodo apoyo del ministro que aplicó políticas xenófobas en Francia y que viene de la mano de Rivera y el poder, los procesistas les llamarán butiflers, como por otra parte ya hacen. Pero ningún voto les viene de ahí. Colau ha perdido su mayor feudo, Nou Barris, a manos de los socialistas por rozarse con el soberanismo. Eso debería darle una pista.
La partida aún puede dar muchas vueltas, pero la apertura Valls le ha dado un vuelco inesperado que podría coronar a Carmena y Colau como reinas, aunque para eso tienen que enrocarse aún muchas cosas.
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