Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Madrid vivió este domingo la manifestación más multitudinaria en años. Cientos de miles de personas colapsamos el centro de la capital para defender la Sanidad Pública que Ayuso está demoliendo siguiendo el plan del PP de las últimas dos décadas. Su mentora, Esperanza Aguirre, lo intentó y se encontró con la marea ciudadana más tozuda y tenaz, que acabó torciéndole el brazo: la Marea Blanca paralizó la privatización y provocó el primer desgaste en la imagen de la presidenta. Entonces, Aguirre cometió la misma equivocación que ahora comete Ayuso, negar, denostar y menospreciar las protestas y la indignación que las provoca. Es un error mayúsculo olvidar que la Sanidad Pública es un consenso transversal en nuestra sociedad y que su mal funcionamiento se padece en carne propia. Es otro error mayúsculo confundir el malestar social con una “manipulación política” de la izquierda y a los médicos y sanitarios con radicales antisistema. Se está echando encima incluso a sus votantes.
Nada nuevo bajo la Puerta del Sol. La presidenta madrileña sigue el manual pepero, y también trumpista, en estos casos. El enfrentamiento. Ayuso ha construido su liderazgo, bajo la dirección de Miguel Ángel Rodríguez, haciendo de jefa oficiosa de la oposición a Sánchez. Jaleada por el aparato mediático conservador, convenientemente regado con contratos millonarios de publicidad de la Comunidad de Madrid, se ha convertido en el azote del Gobierno al que llama “socialcomunista”. Se ha dedicado exclusivamente a la guerra ideológica por el relato, mientras la prensa le escribe panegíricos y le tapa las vergüenzas. De su gestión solo tenemos la bajada de impuestos a los más ricos, el contrato de las mascarillas de su hermano y ahora la crisis de la Atención Primaria, la huelga de sus profesionales y la cascada de dimisiones y ceses de los responsables de Sanidad.
Pero dato mata relato. Madrid es la comunidad más rica y la que menos invierte en Sanidad por persona y, por eso mismo, la que más seguros privados vende. Seiscientos sanitarios de refuerzo para la pandemia fueron despedidos en mayo, mientras falta personal en los ambulatorios. Ciento cincuenta millones, el triple de lo presupuestado, costó el Hospital Isabel Zendal hoy casi vacío, construido mientras morían 7291 ancianos en residencias por el protocolo de la presidenta para excluir a los más vulnerables. No faltan médicos, se van por los contratos basura que les ofrecen. De los 338 médicos de familia que habían terminado la especialidad este verano, solo 59 se quedaron. De los 200 profesionales que trabajaban en zonas rurales, 30 han renunciado recientemente. Y la traca final han sido las urgencias sin médicos, como los aeropuertos sin aviones. Prometió reabrir 37 centros de salud y mantener 41 servicios de atención rural, pero 34 tendrán a una enfermera conectada por pantalla a un doctor para atender a los pacientes. Cuando muera alguien por un mal diagnóstico, la responsabilidad no será del médico, será de Ayuso.
Fue la gota que colmó el vaso. Pero no es por esos 34 médicos como dice la presidenta, el vaso ya estaba lleno y cientos de miles de personas lo desbordaron el domingo para defender la Sanidad Pública frente a quienes la quieren vender. El PP madrileño quiso evitar la fotografía de la marea humana impidiendo el paso y confiscando cámaras a los fotógrafos en la entrada del Palacio de Comunicaciones en Cibeles. Por primera vez que recuerde, no hubo helicópteros sobrevolando la manifestación y hasta se desactivaron las cámaras de las calles por las que circulaba la marcha. Libertad, lo llaman. Telemadrid, secuestrada una vez más por la presidencia de la Comunidad, tardó 40 minutos en hablar de la movilización y la tildó de “protesta de sindicatos e izquierda contra Ayuso”. En la misma línea han ido, oh sorpresa, La Razón y ABC. Son el enésimo ejemplo del problema que supone para la democracia el periodismo que no es periodismo, es propaganda.
La presidenta ha respondido como se esperaba: hablando de ETA. Cuando tienen que sacar el comodín del terrorismo es que tienen miedo. Ayuso se ha encontrado con la primera piedra en el zapato. Aquí no puede culpar a Sánchez porque todo el mundo sabe que la Sanidad está transferida. Su lema “libertad o comunismo” se viene abajo cuando ella misma convierte a Madrid en aquello que achaca al comunismo: el caos. Hasta El Mundo le ha dicho en un editorial que “se equivocaría si redujera la concentración a un acto de intimidación política”. Es muy difícil que caiga el ojito derecho de la derecha que tiene a la mayoría de medios, de Ana Rosa a Federico, haciéndole la ola. Pero si hay una oleada que puede ahogarla es la Marea Blanca. No hay cañas suficientes para que todos los madrileños vayan ciegos a las urnas.
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