FESTIVAL POETAS: #CarneCrudaTour en Madrid

En una nueva edición del #CarneCrudaTour, nos hemos llevado la Carnicería al Matadero de Madrid con motivo del festival Poetas. El pasado sábado 28 de mayo abrimos ese festival con un programa especial en directo de auténtico lujo.

Hemos entrevistado a las poetas Talata Rodríguez y Carmen Camacho, y hemos charlado con el actor y director Quico Cadaval y hemos conocido la actualidad literaria con los editores de Belleza Infinita, La Felguera y Delirio.

Como la poesía también se encuentra en la música hemos contado con las actuaciones de Los Gandules y Sophie Hunger.

Escribo de noche con la cabeza reventada de sueño y los ojos hundidos en la almohada. Escribo despacio para no arrancarme las uñas de la pared

ni los surcos de la cara. Escribo sin manos con la sangre rota de las muñecas y el sudor seco de los sobacos. Escribo descalzo para sentir el frío del mundo que me corre por los bajos y escribo como un perro, a cuatro patas, meneando lánguido el rabo contra mi estómago con la monotonía de un péndulo que restalla como el látigo al final de cada verso. En suma, escribo epitafios para hombres que mueren cada cuarto de hora en el eco de mi cuarto.

Escribo mal. Escribo torcido y le retuerzo el cuello a niños y a las quimeras y no me asusta, me alegra que sean decapitadas las promesas y caigan cojas las sillas de los poetas. Maldigo y por eso escribo. Pero no escribo palabras, vomito sonidos, transcribo a un loco que me susurra desde el fondo de la cordura con qué terror y dulzura la vida lo abraza hasta asfixiarlo.

Ausculto un corazón que no palpita y doy cuerda a los relojes atrasados

hasta que las agujas marquen mi hora y mientras tanto, escribo. Escribo para vengarme de esa suerte y espantar de mí ese instante,para importunar a los tibios y a los tenues y desviar el curso indolente de la sangre. Escribo mordiendo el aire. Me muerdo la lengua y trago los desórdenes del verbo, las pesadillas sin dueño, lo que callo y resuena y cada vez suena más alto, tan alto, tan dentro, tanto que no puedo soportarlo.

Por eso escribo. Para no oírme. No escribo para escucharme. Ni escribo para mí, ni para nadie. Escribo porque si no escribo, qué hago.

de 'Abolición de la pena de muerte', de Javier Gallego

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