De la despoblación a la precariedad: claves de las cuatro brechas de género en el medio rural
La demografía, el nivel de formación, la participación en el mercado de trabajo y las condiciones laborales son algunos de los indicadores que permiten medir cuál es la situación en la que se encuentran actualmente las mujeres en el medio rural. Son las variables que se han analizado en el informe 'El coste de oportunidad de la brecha de género en el mundo rural' elaborado por el clúster ClosinGap y Caixabank y que además del coste de oportunidad que supone la desigualdad en estas zonas, se adentra en otras muchas cuestiones más detalladas. Así, no habla de una, sino de cuatro brechas de género con varias causas y consecuencias que determinan el contexto actual.
Este estudio nombra como primera de ellas a la despoblación y la masculinización de la que va acompañada. Explica que la pérdida de peso de la población rural en los últimos años se debe en gran parte al menor crecimiento de la población femenina, y esto se mide en la tasa de masculinización, es decir, el cociente entre el número total de hombres y el número total de mujeres: indica que en los núcleos urbanos, por cada 100 mujeres, el número de hombres durante los últimos 22 años ha oscilado en torno a los 93,8. Mientras tanto, en las poblaciones rurales, la media se ha mantenido en los 101.3 hombres por cada 100 mujeres.
Es más, recalca que analizando en mayor profundidad la evolución de la distribución de la población por sexo según tamaño del municipio (tanto rural como urbano), la masculinización del mundo rural es mayor cuanto menor es el municipio. O lo que es lo mismo, a medida que aumenta el tamaño del municipio, aumenta la presencia de la mujer en dichas poblaciones. “Entre 1998 y 2020, esta tendencia no ha hecho más que pronunciarse”, señala el informe.
¿Cual es la causa? Añade este documento que la masculinización del mundo rural se debe a que las mujeres abandonan los entornos rurales en mayor proporción que los hombres. De este modo, la tasa de permanencia de las mujeres en el medio rural es inferior a la masculina. Según datos del Padrón continuo del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2020, por cada 100 mujeres nacidad en un municipio rural, 32,8 se han marchado a entornos urbanos, mientras que en el caso de los hombres, ese índide es del 27,7.
Precariedad y educación
La segunda brecha de género que señala el informe es la precariedad laboral de la mujer, que se agudiza en el mundo rural, en base a los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) y de Eurostat. Concretamente, España se encuentra a la cola de Europa en tasa de actividad, especialmente en estos municipios, con una brecha de género de casi nueve puntos porcentuales a favor de los hombres. Lo curioso es que datos se producen mientras el mayor nivel educativo se potencia entre los estratos más jovenes de la población, ganando cada vez más peso la formación superior entre las mujeres rurales.
No obstante, en el mundo agrícola, las trabajadores desempeñan en mayor proporción actividades más básicas que los hombres pese a tener un nivel educativo más alto. De hecho, el estudio constata que los hombres tineden a estar más “infracualificados” para los puestos que ocupan.
La cuestión se agrava en el análisis de la precariedad y la temporalidad: casi dos de cada tres mujeres agrícolas tienen un contrato temporal, frente a uno de cada tres hombres. Aunque los contratos temporales son habituales en este sector, lo cierto es que la brecha también es mayor y para ello el informe aporta otro dato: de las 191.400 mujeres agrarias ocupadas, el 52,3% son autónomas y el resto asalariadas; mientras que en el caso de los hombres, de los 764.000 ocupados agrarios, el 39% son autónomos.
Por otro lado, las mujeres en posiciones de toma de decisiones es la tercera brecha que señala el estudio de ClosinGap. Recuerda que en España predominan las explotaciones agrarias familiares que pertenecen a una sola persona física y enlas que las mujeres se encuentran “infrarrepresentadas”. Así, de los 1,6 millones de personas empleadas en explotaciones agrarias, el 65,4% son hombres. Por eso constata que, con carácter general, las mujeres se encuentan alejadas de la toma de decisiones en el mundo rural.
Hay aproximadamente tres hombres que son titulares-jefe de explotaciones por cada mujer en esta misma posición. La brecha se intensifica en el caso de cónyuges y otros familiares jefes de explotación, con una ratio de 7 y 5,2 hombres por cada mujer en dichas posiciones, respectivamente. Estos resultados indican que la mayoría de mujeres titulares no realizan las funciones de gestión de su propia explotación. Otro dato destacable es que las mujeres tienden a drigir explotaciones más pequeñas que los hombres, lo que “dificulta obtener un nivel de renta suficiente para subsistir y realimenta la precarización de la situación económica de la mujer en el mundo rural”.
La cuarta y última brecha de género se refiere a la conciliación y a la doble jornada de la mujer, que se amplía en el entorno rural. El informe concluye que el tiempo dedivcado a actividades relacionadas con el cuidado del hogar y la familia con las únicas actividades diarias de la vida diaria a las que las mujeres rurales dedican en promedia más tiempo que los hombres rurales, ampliándose además esta diferencia con respeto al promedio nacional.
Apunta así que las mujeres rurales dedican dos horas y siete minutos más al día que los hombres a estas actividades y que de eliminarse esta desigualdad, la población femenina en los municipios rurales dispondría de 8,9 millones de horas más al día. Es este punto en el que el informe realiza una cuantificación de lo que supone este coste de oportunidad: un total de 38.500 millones de euros, el equivalente al 3% del PIB de 2019. Es el motivo por el que, en sus conclusiones, este documento sigue considerando la conciliación una asignatura pendiente.
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