'Mi escuela, tu refugio', donde se hace poesía para trabajar en los derechos humanos
Rafael Falcón es profesor del Instituto de Educación Secundaria El Bosco, en Alcázar de San Juan. Gracias a que también ofrecen Bachillerato y Formación Profesional, junto a un grupo de profesores y alumnos se pudo trabajar todo el día en el proyecto ‘Mi escuela, tu refugio’, que recibió el premio Vicente Ferrer de Educación al Desarrollo, un galardón que otorga la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
Ha sido difícil para Falcón resumir en pocas palabras el trabajo de un año, pero “yendo al grano”, se trata de una apuesta por usar la creación poética y artística para ayudar a cambiar la mirada de los alumnos y desarrollar así una visión más sensible hacia el drama de los refugiados. “La médula era esa: hacer poesía para trabajar los derechos humanos y, en concreto, el tema de refugiados, los movimientos migratorios”. El proyecto nace tras la agudización del conflicto sirio: “Recuerdo la fotografía del niño muerto en la playa que causó mucho impacto y levantó tantas sensibilidades”, explica.
El proyecto convirtió el instituto en un centro con vida cultural, con exposiciones, música y poesía, abierto para toda la gente de la localidad. “Los centros educativos suelen ser la contra de lo que deben ser: son muy cerrados, burbujas en los que pasan cosas dentro. Pero logramos crear un instituto poroso, donde la vida de la ciudad entraba a través de asociaciones, como la Plataforma de apoyo al refugiado. Las instituciones nos han ayudado y nosotros hemos podido salir a la ciudad y también pisar la calle”.
‘Mi escuela, tu refugio’ se inició en noviembre, cuando un grupo de profesores decidió tomar cartas en el asunto. “Nos dijimos, nosotros también somos responsables. Queríamos abandonar los discursos que nos excluyen de la responsabilidad. Nosotros tenemos un poder magnífico y tenemos que hacer que la ceguera de Europa se revierta. Queríamos formar alumnos desde el empoderamiento de la responsabilidad”, explica Falcón.
Gracias a un profesor músico decidieron hacer un taller de poesía abierta para los alumnos de la ESO y lograron que el centro “flexibilizase” el horario y permitiese salir de las aulas a los alumnos. “Para ilusionarlos quisimos montar un espectáculo de música y magia y poesía. Ahí encontramos el filón para algo más ordenado”. Tras muchas reuniones consiguieron también un exalumno con dotes para el rap y con el mismo fueron “invadiendo” las salas. “Fue muy potente y muy útil. Nos vieron disfrutar y así hubo 25 alumnos en el taller de manera constante”, explica.
La iniciativa logró salir también de Alcázar y llegó a otros pueblos, como Mota del Cuervo y también tiene programadas actuaciones en Ciudad Real y Madrid. “Nos sentimos muy afortunados. Es un proyecto que tiene su valor concreto en la Educación al Desarrollo y el premio nos hizo sentir orgullosos y avalados para trabajar en esa dirección”, afirmó. Concede que es algo “muy pequeñito”, pero también una muestra de mostrar cómo entienden ellos, como profesores, la educación: “es una manera de trabajar por hacer el mundo mejor”.
Debido al premio, los educadores pudieron ir a Senegal, donde los doce proyectos que recibieron el galardón compartieron una semana para compartir y defender sus trabajos. En un ‘seminario de buenas prácticas’, todos los implicados pudieron visitar proyectos, escuelas donde se acoge a niños sin familias o proyectos empresariales donde tiene dinero la cooperación española. “Nos interesa tratar los derechos humanos desde la creatividad, no de la exigencia de que el alumno reproduzca lo que decimos. Desde esta lógica, el alumno se puede empoderar, se hace responsable de sí mismo y de lo que le rodea, no de la imposición”, concluye Falcón.