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Máximo Florín, ecólogo: “Los bosques tienen nuevas amenazas como la explotación especulativa de la biomasa”

Bosques de Galería en el cauce del Río Dulce, en Guadalajara

Carmen Bachiller

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Desde 1961 el 30,3% de la superficie forestal en España se ha quemado. Algunos ecosistemas incluso varias veces. Y eso ha provocado “graves consecuencias” ecológicas, económicas y sociales: emisiones de gases de efecto invernadero, cambios en los flujos de agua, erosión del suelo, desplazamiento de población, degradación del paisaje o pérdida de biodiversidad.

La gestión forestal “no ha abordado adecuadamente este problema”, entre otras razones porque todavía hoy la extinción de incendios sigue siendo más importante que la prevención. Así lo recoge el artículo ‘Comprender los incendios forestales y diseñar un futuro sostenible mediante soluciones basadas en las relaciones entre los bosques y la sociedad’ , publicado en la revista científica Springer, que firman los ecólogos Fernando Prieto y Máximo Florín.

“Se considera al fuego como un evento impredecible, incluso si se repite año tras año con regularidad”, advierte el estudio. El análisis de la dinámica de los incendios durante décadas pone de manifiesto que tratar de extinguirlos y prepararse para la siguiente temporada (y para la siguiente catástrofe) no es la solución. “Hay que revisar las estrategias de gestión forestal actualmente en vigor”.

Los científicos vienen alertando de que el pronóstico para un futuro cercano es “perturbador” por el mayor riesgo de incendios, fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes y falta de manejo forestal y explotación tradicional (ganado, recolección de leña…).

“El futuro pasa por soluciones basadas en la relación bosque-sociedad”

Fernando Prieto, doctor en Ecología y miembro del Observatorio de la Sostenibilidad, lleva trabajando en esta cuestión desde los años 90 del siglo XX y por primera vez su investigación se publica, tras ser revisada por pares, en Springer, en colaboración con Máximo Florín, profesor de Tecnologías del Medio Ambiente de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM).

Ambos creen que el equilibrio en bosques y montes se ha roto en tan solo tres generaciones. “Un problema importante al abordar los problemas de los incendios forestales es el descuido obstinado de los sistemas sociales y económicos y su dinámica” y los investigadores rechazan la “leyenda urbana” de que los incendios son “cuestión de pirómanos”.

El futuro de la gestión forestal debe pasar por “soluciones basadas en las relaciones entre los bosques y la sociedad” y eso , dice Máximo Florín, supone no solo “comprender” los incendios forestales sino por desterrar prácticas que sustituyen los usos tradicionales que “son los que han mantenido en buen estado nuestros sistemas forestales”.

Por un lado, ambos investigadores alertan de la necesidad realizar una planificación preventiva de los incendios forestales -porque la restauración lleva décadas y supone una gran inversión económica- incluyendo la creación de nuevos puestos de trabajo en las zonas rurales. Por otro, advierten de los riesgos de sustituir por completo las relaciones (tradicionales) entre sociedad y bosque.

“No somos nostálgicos. No se trata de volver atrás, pero sí podemos aprender mucho de la diversidad de la economía local de otras épocas. Creemos que es posible. Muchas personas vuelven a las zonas rurales o a las zonas de montaña y generan valores añadidos”.

En este aspecto destaca, por ejemplo, que “la protección de los valores hídricos depende en buena medida de cómo estén conservadas las zonas de cabecera de los ríos o las de recarga de los acuíferos”. Eso, y también la biodiversidad, el microclima o incluso la protección contra la desertificación, dice Máximo Florín, “lo facilitaban los mosaicos forestales” que tienden a desaparecer.

Despoblación rural y abandono de usos tradicionales

El artículo abunda en algunos datos. La recolección de leña, resina y otros productos forestales, como cortezas, nueces, piñones o fibra de esparto han ido cayendo paulatinamente desde mediados del siglo XX  “mostrando la subutilización de productos forestales”.

Los investigadores ponen también el foco en el despoblamiento rural. Eso provocó el “abandono de procesos tradicionales de aclarado de los bosques que, a su vez, permitirían rejuvenecerlos y protegerlos”. Se apostó por “las mal llamadas repoblaciones forestales o plantaciones de especies de crecimiento rápido para aprovechamiento maderero y papel”. Y después “por considerar la biomasa como energía renovable”. Eso, asegura Florín, “está cambiando el modelo de explotación que todavía subsistía en algunos lugares, para alimentar las enormes necesidades de materia prima”.

Pone como ejemplo la central térmica de Andorra, en la provincia de Teruel. “Antes funcionaba con carbón nacional y se cerró. Ahora quieren reflotarla mediante biomasa que sacarán de los montes de gestión tradicional”.

Frente a esta solución Máximo Florín recuerda que“ en España no tenemos una enorme densidad arbórea sino mosaicos en los que vivía gente que interaccionaba de forma sostenible” y que ahora se ven amenazados por las nuevas prácticas. Aboga por que los gestores y políticos hagan “caso a la Ciencia” en cuestiones de gestión forestal porque, dice, “se sigue sin entender al bosque” y eso está provocando que a los viejos problemas se estén sumando “nuevas amenazas como el modelo de explotación especulativo de la biomasa”.

También sostienen que España aplicó una estrategia selvícola “incorrecta” entre los años 60 y 80 con la plantación de monocultivos masivos de unos pocos taxones, en particular coníferas y eucalipto azul. A eso se suma, explican, “que la Ley de Suelo permitió desarrollar infraestructuras y áreas urbanas en bosques, eventualmente fragmentándolos y dañándolos”.

Después recuerdan que la transición política hacia la democracia y el autogobierno regional trajo consigo la implantación de nuevas reservas naturales. Suponían hasta el 40% del total de los bosques de España, pero su planificación y monitoreo estuvieron ausentes en “esta fiebre de conservación”, así como las asignaciones para su mantenimiento, y tampoco dispusieron de estrategias para el uso del suelo. “Peor aún, su declaración prohibía actividades tradicionales, como la recolección de leña, el pastoreo, etc” y eso, lamentan “podría haber contribuido a su custodia mejorando la percepción social de las nuevas áreas protegidas”.

Para Prieto y Florín un buen ejemplo fue la quema de casi una quinta parte de la superficie de la Reserva de la Biosfera de Doñana en 2017 y la consecuencia de “no detectar y prevenir incendios” además de planificar la gestión en los ecosistemas forestales más interesantes de España.

14 propuestas para un “futuro forestal sostenible”

Los investigadores realizan hasta 14 propuestas para lo que califican de “futuro forestal sostenible”. Proponen “una nueva política” con medidas concretas que permitan no solo desarrollar y conservar los ecosistemas, sino fijar población y empleo vinculado a la industria forestal.

¿Cómo hacerlo? Creen necesario frenar el abandono rural paulatino de los últimos 50 años mediante “la revitalización del entorno aprovechando la agricultura, la ganadería y los propios bosques”. Reclaman “recuperar la función de la ganadería tradicional” (con supervisión) para conservar y limpiar bosques. Es decir, potenciar por ejemplo el papel de las llamadas ‘ovejas bomberas’. En Castilla-La Mancha, por ejemplo, se establecieron ayudas para este fin a partir de 2017, con vigencia para tres años. En la actualidad se trabaja en definir otras nuevas. Sin fecha.

“Una gestión activa durante todo el año permitirá ahorrar en la extinción”, señalan los investigadores, junto a las quemas controladas, la transformación de los bosques más cerrados en zonas de alta montaña y la creación de pastos y mosaicos forestales “que han demostrado ser medidas preventivas eficaces frente a los incendios”.

Y es que, recuerdan la formación de las masas forestales puede llevar décadas y hasta siglos, pero un incendio o una tala se lo lleva todo por delante en minutos. “Debemos actuar y preservar lo que es tan frágil y, sin embargo, tan esencial para todos”, sostienen, y cambiar el rumbo.

Florín critica que se haya apostado más por la extinción que por la prevención. “Solo hay que fijarse en lo primero que cayó en la anterior crisis económica. Se gastaron ingentes cantidades en retenes para apagar incendios, a los que además se llegaba tarde, mientras se recortaba en los servicios de prevención y conservación”. Los autores del artículo también sugieren “renovar” la estrategia forestal en la lucha contra la despoblación rural y promover el valor de los hábitats forestales como activos compartidos frente a lo privado.

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