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El viernes 30 de octubre se proyectó en el Teatro Victoria de Talavera de la Reina el documental Hispanoamérica, canto de vida y esperanza, de José Luis López Linares (2024). Estrenado en 80 salas de México el 17 de octubre de 2024 y en España el 12 de abril de 2025 en el Museo del Ejército, en Toledo. El filme fue rodado en Ecuador, España, EEUU, Perú y México. Fue en este último país donde el director había realizado su primer documental Asaltar los cielos (1996), relativo al asesinato de Trotsky por Ramón Mercader.
Como ya anticipa su título, la banda sonora y la fotografía del documental que nos ocupa evocan el barroco de Hispanoamérica, para reclamar una relectura de la historia de “la mejor civilización del mundo”. A través del testimonio de profesores, artistas e integrantes de pueblos originarios, López Linares convocó con entusiasmo a “reconocernos como lo que somos: una gran familia… De casi 600 millones de habitantes en este planeta, que compartimos mucho: la riqueza de nuestro idioma, el segundo idioma en internet. Tenemos el Quijote, el mejor libro del mundo. Sor Juana Inés de la Cruz…”, cuando presentó su documental en TVMéxico el 11 de octubre de 2024.
En el filme se pondera el mestizaje: “Aquí ya, todo el mundo se mezcló con todo el mundo” afirma Adelaida Sagarra Gamazo, no solo entre el pueblo llano, sino también entre las élites españolas e indígenas. Se valora también la creación de universidades o de hospitales por el Tata Vasco (1470-1565), junto al protagonismo de la mujer: desde la Malinche (que ayudó a Cortés y a otros pueblos a vencer a los Aztecas) hasta la Virgen de Guadalupe, que aún hoy se honra como protectora y vínculo intercultural. Se presenta al Ensamble de Mojos en la selva de Bolivia que recupera e interpreta las partituras de la época de las misiones jesuítica en el Alto Orinoco; presentación de los jesuitas que parece inspirarse en la excelente película de Roland Joffé La Misión (1986).
“Ruedo películas sin guion”, confiesa López Linares; aunque en este caso son algunos de los testimonios elegidos los que estructuran su mensaje. Comienza con el diagnóstico de Carlos Leáñez Aristimuño, hispanista de la Universidad Simón Bolívar, Venezuela: “En Hispanoamérica somos víctimas de un relato que es completamente falso y muy peligroso: nosotros éramos santos indígenas. Ese paraíso, esa situación paradisíaca fue interrumpida por la llegada de unos barbudos, singularmente crueles, que solo vivieron a robar, pillar, vejar y matar. Historia mítica que late en el corazón y las mentes de muchísimos”.
Finalizando el filme se dedica unos fotogramas, sin mencionarlo, al libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina (1971).
“No es una película que quiera provocar, quiere invitar a que nos conozcamos mejor”, aclaraba el director en la entrevista antes citada. No obstante, en su elección de testigos y testimonios deja claro que considera necesario superar la “leyenda negra” de la colonización española de América; rechazando incluso el término “colonización”.
Podemos estar de acuerdo en la necesidad de superar tal leyenda, pero no para reemplazarla por una “leyenda dorada”. Este juego pendular le permite al realizador afirmar: “Hay muchos motivos para acercarnos y creo que ninguno para alejarnos”. O, como se afirma en el filme: “se dijo que la conquista se hizo con la Cruz y la espada, cuando en realidad se hizo con la Cruz y la guitarra”.
En el documental se cuestionan los grabados del flamenco Teodoro de Bry, representando tormentos que los colonizadores aplicaban a los indios. Pero no se menciona a Bartolomé de las Casas, autor de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), cuyo texto inspiró aquellos grabados. Tampoco hay ninguna referencia a los sermones del otro dominico, Fray Antonio de Montesinos (1511), cuando preguntaba a los españoles respecto a los indios: “¿estos no son hombres?”. Por ello, merece destacarse, para iluminar el contraste, que en la película de Icíar Bollaín, También la Lluvia (2020), estas complejidades de la historia han quedado registradas.
Finalmente, en el documental de López Linares se destaca que la familia de Atahualpa tiene reservada una tumba en una nave de un templo barroco, pero no se dice que Francisco Pizarro mató al inca después de cobrar su rescate en oro y otros metales preciosos. Hecho que motivó la doctrina del deber de restituir por parte de Francisco de Vitoria, creador del derecho internacional, que tampoco es aludido. Por el contrario, se frivoliza: “Que devuelvan el oro, ¿dónde está el oro que se robaron? Siempre les digo: voltea a tu alrededor” para ver las láminas de oro de iglesias barrocas. Nadie afirma que los colonizadores se llevaran todas las riquezas de las Indias, pero negar el magnicidio y el expolio es si no sesgado, al menos, poco riguroso.
Haciendo estas salvedades que no son irrelevantes y que podrían ser más, cabe valorar el aspecto estético del filme y las buenas intenciones del autor y de sus testigos, que parten del diagnóstico: “Los hispanoamericanos, incluida España, no nos conocemos, y lo poco que conocemos no nos parece bueno”. Cabe sospechar que estos cinco siglos comenzaron con actores e intereses no siempre humanitarios, en medio de procesos muy complejos cuya simplificación no es el mejor punto de partida. Aceptar que además de luces también hubo sombras en nuestra historia no es falso, ni peligroso. Es saludable, aunque esto nos lleve a considerar presuntuoso sostener que somos la mejor civilización.
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