Perfil del cazador castellano-manchego: hombre, mayor de 46 años y un sueldo de unos 2.000 euros
El informe 'Evaluación del impacto económico y social de la caza en Castilla-La Mancha', realizado en conjunto por la fundación Artemisa y la consultora Deloitte y financiado por la Junta de Comunidades, analiza tanto la medición de la aportación de la actividad cinegética a la economía y también definir el perfil de los cazadores, rehaleros, titulares de coto y organizadores profesionales de caza.
En 2016, año al que hace referencia el documento, se expidió un total de 106.406 licencias de caza. La región fue la tercera con mayor número de licencias de España, según los datos de 2013, después de Castilla y León y Andalucía. A través de un proceso de encuestación online, que estuvo a cargo de APROCA Castilla-La Mancha, la Federación regional de Caza, ASICCAZA y la Federación Sectorial Española de Armas y Municiones, se ha llegado a distintas conclusiones respecto a los actores involucrados en la actividad cinegética.
El perfil sociodemográfico del cazador en Castilla-La Mancha señala que se trata de un asalariado, de más de 46 años de edad, con estudios universitarios y que viene de la región. Sus ingresos medios son de 1.964 euros netos al mes y practica tanto caza mayor como menor, principalmente en territorio castellano-manchego pero también en Castilla y León y Extremadura. Además, realiza un gasto medio anual mayor que el de la media en España, al superar los 10.000 euros. De esto, aproximadamente la mitad se realiza en Castilla-La Mancha, entre gastos de transporte, alojamiento, armería y en menor grado de actividades de ocio, turismo o ropa y complementos.
Por otro lado, el rehalero castellano-manchego es también un hombre asalariado, de más de 46 años de edad pero con estudios de Bachillerato o Formación Profesional. Sus ingresos son de entre 900 y 1.500 euros al mes, y cuentan con una media de 44 perros en su rehala. El gasto medio anual es menor que el del cazador y también casi un 20% menor al del rehalero tipo en España, con una media de 8.266 euros. Prácticamente la totalidad de cazadores y rehaleros son hombres: en un 98% y un 90%, respectivamente.
Los cotos de caza, por su parte, producen un gasto anual de más de 30.000 euros, que, sin embargo, es menor que el de la media española en un 25%. Más del 60% de este gasto se realiza en Castilla-La Mancha. En el caso del organizador profesional de caza tipo de la región, sin embargo, produce un gasto medio anual de más de 90.000 euros, lo que supone un 20% más que el profesional medio español. Sin embargo, sólo el 37% de este gasto se realiza en territorio castellano-manchego.
Los gestores de terrenos cinegéticos realizan de media una contratación de dos personas al año para cotos de más de 1.200 hectáreas. Esto implica un total de 9.780 puestos de trabajo que equivalen a jornadas completas. Sin embargo, se trata de contratos con “alta temporalidad”, ya que sólo el 28% de los mismos son fijos. En cuanto al nivel de cualificación, siete de cada diez contratos son de baja formación, mientras que sólo el 6% de los mismos se corresponde con personas con estudios universitarios. El informe destaca esta de esta manera que la caza tiene un “importante rol” en la integración de empleo de baja cualificación que tiene “probablemente” un encaje “más complejo” en el mercado laboral.
“Regulación de las poblaciones naturales”
El informe destaca, igualmente, el papel de los cazadores y otros gestores de la actividad cinegética dentro de la “regulación” de las poblaciones naturales. “Si no hubiera caza, la población de estos animales (como los jabalíes) se duplicaría cada año, pues el impacto de sus predadores naturales es muy limitado”, explican en el documento, que tacha a la caza de un instrumento “clave” para afrontar el control de la población, si bien no debe ser el único.
Entre otros datos, señalan que las personas relacionadas con la actividad cinegética realizan un “seguimiento periódico” de las poblaciones de jabalí y otras especies, a través de conteos y que la cazase planifica según la densidad de estas poblaciones, controlando el número de animales. Además, se realiza la llamada “caza selectiva” y la regulación del cupo de piezas para que exista una población “aceptable para la cría”. “La caza contribuye directamente a regular las poblaciones y paliar los efectos negativos de la sobrepoblación de algunas especies”, explica el documento que remata con que la actividad cinegética constituye en “cierta forma un servicio a los ecosistemas”.