REPORTAJE

El rincón de Albacete desde el que se reforestó Europa hace diez mil años: Los Calares del Río Mundo

En el Museo Británico se conserva un ejemplar del libro rescatado y anotado por el duque de Almazán donde se referencia, por primera vez, a los Chorros del Río Mundo por uno de sus nombres: Follo Guarde. Fue en el siglo XV.

Ahora esta franja de cuencas y farallones de piedra cumple 20 años desde su declaración como parque natural, pero ni ha sido la única protección que ha tenido ni se ha convertido en lo que es hoy de espaldas a las generaciones y generaciones de humanos que han habitado estas tierras.

Su historia está intrínsecamente relacionada con las civilizaciones que lo habitaron. Ya desde la Edad de Bronce hay indicios de que era una zona poblada. Y lo que hoy llamamos Río Mundo, tenía otro nombre, Almisawanis, aunque esta denominación fue cambiando. Se llamó Hoyo Guarde, para terminar siendo los Chorros de Río Mundo y aunque sea un lugar único en el planeta, el nombre no hace alusión a su globalidad, sino a la claridad de sus aguas. En su momento fue el río mundus, en latín, porque los habitantes del entorno valoraron especialmente la pureza de sus aguas.

Antonio Catalán es director y conservador del Parque Natural de los Calares del Mundo y de la Sima desde sus inicios y hasta la actualidad, con un pequeño intervalo en el que no ocupó esta responsabilidad. “Sí, se puede decir que después de tantos años mi vida profesional está ligada a este parque, por lo menos desde los estudios previos en 1994”, comenta, y destaca como valor importante la función de protección ambiental que permite mantener una flora excepcional y un paisaje único y delicado.

“Somos la madre de toda la vegetación europea”

Jorge Escudero, fundador del Centro de Educación Ambiental 'La Dehesa', explica que el Calar es un bosque clímax (bosque maduro), algo muy apreciado en Europa, donde la mayoría de los bosques tienen menos variedad vegetal. “Desde aquí reforestamos Europa, prácticamente hasta aquí llegó la Glaciación de Würm y mientras Europa estaba cubierta de hielo, las plantas vivas estaban aquí”, explica Escudero: “Somos la madre de toda la vegetación europea”.

Entre sus joyas botánicas hay dos plantas en peligro de extinción, una de ellas una carnívora llamada Pinguicula Mundi, propia del enclave del nacimiento de Los Chorros. Además, hay 19 especies catalogadas como vulnerables y otras 70 con categoría de interés especial e incluso alguna planta relíctica (de reliquia, extinguida en otros lugares).

En estas 19.000 hectáreas que comparten seis municipios hay la increíble variedad de 1.540 tipologías de plantas y decenas de distintas orquídeas. Las curiosidades botánicas no terminan aquí. La variedad botánica implica que en el mismo espacio convivan tejos con espinos de origen africano en sus distintas adaptaciones ambientales.

En cuanto a la fauna, hay 108 especies animales protegidas viviendo en este intrincado enclave. Los más curiosos son: la lagartija de Valverde y el Saga pedo, un insecto del que aún no se ha descubierto ningún ejemplar macho.

Jorge Escudero nació en Riópar. Un legado familiar que le vinculó de por vida al entorno y su conservación, ya que su historia familiar está ligada a las fábricas de Riópar. De hecho, en el espacio divulgativo que gestiona viven cinco ejemplares de lobo ibérico, un animal al que su vinculación al lugar no le ha ayudado a sobrevivir, ya que era cazado tradicionalmente en el mismo enclave de Los Chorros mediante encajonamiento. “Es un pequeño paraíso, cuyo futuro está vinculado al hombre”, reconoce Escudero.

“Mi balance es positivo y siempre ha tenido un valor, y siempre ligado a la actividad humana, desde el año 45 ya se escondieron en la Cueva de Los Chorros los seguidores de Pompeyo (tras la batalla de Munda)”, rememora el conservador y ganadero.

Mientras, el director del parque natural explica que la riqueza no solo está sobre la tierra, “es uno de los mejores exponentes de karst y exokarst”, lo que convierte a la zona en una especie de catálogo para la compresión geológica, ya que conviven distintos ejemplos en el paisaje. También en las cuevas donde hay explorados casi 40 kilómetros sin que hasta la fecha se haya encontrado el final.

Son precisamente estas oquedades las que dan lugar al fenómeno conocido como El Reventón del Río Mundo. Espectáculo de la naturaleza que sucede cuando entra una gran cantidad de agua en las cuevas, dejando cámaras de aire que terminan por hacer un sifón natural expulsando el agua de todo el Calar por los Chorros a gran velocidad.

Esto es posible porque el Calar del Río Mundo es como un “gran flan poroso” sobre el que se filtra el agua dejando a su paso un reguero de vida y diversidad. Sobre ese calar, aún hay mucha gente que recuerda correr caballos libremente. Equinos gallegos que habitaron entre 1947 y finales de los ochenta aquellas praderas y que se quitaron porque alteraban la trasterminancia -una forma de trashumancia con distancias cortas- del ganado en su uso tradicional. “Cuando llegaban de su estancia en lugares más cálidos ya no les quedaba comida”, afirma Escudero.

La protección del parque natural, un reto de futuro

Pero quizá los acontecimientos se precipitan en la historia moderna. Lo cierto es que, este espacio no siempre estuvo así. Y no fue por la industria, ni por la contaminación y tampoco por el cambio climático: fue por los turistas y una mal entendida 'función social del monte'.

Entre los años setenta y ochenta del pasado siglo, recuerda Escudero, el entorno se convirtió en un lugar donde ir masivamente a poner la tienda de campaña. “Llegaron a contabilizarse cientos de tiendas de campaña en la pradera y entorno del Coto de La Mina”, recuerda.

La sobreexplotación turística, el éxodo rural y el paulatino abandono de los trabajos tradicionales en el entorno rural dejaron la zona en una situación muy mala. “Incluso llegó a desaparecer la Ratilla de Cabrera y poco faltó para que también desapareciera la Lagartija de Valverde”.

Fue entonces, rememora, “cuando nos enteramos de que el entonces presidente de la Junta de Comunidades, José Bono, iba a visitar Bienservida”, explica Jorge Escudero. Y se les ocurrió invitarle a ver de primera mano el nacimiento de los Chorros del Río Mundo. “Creo que lo que vio y lo que pudimos explicarle le preocupó, y hay que reconocer que la respuesta fue inmediata”. Comió en Los Chorros, llamó ese mismo día al entonces consejero de Agricultura, Fernando López Carrasco, y al día siguiente en los mismos Chorros tuvo lugar la primera reunión para buscar soluciones.

El seis de mayo de 1987, el Gobierno regional firmó un acuerdo con los propietarios de la Finca Coto de la Mina y los ayuntamientos de Riópar y Vianos. Pero como aún no había ninguna ley de espacios naturales y la necesidad de protección era inminente, se creó, con los recursos jurídicos que había en ese momento, la llamada “Zona de Protección Especial del Nacimiento del Río Mundo y Cañada de los Mojones”, doce años antes de que naciera la ley que lo convertiría, ampliándolo considerablemente, en lo que es hoy.

En mayo de 2005 se aprobaba la ley por la que se declaró al espacio como parque natural, siendo consejero de Agricultura, José Luis Martínez Guijarro, y presidente de la región José María Barreda. En febrero del siguiente año comenzó a funcionar la Junta Rectora que gestionaría el entorno.

Sin embargo, la declaración como parque natural no fue sencilla. “Es una zona de muchísima riqueza y recursos naturales, pero también es una zona con mucha población, hay municipios con más de 80 aldeas”, comenta Antonio Catalán, que añade que la declaración como espacio protegido “es una garantía de conservación, sobre todo, para las generaciones futuras”, y detalla que eso implica que se tiene que potenciar el desarrollo sostenible de este espacio. “Hoy podemos decir que el parque es un motor para la zona basado en el turismo responsable y sostenible”.

En ese contexto, recuerda Jorge Escudero, el entonces delegado de Agricultura, Antonio Mompó, hacía verdaderos esfuerzos por dar a conocer la zona, pidiendo a museos, universidades y periodistas que visitaran el entorno. “Les hacíamos visitas estratégicamente seleccionadas para que pudieran comprender la magnitud de la riqueza que supone el parque”.

El conservador comparte una anécdota al respecto: “Una vez vino un grupo de periodistas en pleno verano y no había gran variedad de plantas. Para que se hicieran una idea, decidí explicarles el entorno a partir de las hojas secas del suelo”. Una improvisación que se quedó en el repertorio por pedagógica“, reconoce Escudero. ”Con las visitas siguientes, Mompó me pedía: explica eso de las hojas… que está muy bien“.

El parque natural, que forma parte de la Red de Espacios Protegidos, cuenta hoy con infraestructuras no solo de conservación, sino también de divulgación, como dos centros de visitantes, en Yeste y Riópar; cinco áreas recreativas; 11 rutas oficiales, dos aparcamientos y un campamento juvenil gestionado por la Junta de Castilla-La Mancha. A día de hoy, el hueco de Los Chorros es visitado por unas 180 mil personas al año. Pero lo más importante es que goza de un saludable equilibrio ambiental.

Un parque natural que conserva casi un tercio de toda la flora española

El director del espacio natural confiesa que le preocupa cómo puede afectar el cambio climático a la zona, “porque hemos llegado a un equilibrio de conservación, pero lo difícil no es llegar, sino mantenerse, y no podemos saber cómo pueden afectar las olas de calor a una zona húmeda”. Un reto que hay que asumir manteniendo el uso responsable y la actividad tradicional del parque.

A Jorge Escudero le preocupa más, nos cuenta, “porque la ganadería se está perdiendo y quizá se tendrá que sustituir por herbívoros silvestres” porque, explica, que “de alguna manera, el hombre está ya en medio y no se puede decir esto no lo tocamos y va evolucionando”. Debido a que el futuro del parque natural está ligado a la actividad del hombre, aclara que “hay que gestionarlo, pero esto pasa en zonas humanizadas”.

Parece increíble, comenta finalmente Antonio Catalán: “Tenemos, solo en el parque, casi un tercio de toda la flora de España, pero para dimensionar a nivel botánico este enclave hay que decir que esta pequeña reserva, tiene tanta variedad forestal como toda Gran Bretaña”.

Quizá por eso los vecinos del Brexit guardan el libro del duque de Almazán que le puso su primer nombre de Follo Guarde al enclave en un museo; porque no sólo es historia viva, también es una obra de arte de la naturaleza.