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Las salinas del centro de España que agotaron sus reservas con ‘Filomena’

Salinas de San Juan, en Saelices de la Sal (Guadalajara)

Carmen Bachiller

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Quizá muchos no lo sepan, pero en la provincia de Guadalajara proliferan las salinas. Un vestigio debido a los depósitos sedimentarios salinos del Triásico Superior que originó el mar hace más de 200 millones de años, cuando cubría buena parte de la actual Península Ibérica. 

Una de estas salinas son las de San Juan, en Saelices de la Sal que han sido noticia porque la borrasca ‘Filomena’ agotó todas sus reservas anuales, algo más de 300 toneladas, en pocos días.

Estas instalaciones llevan en funcionamiento desde 2017 y están catalogadas como Bien de Interés Cultural (BIC), con la categoría de monumento. Desde entonces, es la primera vez que agotan sus reservas. La mayor parte se destinan a tareas de vialidad en las carreteras a través de un acuerdo con la Diputación, pero recientemente producen flor de sal, con fines gastronómicos.

“No se trata de hacer negocio sino de un servicio público”, aclara el alcalde, José Luis Sotillo. Y es que las salinas son, desde el año 2003, propiedad del Ayuntamiento y se gestiona a través de la Fundación Fundación Naturaleza y Desarrollo (FUNADER). “No somos una empresa privada que seguramente ya las estaría explotando al cien por cien”.

En Saelices de la Sal van paso a paso, en una evolución lenta pero continuada en el tiempo que hoy supone una explotación de las instalaciones en torno al 40% del total de sus posibilidades.

“Abarcamos cada vez más mercado y lo ideal es llegar a una explotación del 100% y que una gran parte se dedicase al consumo humano, pero poco a poco”, insiste.

Utilizan un sistema tradicional de lavado romano de la sal que solo puede realizarse si hay sol y viento para el secado. Es decir, la temporada debería extenderse normalmente entre mayo y octubre, incluyendo la preparación de las instalaciones. “Nosotros estamos empezando a mediados de julio”.

En este pequeño pueblo de la comarca de Molina de Aragón, tan solo viven entre 30 y 40 personas en invierno. Las salinas emplean a cuatro personas (algunas de pueblos del entorno).

La nevada, y los almacenes vacíos les llevará este año a pedir “un plus de explotación” a través del convenio que mantienen con la Diputación. “Realmente no hay sal. Empezaremos de cero y con los almacenes de la Diputación también vacíos”.

La larga historia de las salinas que todavía no ha cerrado el último capítulo

El origen de esta explotación salinera puede ser muy antiguo ya que algunos estudios de los que dispone el municipio hablan de la cercanía de poblados celtíberos que hacen suponer que ya conocían y utilizaban los afloramientos de sal necesarios para el ganado y la forja del hierro. Se sabe además que las usaron primero los romanos y después los árabes.

Gran parte de las instalaciones que actualmente pueden visitarse datan del siglo XVIII. Fue entonces cuando se produjo su privatización. Las compró Anastasio García López, un célebre médico natural de Ledaña (Cuenca) y uno de los pioneros en utilizar de la medicina homeopática en España.

Tras la guerra civil española, y pese a los daños, se pusieron de nuevo en funcionamiento hasta comienzos de los años 70 en lo que a la elaboración de sal se refiere y hasta 1981 aprovechando el agua salada que se vendía para diferentes actividades industriales.

En 2003 las compró el Ayuntamiento y su restauración ha sido progresiva. Todavía no se ha terminado -debido a interrupciones derivadas de la crisis financiera de 2008- y su objetivo inicial fue recuperarlas por razones turísticas como ejemplo de la arqueología industrial del siglo XVIII del centro del país.

El parón por la crisis se mantuvo hasta que se firmó un acuerdo con la Diputación Provincial en 2011. Poco a poco la instalación empezó a rodar. “Fue entonces cuando la empresa Unión Salinera se dirigió a nosotros pidiendo analizar la sal porque estaban teniendo problemas con la contaminación del mar. Ambos hicimos analíticas con resultado de contaminación cero”.

De ahí a probar con la producción de flor de sal. “No se sacaba en ninguna salina de interior”. Ahora forma parte de su oferta.

“Aquí no hay máquinas, es un proceso artesanal y más que milenario porque procede de los romanos”, presume el alcalde, y el producto es también diferente a la sal marina en componentes químicos y en sabor.

Ya se piensa en un parque arqueológico sumando recursos con La Riba de Saelices

Entre los proyectos de futuro, el alcalde confía en “incorporar a pueblos vecinos”. Es el caso e La Riba de Saelices, conocido porque alberga la Cueva de los Casares, abierta al público y en la que los investigadores llevan años buscando pistas sobre el Paleolítico y los neandertales.

“Hay un proyecto antiquísimo, de antes incluso de empezar a restaurar las salinas que contaba como base con la cueva y con una serie de yacimientos en el entorno abarcando desde el Paleolítico, las épocas celtíbera o romana, visigóticos, la Edad Media... hasta llegar a la arqueología industrial de las salinas”.

Esa riqueza cultural se concentra en apenas unos kilómetros cuadrados. “Hay un proyecto para un Museo Arqueológico en La Riba de Saelices y en el futuro la idea sería un parque arqueológico en la zona”.

A eso se suma la gran riqueza botánica de las salinas “único en Europa” y que el alcalde quiere hacer visitable. “Queremos crear unos paseos botánicos. Este año lo haremos como proyecto piloto, ya de forma oficial, porque antes habíamos ya ofrecido algunas visitas”.

La huella de la guerra civil

Además, el alcalde recuerda que también existen vestigios de la guerra civil española en la zona que quieren aprovechar como recurso turístico.

“Aquí hubo un frente del que quedan todavía bastantes cosas. Al margen de las trincheras, nosotros tenemos casamatas (bóvedas que guardaban la artillería) y una especie de bunker de ametralladoras”, en las inmediaciones de la localidad.

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