El teletrabajo, un “arma de doble filo” para las mujeres cuando se habla sólo de conciliación y no de corresponsabilidad
Según los datos de enero 2021, son 22.879 las mujeres que trabajan en la Administración General del Estado que decidieron acogerse a la modalidad de trabajo a distancia. Por otro lado, son 16.650 los hombres que han hecho lo mismo, con una ratio que supone que por cada cinco hombres teletrabajando, hay siete mujeres en esta modalidad. Son datos de la Administración, que señalan que prácticamente el doble de mujeres que lo hacen, para cuidar menores o mayores: 4.634 frente a 2.735 hombres. El género, también presente en el teletrabajo.
María Encarnación Gil, de la Facultad de Relaciones Laborales de Albacete, explica: “Volvemos de nuevo a la conciliación y no a la corresponsabilidad”. Un año después de la pandemia, el debate sigue abierto, ahora con una nueva legislación. Gil hablará de la relación de estas nuevas modalidades de empleo en las jornadas, este año on-line, ‘Igualdad entre sexos, una reivindicación urgente’, que organiza el campus de la UCLM en Talavera de la Reina.
Gil recuerda que en un primer momento el teletrabajo fue algo “impuesto” por la pandemia, pero que ahora se ha vuelto una regulación voluntaria, y es opcional. “El problema que se plantea es que son las mujeres las que siguen utilizando la opción del teletrabajo, con los inconvenientes que tiene, además de las muchas ventajas. Es cierto que te da muchas ventajas: autonomía, libertad, poder gestionar tu tiempo, pero también un aislamiento por la falta de relación con el resto de compañeros que también puede afectar no sólo al trabajo de las mujeres, sino también a la empresa”, explica la docente.
“Obligadas” a teletrabajar para poder conciliar
La cuestión, para Gil, es cuando las mujeres “se ven obligadas a teletrabajar para poder conciliar”. “Se trata de asumir el rol de cuidados, a través ahora de la presencia mayoritariamente de las mujeres y es preocupante, porque volvemos a conciliar siempre las mismas en vez de abordar la corresponsabilidad para que sean ellos y ellas las que lo hacen”, recalca. Se basa en los datos de la Administración General del Estado, que ya apuntan a que el número de mujeres que se acogen al teletrabajo para coinciliar dobla prácticamente al de los hombres. “Eso puede ser peligroso, al igual que cuando se decide reducir la jornada para conciliar, que también siguen siendo mayoritariamente las mujeres”, reflexiona.
“Ya tenemos una brecha laboral previa, porque las que asumen las situaciones de precariedad suelen ser las mujeres, con todo lo que ello conlleva. Por eso, el teletrabajo también puede ser un alma de doble filo ya que puede volver a la conciliación sólo en el caso de las mujeres”, advierte. No sólo se trata de conciliación, sino también otros problemas que surgen por el teletrabajo, como la falta de desconexión digital y que no se pueda distinguir siempre claramente entre tiempo de trabajo y tiempo libre. “Tenemos que estudiar con detenimiento las ventajas y los inconvenientes en este sentido”, señala, porque sólo se dispone de datos “con cuentagotas”.
“Las trabajadoras siguen asumiendo un trabajo invisible de cuidados”, resume Gil. Por eso, señala, la solución pasa porque la perspectiva de género esté presente en todos los ámbitos laborales, empezando por los convenios colectivos. “Sería importante fomentar políticas públicas de ayuda para impulsar, por ejemplo, que se conviertan más contratos de mujeres de temporal a indefinido. También hay que impulsar que tareas como los cuidados de dependientes puedan salir del ámbito doméstico y salgan al público, para darles el tratamiento que requieren”, señala.
Y es que advierte de que incluso cuando sí han sido parte del ámbito público, este tipo de roles se han mantenido feminizados, lo que ha dado lugar a que sean trabajos “poco reconocidos” y, finalmente, también poco remunerados. “A través de los convenios colectivos se pueden emprender acciones que puedan permitir que esto cambie”, señala.
De todos modos, recalca que las reformas legislativas que se están llevando, van, de hecho, en este sentido, como en el caso del Real Decreto sobre la Igualdad Retributiva o en planes de igualdad. “Es cierto que la normativa del teletrabajo es muy reciente, pero es que todo ha venido deprisa. El número de personas que se han acogido a esta modalidad se ha cuadriplicado. Y por eso esta legislación lo que hace es invitar a los convenios a ver cómo se puede potenciar efectivamente la corresponsabilidad, o cómo se puede incluir un sesgo de género para permitir que el teletrabajo sea realmente voluntario y que la corresponsabilidad siempre esté presente”, asegura. Para Gil, lo que se debe hacer es incentivar figuras que promuevan condiciones de igualdad en el ámbito laboral.
Políticas de educación a favor de la igualdad
“La ley de Igualdad se aprobó en el 2007 y es 2021 y seuimos hablando de esto. No podemos abandonar estas políticas de igualdad, que deben empezar desde pequeños. Se trata de un rol social que se ha enquistado y tenemos que romper esta tendencia”, recalca Gil. La profesora explica que sus alumnos, de unos 20 años, ya forman parte del debate, porque ven cómo hay situaciones que se mantienen pero otras que van cambiando. “Son conscientes de que el rol de cuidado sigue entre las mujeres. Pero también ven la necesidad de que se impulse la cultura de la corresponsabilidad”. Por eso, señala que es importante llevar a cabo estas reflexiones en las aulas. “La labor para que todos y todas podamos trabajar y cuidarnos es fundamental. Todos necesitamos cuidados, pero se debe abordar sin tener que abandonar el trabajo, sino poder compatibilizarlo con los cuidados”, concluye.
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