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Recorrido por Castilla-La Mancha a través de (algunos) de sus jardines históricos

Jardines en la Diputación de Cuenca

Francisca Bravo Miranda

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Existen parques y jardines en Castilla-La Mancha que trascienden fronteras. Está, por ejemplo, el Abelardo Sánchez en Albacete, una joya y el espacio verde más grande de la ciudad, cuya existencia data de 1910, cuando su creador era alcalde en la ciudad. Se planificó entonces la plantación de centenares de árboles, la mayoría, pinos. Su valor se ha ido fomentando a lo largo de la historia de la ciudad, con múltiples renovaciones y mantenimiento de sus elementos históricos, como verjas o fuentes. Muchas actividades lúdicas, musicales o culturales ocurren en Albacete alrededor del Abelardo Sánchez, demostrando el valor que tienen lugares de esparcimiento y cuidada masa vegetal.

El investigador y experto en patrimonio Francisco García Martín, resalta que los jardines en las localidades son “un elemento más de calidad de vida”. Y más aún, aquellos que muestran un elevado interés estético y vegetal. Los jardines históricos se pueden encontrar a lo ancho y largo de Castilla-La Mancha. Algunos son públicos. Otros pertenecen estrictamente a un ámbito privado, en muchas ocasiones limitado a lo familiar. Pero el valor de estos lugares sigue ahí. Gracias a la exhaustiva investigación de García, realizamos un recorrido por lugares muy conocidos de la región y otros tantos que aún quedan por conocer.

También en Albacete se encuentra lo que antes se conocía como 'La Balsa', y que hoy es el Parque Adolfo Suárez en la localidad de La Roda. Antes era un gran embalse natural de agua, donde confluían cañadas, veredas y cordeles. Ya en 1500 gozaba de protección y un uso reglamentario para evitar su contaminación. En 1908 se secó la balsa, y en 1926 pasó a ser un parque público, que fue muy alabado, llegando a calificarse como “vergel”. “La obra que más emoción me ha causado ha sido la fuente colocada en el centro de La Balsa. Este es el monumento más grande que La Roda puede eirigir al progreso”, escribía entonces la prensa. La zona acoge también la celebración del Festival de Los Sentidos.

El Jardín del Marqués de Santa Cruz en El Viso del Marqués, es un ejemplo de manierismo renacentista en la región. Amparado por muros altos, dentro de los jardines del majestuoso edificio se planificaron amplios jardines con árboles y flores, fuentes y canto de pájaros. Un 'locus amoenus', un lugar paradisíaco, con ecos de Renacimiento tardío.

El Palacio del Marqués de Santa Cruz, que es monumento nacional desde 1931 y que actualmente alberga el Archivo–Museo de la Marina Don Álvaro de Bazán, acoge en su jardín una serie de representaciones y elementos artísticos influenciados por una gran variedad de corrientes: desde figuras clásicas, con vestidos ornamentados, hasta balcones con clara inspiración manchega. Incluye, como no puede ser de otra manera, un mascarón de proa con una mujer semidesnuda junto a figuras del ceramista Ruiz de Luna cuya obra se puede apreciar por todo el parque, escondido tras esas altas tapias.

El jardín municipal de Almodóvar del Campo es calificado como “decimonónico”, que primero fue de titularidad privada, en concreto de Francisco Laso y Salido, y que luego pasó a ser público. Cuenta actualmente con un área para los más pequeños, y conserva una masa arbórea que tiene décadas de antigüedad. La investigación de García señala que se han realizado cambios a partir de los años 50', aunque se mantuvo intocado hasta 1936. Data de antes de 1905, cuando se conoce ya una fotografía. En la localidad ciudadrealeña se conserva también la fuente del Pilar de Abajo, que es una muestra de las ornamentaciones en hierro fundido que se hacían en esa época. Actualmente, el jardín se reivindica principalmente como un lugar para resguardarse del bochornoso calor del verano.

En Cuenca capital hay un vasto registro de zonas ajardinadas. De algunas se puede disfrutar aún hoy, pero otras han cambiado y han caído lentamente en el abandono. Son dos caras de la misma moneda del patrimonio verde de las ciudades.

Entre los jardines que sí tienen aún un uso constante, y que son de hecho parte de la vida de la ciudad, se encuentran los que rodean la Diputación de Cuenca. La institución los utiliza de manera constante como el marco perfecto para exposiciones. Son una mezcla de jardín clásico, y también de jardín inglés con elementos en masa y grandes praderas. También hay estatuas, y árboles como dos grandes laureles, magnolios o tejos centenarios. Tilo, piceas y cipreses completan el conjunto cuyo diseño actual fue realizado en su mayoría por la Escuela Taller Campo de San Francisco, entre los años 1997 a 1999. Antes de construir el palacio ya existían los jardines; de hecho, la construcción del edificio se hizo para ocupar lo menos posible de lo que correspondía a los jardines. En 1889 ya se hablaba de esta zona ajardinada como una tomada con “mucha estima” llegandose a apuntar que era “el único sitio de esparcimiento y paseo de los vecinos” de la ciudad.

Otro de los jardines mencionados en la investigación de García es el de los Poetas en la capital conquense, que se encuentra, de hecho, en el casco histórico de la ciudad. Sin embargo, no cuenta actualmente con zona ajardinada tras una reforma que lo ha llevado ser tachado como de “semiabandonado”. Iniciativas ciudadanas han propuesto incluirlo en los presupuestos participativos para volver a darle su aspecto de jardín. La Asociación de Vecinos del Casco de Cuenca presentó una propuesta de presupuesto de alrededor de 8.000 euros.

Guadalajara está repleta de espacios verdes de gran hermosura: en la capital se puede pasear desde la zona verde del Palacio del Infantado hasta el Parque de la Concordia. Pero en la provincia hay joyas como el jardín de la Real Fábrica de Paños de Brihuega, un jardín de corte decimonónico que no se contempló al comenzar la construcción de la Real Fábrica. Su gran descubridor fue Xavier de Winthuysen, que describió el lugar de forma extensa en su obra 'Jardines clásicos de España'. “Más que un establecimiento fabril parecen estos preciosos jardines de un palacio” escribía en 1930. Cela también ha hablado con especial cariño del jardín: “El jardín de la fábrica es un jardín romántico, un jardín para morir, en la adolescencia, de amor, de desesperación, de tisis y de nostalgia”.

En 2024 se celebra el noveno centenario de la fundación de la ciudad de Sigüenza, en la que se puede disfrutar de un ejemplo de jardinería neoclásica, que data del siglo XVIII. Recientemente, se han llevado a cabo trabajos de rehabilitación y remodelación de la zona, no sin críticas, y se ha planificado una serie de actividades culturales y lúdicas para volver a unir a la ciudadanía con este espacio, que incluyen conciertos hasta finales de abril. Todavía se conervan elementos originales, como su perímetro o el arco de la fuente; el kiosko y la fuente de chorros son parte de las características propias de la Alameda.

Y acabamos con Toledo, provincia donde los jardines históricos gozan de excelente salud. Algunos muy conocidos, como el de la Escuela de Artes de la capital, todavía no están abiertos al público. Pero otros sí, aunque con cita previa y no de forma gratuita. Es el caso de los jardines del Palacio de Galiana, una recreación que se realizó de la mano del arquitecto Chueca Goitia En estos jardines se puede disfrutar de elementos característicos del jardín islámico, especialmente en lo que se refiere al uso de agua, como una sugerencia de frescura.

En Mazarambroz, para no quedarnos sólo en la capital, se puede disfrutar de los jardines que rodean el Palacio de El Castañar que se encuentra en la finca del mismo nombre. Un lugar que data del siglo XII, enmarcado en la repoblación templaria de la zona. Se puede ver un pequeño bosque de encinas, pinos y plátanos, con dos grandes jardies con influencia francesa e italiana, respectivamente. Son un “ejemplo exótico” de lo que se puede ver en el entorno natural.

Para la redacción de este artículo se han utilizado los cinco ejemplares de investigación de Jardines y Parques Históricos de Castilla-La Mancha de Francisco García Martín, de la editorial Ledoria.

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