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La última oportunidad de Igea

El exvicepresidente de la Junta de Castilla y León, Francisco Igea.

Laura Cornejo

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Francisco Igea empezó a caminar por el alambre el mismo día en que decidió enfrentarse a la que era candidata del aparato de Ciudadanos para las elecciones autonómicas de Castilla y León en 2019, Silvia Clemente. Desde entonces lo suyo ha sido el funambulismo, porque en ese momento la dirección nacional no lo quería como cabeza de lista para Castilla y León y para las elecciones de 2023 tenía escasas posibilidades. Hoy vuelve a ser candidato, y puede que sea su última vez. O saca escaño o se cuelga el fonendoscopio.

Igea perdió (aparentemente) las primarias de 2019 y se disponía a volver a su puesto de médico especialista en aparato digestivo en el Hospital Río Carrión de Palencia. La aventura política que le había llevado hasta el Congreso de los Diputados dos años antes, y que le hizo ansiar la Junta de Castilla y León, había acabado. Su intención de ponerse la bata blanca duró unas horas, las que se tardó en descubrir el pucherazo por el que Clemente sumó 81 votos de más. Igea, que se había visto despreciado durante la campaña de sus primarias mientras su rival se rodeaba de los líderes del partido, se impuso a los deseos de la dirección nacional para ser candidato a la presidencia de la Junta. La anulación de la victoria de su rival se produjo después de que amenazase al partido con denunciar el pucherazo, de hecho, lo hizo con una llamada a las puertas de los juzgados.

Tras las elecciones del 26M llegó a revolverse, pero solo internamente, cuando su partido, con 12 escaños se convirtió en llave para el PP, con tan sólo 29. Era el peor resultado de su historia de tres décadas de gobierno ininterrumpido en Castilla y León. Igea había garantizado durante su campaña que acabaría con esas tres décadas de poder y Albert Rivera le obligó a lo contrario. Alcanzó así una vicepresidencia que no le resultó nada incómoda, a pesar de todo y se sentía fuerte.

Ciudadanos tenía 57 diputados tras las elecciones generales del 28 de abril, y se quedó con 10 tras la segunda convocatoria el 10 de noviembre. La salida de Rivera de la presidencia que asumió Inés Arrimadas le hizo plantearse que igual ese también era su momento y que contra todo pronóstico, podría ser presidente de Ciudadanos y darle un giro al partido para devolverlo al centro. De carácter explosivo, pero, sobre todo, provocador, mantuvo tensos enfrentamientos con Arrimadas, y perdió.

Pero no hubo tiempo para lamentos, porque irrumpió la COVID-19. Francisco Igea no sólo era el portavoz de la Junta de Castilla y León, también consejero de Transparencia y además, la consejería de Sanidad era de Ciudadanos. Hubo cierta paz interna en el partido, pero es que no había tiempo para mucho más que gestionar las consecuencias de una pandemia que golpeó especialmente a Castilla y León.

Dos años y medio de gobierno de coalición después, a Igea se le daba por amortizado dentro y fuera del partido por varias razones. La primera, su falta de sintonía con la dirección nacional. Y la segunda, su complicada relación con el PP. Ni Ciudadanos le habría dejado ser candidato, ni el PP lo quería en sus filas. Porque como vicepresidente, junto a la ya exconsejera de Sanidad Verónica Casado, fue severo respecto a las restricciones para hacer frente a la pandemia. Igea y Casado, dos médicos, dejaban poco espacio a la política o a la estrategia cuando se trataba de contener el virus. Pero es que, además, Igea y Mañueco se soportaban y nada más. Ninguno de los dos se fiaba del otro y el presidente estaba cansado de que su vicepresidente tuviese más protagonismo que él.

La prueba llegó el 20 de diciembre. Mañueco, que había dado su palabra a Igea de que no habría adelanto electoral y que lo repetía sin cesar cuando se le preguntaba en comparecencias públicas, adelantó las elecciones. Lo hizo mientras su entonces vicepresidente intervenía en un programa de radio y negaba tajante cualquier posibilidad de adelanto. Un día antes, en una entrevista también había sugerido que lo mejor para PP y Ciudadanos era concurrir a las elecciones de mayo de 2023 en coalición. “Hola Paco, que sepas que estás cesado, tú y todos tus consejeros, y que voy a convocar elecciones porque es lo mejor”. Mañueco se lo comunicó así, en una llamada tras esa primera intervención radiofónica de Igea. Pero es que minutos antes lo había anunciado en Twitter.

Igea, noqueado, intervino por segunda vez en ese mismo programa y se preguntó “en qué cojones” pensaba Mañueco para hacer algo así en semejante momento. Cesado, dio su última rueda de prensa en las Cortes anunciando a los periodistas que aquello no era el final. Lo repitió varias veces. Mientras el final llegaba o no, pidió su reincorporación al hospital. En esas andaba cuando se confirmó que sería candidato a la Junta sin necesidad de primarias. Puede interpretarse como un gesto de paz por parte de Inés Arrimadas, pero es una jugada más: no es el momento de retirar del tablero a quien puede defender la acción de gobierno y puede enfrentarse, de muchas maneras, al presidente Mañueco, pero además, si pierde, y los sondeos no son favorables a Ciudadanos, Arrimadas se habrá librado de él antes de lo que pensaba.

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