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El maqui Cisquet o la juventud de la república española en la tormenta europea

Cisquet y su amigo Jean Abonnenc fueron dirigentes y combatientes de la Resistencia.

Raül Valls i Lucea

11 de junio de 2018. Suena el timbre en una vieja casa del pequeño pueblo de Diè, en el departamento francés de La Dromme, no muy lejos de los Alpes. Michel Serrat, de 92 años, recibe un tanto sorprendido un paquete que proviene de España. Es un libro. Emocionado e incrédulo, lee el título: Cisquet, un maqui olotí. En los créditos, ve la dirección y el teléfono de la Asociación Catalana de Expresos Políticos del Franquismo, editora de la publicación, y el nombre de Carlos Vallejo, coordinador del trabajo.

En ese momento, Serrat fue hasta el teléfono y lo descolgó. Manteniendo la calma, fue marcando los números que había apuntado en su pequeño bloc de notas. Una voz en catalán se escuchó al otro lado: “Associació d’expresos, digui”. “¿El señor Carlos Vallejo?”, preguntó Serrat, y añadió. “Buenos días, soy el hermano de Cisquet”.

Francesc Serrat Pujolar, apodado Cisquet, nació en 1921 en Olot, una ciudad industrial de la provincia de Girona, en el seno de una familia obrera. Hijo de un albañil, Joan Serrat, que era un activo anarcosindicalista de la CNT, Cisquet vivió su infancia y adolescencia en los agitados y esperanzadores años de la Segunda República. Forma parte de aquella juventud de clase trabajadora que vio en el proyecto republicano la ilusión y los anhelos de libertad, democracia, educación, derechos laborales y sociales… Todo un programa de transformación social que quedó truncado cuando los que detentaban el poder, temerosos de perder sus privilegios, decidieron acabar con la experiencia democrática española con un golpe de estado que en pocos días se convertiría en una larga y sangrienta guerra.

Cisquet vivió con intensidad aquellos años de contienda bélica. Demasiado joven para combatir, aunque ese era su deseo, seguía a su padre en todos los eventos políticos de Olot. Su padre tuvo que dirigir el consistorio del municipio durante el triste de año de 1938, cuando la República se batía con la única esperanza de que el inicio de un conflicto internacional la salvara de una derrota militar cada vez más segura.

Exilio y residencia en Francia

Con el final de la batalla del Ebro, en noviembre de 1938, justo cuando Cisquet cumplía los 17 años, la Catalunya republicana se desmoronaba ante un ejército franquista mejor armado que nunca gracias al apoyo permanente de la Alemania de Hitler y la Italia fascista. La ofensiva del 23 de diciembre avanzó a pesar de la defensa de las mal armadas tropas republicanas. Con la caída de Barcelona el 26 de enero, la situación devino en caótica huida hacia la frontera. Al Ejército Popular se le unieron decenas de miles de civiles que huían del terror y de las anunciadas represalias. Entre ellas, la familia de Cisquet, que decidió el 2 de febrero que era hora de dejar Olot.

La frontera estaba cerca y emprendieron un duro camino de dos días andando a través de las montañas de la Alta Garrotxa hasta llegar al pueblo francés de Sant Llorenç de Cerdans (Vallespir). Allí se inició un periplo de separación familiar y de campos de concentración. La madre, Pilar, con los pequeños Paquita y Miquel, fueron llevados en tren hasta el departamento de La Dromme; Cisquet y su padre, internados en el campo de Argelers. Pasarían muchos meses antes de que la familia pudiera volver a reunirse en el pequeño pueblo de Luc-en-Diois, donde intentaron rehacer sus vidas.

Pero la tranquilidad no duró mucho para los Serrat-Pujolar y las decenas de miles de republicanos españoles en el exilio. En mayo de 1940, Francia fue ocupada por la Alemania nazi. A pesar de que la mayoría de los exiliados españoles quedaron en la llamada zona libre de forma inmediata, se convirtieron en en extranjeros indeseados. La familia Serrat-Pujolar fue expulsada de su pueblo de acogida y deportada al campo de Agde, donde permanecerá durante cuatro duros meses. Liberados del campo, regresaron a La Dromme.

Cisquet entró entonces en una de las famosas Compañías de Trabajadores Extranjeros que el gobierno de Vichy organizaba para aprovechar la fuerza laboral de los miles de republicanos que malvivían en el Mediodía francés. Fue allí donde empezaron para Cisquet los años de militancia en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y su progresiva incorporación a la lucha clandestina en la resistencia francesa. Como miles de republicanos españoles entre 1941 y 1944, puso su vida al servicio de la liberación de una Francia que los había recibido como huéspedes incómodos pero que ahora veía con buenos ojos la experiencia militar de aquellos “rojos españoles”. Sabotajes, emboscadas a unidades alemanas, salvamento y evacuación de pilotos aliados, Cisquet y miles de “guerrilleros”, como los llamaban sus camaradas franceses, se organizaron y combatieron en una lucha partisana que se extendió por todo el continente para contribuir a la derrota de la barbarie fascista.

1944, el año de la gran esperanza

1944 es sin duda el gran año para los republicanos españoles en Francia. Miles de guerrilleros controlaban las zonas fronterizas hostigando y expulsando a unas tropas alemanas en retirada. Cisquet participó, ya como teniente de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI), en la liberación de Foix, capital de l’Ariège, y en otras acciones militares. Pero los ojos de esos combatientes republicanos no miraban tanto a la Alemania ya derrotada como a España, que sometida a la dictadura fascista creían que debía el camino de Hitler y Mussolini.

El Partido Comunista Español preparó la Operación Reconquista de España, liberando el Valle de Arán para forzar a los aliados a facilitar la caída del régimen franquista. Cisquet, junto a su hermano Miquel, participaron en esa acción militar, que durante diez días le quitó el sueño al Franco y representó, a pesar del fracaso, el intento más serio de la resistencia antifranquista de derrocar el régimen y restaurar la República.

En diciembre de 1944, Cisquet se despidió de su familia y amigos y, dirigiendo un destacamento guerrillero, se infiltraron a través de la frontera para organizar la Agrupación Guerrillera de Catalunya. Las primeras semanas, con mucho frío y hambre y poca suerte, intentaron establecer bases en las cercanías de su Olot natal. Posteriormente se dirigieron a la zona interior de Tarragona, con el objetivo de contactar con los grupos de maquis que actúaban en esa zona.

Su situación se agravó al sufrir un fortuito choque armado donde murió el jefe de Falange de Reus. Se decidió entonces su reubicación a la ciudad de Barcelona para reforzar la guerrilla urbana. Pero a causa de la precaria situación de las redes clandestinas del PSUC y las JSU se produjo a finales de mayo de 1945 la detención de todo el grupo guerrillero de Cisquet, en medio de la caída generalizada de una parte importante de la organización comunista. En esa misma redada detuvieron al dirigente Jesús Monzón, uno de los artífices principales de la estrategia de reorganización PCE en el sur de Francia durante los años de la ocupación alemana y del intento de liberación de la Vall d’Aran.

Durante cinco largas semanas, Cisquet fue torturado en la Jefatura de la Vía Laietana, a lo que siguió su internamiento en la cárcel Modelo hasta la celebración del Consejo de Guerra. El 25 de febrero de 1946, con apenas 25 años, el joven maqui olotense Francesc Serrat fue ejecutado con otro guerrillero, Joan Arévalo. Para otros tres maquis, Josep Travé, Eduard Segrià y Joan Fortuny, la pena de muerte fue conmutada por penas de cárcel de 30 años.

Regreso a Olot

El 16 de febrero de 2019, después de 73 años de olvido y silencio, Cisquet volvió a Olot. Una placa colocada por el Ayuntamiento lo recuerda en la última casa donde la familia vivió antes de partir al definitivo exilio. Diversos actos durante el fin de semana recordaron su memoria y homenajearon a su hermano Miquel, superviviente de una generación sobre la que cayó una página de plomo de la historia.

La 'Comisión Cisquet', organizadora junto al Ayuntamiento de Olot de los actos de recuerdo, celebró la oportuna recuperación de la vida y la lucha de Cisquet en su ciudad natal. Más allá de la reparación y justicia histórica de poner luz sobre los derrotados y olvidados. “Hoy cuando las sombras de la extrema derecha y del fascismo vuelven a cernirse sobre Europa, el ejemplo del sacrificio en la lucha por la libertad, la democracia y la justicia social de jóvenes como Francesc Serrat Pujolar toma una funesta e imprevista actualidad”, reivindican desde la Comisión. Cisquet ha vuelto a Olot, para no volver a irse.

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