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Catalunya se prepara para afrontar el colapso sanitario con cientos de camas en pabellones y hoteles

Bomberos de Barcelona llevan camas al pabellón Vall d'Hebron para derivar pacientes leves

Pau Rodríguez

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Pabellones adaptados con cientos de camas para enfermos de coronavirus, hoteles que empiezan a ingresar pacientes leves, hospitales que meten camas de UCI en quirófanos y hasta bibliotecas aunque no haya respiradores suficientes... Esta era la foto de la Comunidad de Madrid hace una semana, a las puertas del colapso, y es la que se empieza a dibujar en Catalunya, la segunda comunidad más poblada de España, donde si bien los datos de positivos –poco útiles por falta de tests– se incrementan al ritmo que la media, los de fallecidos lo hacen a mayor velocidad.

El Govern trabaja en un escenario de saturación inminente y se afana en abrir unidades de cuidados intensivos a medida que escala el número de ingresados en estado grave. Mientras la conselleria de Salut y el Ayuntamiento de Barcelona tratan de anticiparse a la emergencia habilitando hasta 600 camas en cuatro pabellones deportivos, así como otras 500 en habitaciones de hotel, todos ellos en principio para pacientes leves, la cifra de fallecidos, 1.070, sube como pocas en España. Se ha multiplicado por 3 en los últimos tres días, según datos del Ministerio de Sanidad, o por 2,6 según los de la Generalitat. Sea como sea, un crecimiento superior al de Madrid, que se ha moderado, y la mayoría de comunidades autónomas.

Para contener la avalancha, desde el Departamento de Salud aseguran que llevan días trabajando en el “reparto de flujos asistenciales” para concentrar los pacientes críticos en los hospitales, dejando los leves para los domicilios, clínicas privadas, hoteles, pabellones o incluso residencias vacías, según el caso. La red ha triplicado sus camas de UCI hasta alcanzar el jueves las 1.400 y subiendo, según la Generalitat –que nunca ha dado la cifra de partida–. De estas, el viernes 1.324 estaban ya ocupadas (la gran mayoría con necesidad de respiración mecánica invasiva).

La cercanía del colapso es sin embargo difícil de predecir, y los datos de la propia Generalitat son muy variables. Un documento interno del Departamento de Salud que trascendió esta semana y del que se destacó el escenario más devastador –hasta 13.000 muertos y un confinamiento hasta junio–, recogía que el número de camas de cuidados intensivos era, a día 24, de 878, ocupados en un 76% por pacientes de COVID-19. Ese informe advertía ya de la situación límite de algunos hospitales, que alcanzaban una ocupación de pacientes críticos cercano o superior al 90% o incluso al 100%. Entre ellos, el Sant Pau i Santa Tecla de Tarragona, el Hospital de Terrassa, el Sant Pau y el Clínic de Barcelona o Can Ruti, de Badalona.

De ahí que la Generalitat se haya afanado en dotar sobre todo a los grandes hospitales de “espacios de apoyo”, en palabras de la consellera Alba Vergés. Se trata de cuatro hospitales de campaña en pabellones municipales, con una capacidad conjunta de 600 camas para esponjar los hospitales Vall d'Hebron, Clínic, Sant Pau y Mar. Este jueves se empezó a habilitar el primero, el CEM Olímpic, en una tarea que involucra también a los Bomberos de Barcelona y a Médicos sin Fronteras. Todo el operativo logístico está bajo el mando único de la gerente Marta Clari.

Muchas más camas, pero ¿y los respiradores?

Para dar muestra de su capacidad de reacción frente a la epidemia, desde Salut ponen como ejemplo el Vall d'Hebron, el más grande de Catalunya, que trabaja para pasar de sus 54 camas de críticos actuales a 228 para combatir el pico de contagios en las próximas semanas. Por ahora lleva 72 nuevas habiendo abierto la antigua UCI y transformado las unidades de varias plantas, entre ellas las de reanimación, recuperación de anestesia y traumatología y quemados. Además, deriva ya pacientes leves a hoteles como el Cotton House y privadas como la clínica Delfos.

Sin embargo, la realidad de estos planes de contingencia que se cambian día a día es algo más compleja e intrincado, sobre todo porque no es solo una cuestión de vaciar estancias para meter camas. Por ejemplo, en el Germans Trias i Pujol de Badalona también han habilitado plantas enteras y hasta la biblioteca. Ya traspasan pacientes a la privada Institut Guttman, que abrirá hasta un pabellón para medio centenar de camas, y al hotel Rafael Hoteles. Pero el gran el problema es de material. “Los respiradores llegan con cuentagotas”, detallan fuentes de los trabajadores.

Tras aprovechar todas las camas con equipos de ventilación, este hospital prepara casi 80 camas entre la biblioteca y una unidad de rehabilitación, pero no está claro que todas ellas vayan a tener respiradores. “Llegan dos o tres al día”, resumen, y advierten de una posible saturación del sistema de provisión de oxígeno, cuyo tanque se llenaba semanalmente y ahora ya casi a diario.

El temido triaje de pacientes, que ha de llevar a los médicos intensivistas a decidir a quién intuban en función de su esperanza de vida, no es algo que esté ocurriendo de forma generalizada, aunque se asume que pronto llegará. Y no solo para las UCI. También los técnicos de ambulancias del Servicio de Emergencias Médicas (SEM) han recibido recomendaciones de carácter ético esta semana para actuar ante la falta de recursos para todos los pacientes. En ella se abre la puerta a facilitar el tratamiento en su residencia a aquellos de pronóstico irrecuperable.

La otra gran preocupación de los profesionales es la ya conocida falta de equipos de protección individual, aunque ni es este problema exclusivo de Catalunya ni empieza a ser novedad. “Las mascarillas quirúrgicas se están esterilizando después de que las usen los profesionales y las familias, ¿cuántas veces se podrán esterilizar?”, se pregunta un sanitario del Hospital de Sabadell. Las FFP2 y FFP3 las tienen que conservar durante días. Según el Ministerio de Sanidad, esta misma semana se han enviado a diario remesas de entre 60.000 y 100.000 mascarillas, pero la escasez es generalizada, sobre todo en atención primaria.

Igualada y Barcelona, los dos grandes focos

La incidencia de la epidemia en Catalunya no es homogénea, sino que hay dos grandes focos con una mortalidad muy superior al resto. Por regiones sanitarias, la de Barcelona –que incluye la capital, área metropolitana y comarcas circundantes–tenía el jueves 10,5 fallecidos por cada 100.000 habitantes, y la de la Catalunya central, 13,6, ambas muy por encima de la tercera más afectada, Girona, con 5. Por comparar, se trata de niveles de mortalidad todavía lejos de Madrid (31,3) o Álava (28,8), pero ya iguales a los de la Rioja (13,6), muy golpeada inicialmente.



Si en Barcelona esta semana ha sido clave para la movilización de recursos de apoyo a los hospitales, conscientes las autoridades sanitarias de que la curva los desbordará, en la Conca d'Òdena esto es ya una realidad desde hace mucho más. Confinados desde el pasado 13 de marzo, son precisamente sus 65.000 habitantes los que hacen que la mortalidad en la Catalunya central se dispare. Solo en Igualada han fallecido ya 57 personas, de un total de 395. Este centro, que fue víctima de un brote descontrolado de coronavirus, llegó a tener casi 300 sanitarios fuera de juego por enfermedad o aislamiento, aunque ahora se han reducido a 140.

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