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Los cuatro escenarios posibles que se plantean los partidos catalanes tras las elecciones

Illa, Carrizosa, Aragonès y Borràs, cuatro de los candidatos a las próximas elecciones catalanas

Arturo Puente

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A todos los políticos les gusta decir durante la campaña que no avanzarán los posibles juegos de alianzas hasta que no haya resultados, pero la realidad es que todos los partidos intentan adelantarse a lo que sucederá el día después y analizan escenarios probables con mucha antelación. Estas elecciones catalanas, que están más abiertas de lo que se podía imaginar, no son una excepción. Los partidos catalanes llevan semanas haciendo cábalas en base a encuestas y 'trackings' internos.

Aunque los dirigentes políticos arriman el ascua a su sardina y todos tienden a verse ganadores, los partidos tratan a contestar a cuatro preguntas principales: ¿El independentismo mantendrá o reforzará su mayoría, tal como prevén todas las encuestas? ¿Pere Aragonès conseguirá mantenerse líder durante el mes y medio que queda? ¿Sumarán mayoría entre ERC, PSC y 'comuns', lo que según afirma Junts se convertiría casi automáticamente en un tripartito? ¿O acaso, tal y como avisa ERC con la boca pequeña, los números darán para que Junts y el PSC emulen en la Generalitat el pacto de la Diputación de Barcelona?

A partir de estas cuestiones, los partidos han dibujado los cuatro escenarios más probables, sobre los que hacen propuestas, pronósticos y encajes de alianzas. Son los siguientes.

Victoria de ERC y un refuerzo del independentismo

Es la situación que prevén prácticamente todas las encuestas, tanto las que realizan organismos públicos como el CIS o el CEO, como las contratadas por diferentes medios. Según estos sondeos, el candidato republicano adelanta en más de cinco escaños a Junts y, gracias al crecimiento de la CUP, el independentismo podría sumar más representantes que en las últimas elecciones. Uno de los fetiches del movimiento independentista es superar el 50% de los votos, algo que tampoco se descarta, aunque cada partido soberanista interpretaría esta circunstancia de diferente forma.

En ERC consideran que el escenario de su victoria es el más probable y sobre ello trabajan como principal hipótesis. Sin embargo, la mala experiencia de las elecciones de 2017, cuando acabaron quedando 12.000 votos por detrás de JxCat pese a que las encuestas les pronosticaban por delante, hace que en la casa republicana sean muy cautelosos. La consigna del equipo de campaña es clara: ni una celebración antes de tiempo, porque las elecciones no se ganan hasta que se cuentan los votos.

Una de las derivadas de este escenario es que, si ERC va por delante de Junts, aritméticamente es difícil que no sume mayoría absoluta junto al PSC y los 'comuns'. Aunque desde Esquerra han ahuyentado una y otra vez la idea de un nuevo tripartito, asegurando que no pactarán de ninguna forma con los socialistas, la amenaza de un gobierno más escorado hacia la izquierda en vez de configurar un bloque independentista es una de las palancas electorales de Junts. En la formación de Laura Borràs esgrimen con claridad este argumento, asegurando que la garantía de que siga habiendo un Consell Executiu formado únicamente por consellers partidarios de la secesión es que ellos ganen las elecciones.

Para contrarrestar esta idea, Aragonès ha enseñado sus preferencias en cuanto a alianzas. Según ha indicado, si gana ofrecería un pacto amplio que incorpore al conjunto del soberanismo, es decir, a Junts, 'comuns', CUP y PDeCAT. Varios de los invitados se desmarcaron pronto de esta propuesta, como En Comú Podem, que se definió como incompatible con la derecha, o el PDeCAT, que hizo lo mismo respecto a los anticapitalistas. Pese a la maraña de vetos, lo que nadie discute es que si el independentismo suma, la alianza de ERC y Junts volverá a ser la primera opción que exploren.

Borràs da la vuelta a la carrera y Junts llega primero

No hay ninguna encuesta que lo haya pronosticado hasta el momento. Pero tampoco en 2017 los sondeos captaron como, en mitad de la campaña, la lista de Puigdemont daba un sorpaso por la mínima a los de Junqueras, con los votos suficientes para entrar en el Parlament dos escaños por delante. Aquellos 12.000 votos cambiaron la legislatura pues, según el pacto alcanzando con ERC, hicieron que JxCat tuviera “derecho” a proponer el nombre del president.

Es aquella la gesta que ahora quiere repetir Junts, que sale claramente por detrás en las encuestas, pero que asegura poder remontarlas gracias a la acumulación de nombres que hacen vibrar al independentismo más movilizado. En las primarias de la formación para elegir a su candidata presidenciable arrasó Borràs. Después de eso, Joan Canadell, un candidato polémico pero que encanta a las bases de la formación, obtuvo la segunda plaza efectiva. A ese equipo se sumó finalmente Carles Puigdemont, que aseguró que acudía encabezando la lista para ayudar a que Borràs llegase a la presidencia.

Con todo, tras la victoria del partido de Puigdemont podría aparecer un obstáculo que algunos sectores comienzan a señalar: la CUP. Si Junts y ERC no suman los ansiados 68 escaños que nunca han conseguido hasta el momento, esta vez podrían no tener la colaboración de la izquierda anticapitalista. En algunos círculos 'cupaires' se considera un error no haberse opuesto a la investidura de Quim Torra, y de hecho han practicado una oposición activa en la última parte de la legislatura. Si se diera esa situación, una candidata como Borràs tendría pocas opciones de conseguir apoyos alternativos, por muy ganadora de las elecciones que fuera. Los 'comuns', por ejemplo, ya han dado abundantes señales de que estarían dispuestos a ayudar en una investidura de Aragonès, pero nunca prestarían sus votos de un miembro de Junts.

Además, igual que Junts fustiga a ERC hablando de un posible tripartito, los republicanos se la devuelven señalando a la Diputación de Barcelona. En aquella poderosa institución supramunicipal los de Puigdemont gobiernan con el PSC, habiéndole dado la presidencia a los segundos. Una alianza poco natural y por conveniencia que en Esquerra aseguran que sus hasta ahora socios repetirán en el Govern si los números se lo permiten.

Victoria del PSC gracias al 'efecto Illa'

“A Illa le hemos hecho media campaña los rivales saliendo todos a hablar sobre él”, se lamentaba la semana pasada en privado un dirigente independentista. El inesperado cambio de cabeza de cartel socialista ha suscitado horas y horas de reacciones por parte de todos los partidos, por lo que el ministro de Sanidad ha acabado protagonizando buena parte de la precampaña. El PSC tiene confianza y buenas perspectivas ante su maniobra, asentada sobre encuestas que señalan que el ministro estaba mejor valorado que Miquel Iceta. En la última, publicada ayer mismo en El Periódico, se da ganador al PSC por el 'efecto Illa'.

Con todo, incluso fuentes socialistas reconocen que una victoria rotunda de Illa si bien es posible, es bastante complicada. Para que ocurriera deberían combinarse a la vez varios factores, como que el PSC se comiera más de un tercio del voto de Ciudadanos, que el ministro resultase competitivo también entre cierto electorado soberanista y que ERC llegase a la jornada electoral mucho más debilitada que lo que dictan la encuestas. E incluso si se dieran todas esas condiciones, el PSC podría tener en la mano una victoria en votos pero no en escaños debido a la ley electoral, que sobrerrepresenta las circunscripciones que no son Barcelona.

Pero las matemáticas nunca han sido un obstáculo para los discursos de campaña y los socialistas han apostado por dotar a Illa de aura presidencial. Iceta se refirió a su candidato directamente como el “presidente Illa”, durante el día de su presentación. El propio ministro abona esta imagen anunciado sus preferencias si tuviera que formar Govern. Según ha remarcado, su apuesta es por un ejecutivo compartido con los 'comuns' y sin ERC. Una opción que no acaba de gustar a En Comú Podem, que preferirían hablar de un tripartito de izquierda y transversal en la agenda nacional.

Apartar al independentismo del Palau ya era una promesa de Iceta, que ahora ha hecho suya su sucesor. “No formaremos parte ni apoyaremos, directa o indirectamente, a ningún gobierno independentista”, había afirmado Illa en una entrevista a EFE unos días antes de su nombramiento como candidato. Pero los socialistas son conscientes de que, si quieren volver al Govern una década después, será prácticamente imposible hacerlo sin algún tipo de alianza con independentistas.

El bloque independentista pincha y no suma

No es una opción que aparezca en ninguna encuesta. Ni siquiera puede decirse que haya indicios en esta dirección. Es un escenario que podría calificarse de remoto. Y, sin embargo, siempre está allí. El bloque independentista, formado por Convergència y sus sucesores, ERC y los anticapitalistas de la CUP, vienen sumando más de 68 diputados desde el año 2012. Pero todos los partidos son conscientes de que esta situación podría cambiar de forma sorpresiva por una deshinchada súbita del movimiento. Aunque, si esto ocurriera, nada garantiza la gobernabilidad.

Quien más cerca de conseguir esto estuvo fue Inés Arrimadas en 2017, cuando logró ganar las elecciones pero sin poder erigirse en alternativa para evitar un gobierno independentista. La líder de Ciudadanos lo hizo gracias a una movilización récord y a una polarización con la que consiguió arañar cada voto en disputa con el PSC y dejar al PP reducido a su mínima expresión. En estas elecciones el bloque contrario a la independencia probará la fórmula opuesta: una fragmentación inédita, con hasta cuatro partidos compitiendo en el mismo espacio, si se cuenta con la anunciada irrupción de Vox.

De forma aún más pronunciada de lo que ocurre a nivel español, la presencia de la extrema-derecha en el bloque no independentista es un obstáculo importante para la cohesión de ese bloque. Ni siquiera en el remoto caso de que el secesionismo se desplomase sería fácil ver una alianza alternativa. Otra cosa es que eso supondría la ruptura de los bloques y las alianzas entre independentistas y no independentistas para hacerse con la mayoría de gobierno podrían convertirse en moneda corriente de la política catalana.

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