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Desconcierto entre los hosteleros catalanes: “Si hay que parar, lo hacemos, pero que paren también nuestras facturas”

El restaurante Lluritu de Barcelona, este jueves al mediodía.

Pol Pareja

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A Marc Benedicto, propietario del restaurante El Racó de La Garriga, le han llegado este jueves dos cajas con centenares de ostras que seguramente acabará regalando. Las pidió el pasado martes por la mañana a Francia, cuando todavía no sabía que debería cerrar su restaurante, y le han llegado a falta de pocas horas para hacer su último servicio. “Pensaba que si había restricciones serían parciales o solo para las zonas con más afectación”, señala en conversación telefónica desde este municipio del Vallès Oriental de 16.000 habitantes. “Lo que seguro que no esperaba era que esto vendría de un día para el otro”.

Como a Benedicto, las restricciones anunciadas por el Govern el miércoles al mediodía han pillado a la mayoría de restauradores con el pie cambiado. Algunos se ven con mucho producto que no saben cómo vender en 24 horas. Otros se quejan de la falta de concreción sobre las ayudas para el sector y señalan que la medida llega en muy mal momento, a falta de solo cinco días para pagar sus impuestos y con solo un mes de margen para abonar los que tienen pendientes del segundo trimestre de 2020, que se les aplazó durante el primer confinamiento.

“Yo creo que si debemos parar por un tema de salud pública pues paramos, no tenemos ningún problema con esto”, comenta Francesc Gimeno ‘Mandu’, propietario de dos locales –Sant Antoni Gloriós y Nomad Road– en Barcelona. “Lo que no tiene sentido es que nosotros paralicemos nuestra actividad pero nos sigan cobrando agua, gas, luz... Que nos paralicen también esto”. Solo en alquileres de sus dos locales, este restaurador debe abonar más de 3.000 euros al mes. El martes, ante las filtraciones de que obligarían a cerrar restaurantes y bares, mandó paralizar todas las comandas de comida.

“La semana pasada se hablaba de levantar restricciones y de abrir las barras de los bares y de golpe nos obligan a cerrarlos todos”, explica Roger Pallarols, director del Gremio de Restauración de Barcelona, que también exige soluciones para los gastos fijos que los restauradores continuarán teniendo. “Es intolerable que nos cierren sin que vaya acompañado de medidas complementarias para el sector”, remacha.

“Han tenido cinco meses para pensar una solución, ya tenían claro que habría un rebrote”, apunta Pol Puigventós, uno de los propietarios de la marisquería Lluritu en el barrio de Gràcia de la capital catalana. “¿Por qué no anuncian las ayudas para el sector el mismo día que dicen que debemos cerrar?”, se pregunta este restaurador, que en sus dos locales emplea a 20 personas. “No sabemos nada”, añade Benedicto, del restaurante de La Garriga, cuya comanda de producto fresco de esta semana sumaba casi 3.000 euros. “Ni sobre las ayudas ni sobre en qué situación quedan nuestros trabajadores”.

Cuando a principio de semana empezaron los rumores sobre nuevas medidas que afectarían a la restauración, Puigventós también pensó que las restricciones irían dirigidas a una reducción del aforo. En ningún momento se plantearon que les obligarían a cerrar por completo. “Hemos tenido que cambiarlo todo de golpe, vamos solucionando los marrones de uno en uno”, lamenta.

Ante la posibilidad de tener que lanzar todo el producto fresco que venden en la marisquería, estos jóvenes hicieron una llamada a través de las redes sociales para no tener que tirar todo el producto. La respuesta ha sido abrumadora y finalmente han tenido que comprar más comida de la que tenían prevista. “Al final se ha girado la tortilla y hemos pasado de plantear un último día flojo, recogiendo todo, a tener todo reservado y esperamos facturar como si fuese un viernes”. Aún así, la respuesta de su clientela no disipa los nubarrones sobre el futuro y se plantean tomar medidas para intentar reducir el alto coste del alquiler de sus locales. 

Después de una primavera harto complicada, los restauradores consultados observan como el peso de las nuevas restricciones cae sobre sus hombros. También temen que las restricciones no duren 15 días sino que se alarguen mucho más, tal y como ocurrió el pasado marzo. De mientras, se reorganizan a toda prisa para ofrecer un servicio de comidas para llevar, sin poder calcular bien cuál va a ser la demanda. Lo único que reclaman, por ahora, es concreción en las ayudas. “Que no nos vengan con un crédito ICO”, se queja ‘Mandu’, del Sant Antoni Gloriós. “No podemos sumar más deudas a lo que ya tenemos”.

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