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'Dones en Xarxa' promueve los derechos de las mujeres y apuesta por su empoderamiento usando las TIC. Cree en el potencial de internet para alcanzar la igualdad efectiva.

¿Liderazgos femeninos o feministas?

Sara Berbel

Sara Berbel, doctora en Psicología Social y directora de Empowerment Hub

La ONU calcula que no habrá igualdad hasta el 2468, según explicó magistralmente Amelia Valcárcel en el Congreso Feminaria del Mediterráneo celebrado recientemente en Tarragona. Sin duda una mirada general mostrará que se han producido avances, pero a cada paso hacia adelante le suceden dos en retroceso. Las mujeres sufrimos con frecuencia la desolación del antiguo héroe Sísifo que fue castigado por los dioses a empujar una enorme losa hasta la cima de una colina sin lograr nunca su empeño.

Si nos parece intolerable esperar a esa fecha, sugiero que dejemos de enredarnos en cuáles son mejores liderazgos, si femeninos o masculinos, ineludiblemente teñidos de deseos y estereotipos, y abordemos la auténtica cuestión: independientemente del sexo, solo los liderazgos feministas avanzarán en la igualdad.

Existe una tendencia general a pensar que las mujeres, al ser directamente afectadas por la discriminación, serán las primeras defensoras de las políticas de igualdad y abanderadas del feminismo. Sin embargo, todos los estudios llevados a cabo al respecto muestran que esa creencia es errónea. Las mujeres, como resultado de una educación profundamente patriarcal, incorporan en su vida los valores fundamentales de nuestra sociedad, diferenciándose muy poco de los que reciben los hombres en cuanto al rol que deben desempeñar unas y otros.

Del mismo modo, se observa una elevada expectativa en cuanto al hecho de que la presencia de mujeres en puestos de decisión cambiará la sociedad ya que se supone que ejercerán liderazgos diferentes a los que estamos habituados. Se espera de ellas que actúen de acuerdo al rol para el que han estado educadas, a saber, comprensión, sensibilidad, trabajo en equipo, emocionalidad y, una vez más, promoción de mujeres y defensa de sus derechos. Sin embargo, también aquí los estudios objetivos enfrían esa percepción, cuando no la desmienten completamente. No voy a citar la retahíla de investigaciones que, desde la Psicología Social muestran estos extremos, aunque cualquiera de los metaanálisis de la Dra. Isabel Cuadrado les conducirá a ellos. Creo que bastará con un sencillo repaso, a modo de anécdota, a los líderes actuales de los partidos políticos en nuestro país. Entre los hombres, analicemos el modelo de liderazgo de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Angel Gabilondo, Pablo Iglesias, Albert Rivera, Luis García Montero o Alberto Garzón. Entre las mujeres, detengámonos en el modo de actuación de Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría, Esperanza Aguirre, Susana Díaz, Rosa Díez, Ada Colau o Carme Forcadell. ¿Podemos realmente adscribir rasgos transformacionales, consensuadores y feministas a las mujeres citadas y autárquicos, individualistas y “dictatoriales” a los hombres? Es fácilmente observable que la diversidad entre sexos es muy amplia y que, en consecuencia, pueden hallarse varones con liderazgos democráticos, horizontales y centrados en la persona pero también mujeres autoritarias y personalistas.

El hecho de nacer mujer, es decir, el sexo biológico, no presupone ningún tipo de valor ni ideología, como tan lúcidamente señaló Simone de Beauvoir. Tampoco induce, en consecuencia, a ningún tipo de liderazgo específico. Es cierto que la educación diferencial en la negociación y centrada en la relación puede facilitar en algunas mujeres liderazgos más transformacionales, pero todavía no hay suficientes datos (ni mujeres en puestos de decisión) que aporten diferencias estadísticamente significativas. La conciencia política y social no es congénita sino que se adquiere con el paso del tiempo y a partir de las elecciones que realizamos a lo largo de nuestras vidas; un proceso de maduración y desarrollo que supone un reto tanto para hombres como para mujeres.

Por otro lado, el feminismo no es un sentimiento ni una emoción, pese a las grandes dosis de pasión que suelen acompañar a quienes lo defienden, sino una voluntad de actuación política, una ideología para el cambio social. Ello implica que la igualdad solo llegará de la mano de líderes y lideresas (como le gusta decir a la maestra Marcela Lagarde) que tengan profundas convicciones en torno a la igualdad de los seres humanos, que estén determinados a luchar con valentía por ellas y que lo hagan de forma colectiva y no individual, empoderando a la población y fortaleciendo a la democracia. La igualdad necesita imperiosamente liderazgos feministas.

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