El Viejo Topo, la revista que una generación entera llevó bajo el brazo por los pasillos de las universidades españolas durante la transición, cumple cuarenta años y lo hace para reivindicar el espacio de pluralidad con el que nació en 1976. Eran los años del “Teorizad, teorizad malditos” de Manuel Vázquez Montalbán, de la subversión de la cultura, de Ajoblanco, de la edición española de Monthly Review, del Materiales de Manuel Sacristán... Un espacio para que “todos los que tenían inquietudes culturales y políticas”, en palabras del profesor y activista Jordi Mir, pudieran expresar sus propuestas. La revista alcanzaría tiradas de 50.000 ejemplares y se convertiría en símbolo de una época.
“El Viejo Topo se dirige a quienes no se conforman con lo que las cosas parecen y quieren saber lo que las cosas son”, ha señalado Miguel Riera, editor y director de la revista. Riera es el único de la dirección tripartita fundacional, junto a Claudi Montañá y Jorge Sarret, que sigue al frente de la publicación desde que apareciera en octubre de 1976. Con valientes planteamientos rupturistas cuando aún se temía por la reacción del búnker franquista y la debilidad de Adolfo Suárez, y con notable grosor intelectual salpicado por la filosofía libertaria y los incipientes movimientos pacifistas y feministas, El Viejo Topo resistiría, en una primera etapa, hasta 1982, para renacer en 1993.
Más de mil libros después, El Viejo Topo sigue en pie. No ha sido fácil. “En los ochenta la mayoría de las publicaciones afines habían desaparecido, y las expectativas de cambio se habían desvanecido”, recuerda Víctor Ríos, colaborador de la revista. Dos etapas distintas a las que la revista rinde ahora homenaje con la edición de un número especial con los “Siete momentos del Topo” y un recorrido a través de veinte libros que han marcado la historia de la editorial. Dos etapas que ilustran a la perfección el cambio cultural de la sociedad durante estas décadas: “En la primera la gente llevaba la revista bajo el brazo para que se viera, era un signo, un mensaje. Ahora desgraciadamente ser culto no tiene ningún valor añadido”, sentencia el director y editor del proyecto Miguel Riera.
A pesar de las dificultades, el objetivo con el que El Viejo Topo nació hace cuarenta años sigue más vivo que nunca: cavar. Cavar entre los laberintos subterráneos de la política, la cultura y la sociedad para sacar a la luz todo aquello que no se publica en los medios tradicionales. Cavar porque los retos siguen siendo los mismos, aunque el mundo haya cambiado por completo. Cavar para que estos cuarenta años de resiliencia cultural, activismo, experiencias y cultura (mucha cultura) sean solo el principio. Con cuatro sellos editoriales (El Viejo Topo, Montesinos, Biblioteca Buridán y Piel de Zapa), dos revistas (El Viejo Topo y Quimera) y un portal en línea (Topo Express), El Viejo Topo se reposiciona para dar cabida a las inquietudes culturales, sociales y políticas de los ciudadanos de hoy. Y promete “seguir cavando.”
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