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El historiador que ha estudiado cómo el nazismo lo corrompió todo: “Hoy es un milagro que las democracias resistan”

La carrera de Rees incluye documentales exitosos para la BBC

Oriol Solé Altimira

Barcelona —
10 de octubre de 2025 22:20 h

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El célebre historiador y documentalista británico Laurence Rees (Ayr, Escocia, 1957) admite que sus amigos y familiares lo tildan de “pesimista”. Tal vez lo sea, pero tiene fundamento: una exitosa carrera dedicada al estudio del nazismo le ha servido para publicar En la mente nazi (Crítica), un libro que contiene 12 advertencias valiosas, a modo de capítulos, sobre cómo el régimen de Hitler acabó con todo.

En una videoconferencia con elDiario.es, Rees, didáctico y honesto, rechaza comparar la situación actual de cualquier país o a cualquiera de los nuevos líderes autoritarios que emergen en los cinco continentes con el III Reich. Pero sí ve ciertos paralelismos en algunas formas de actuar de la extrema derecha de ayer y de hoy, como la difusión de teorías conspiranoicas, la división entre el “ellos o nosotros” o la obsesión por generar un clima de miedo y terror entre la población para asegurarse el poder.

El ensayo de Rees, además de testimonios inéditos de militantes nazis y de argumentos históricos, políticos y económicos, aporta una perspectiva psicológica, con entrevistas a expertos y citas a varios trabajos académicos, que ayudan a comprender, por ejemplo, por qué tantos jóvenes terminaron seducidos por el nazismo.

Si algo fue determinante en el ascenso y consolidación de un fracasado pintor de origen austríaco, incide el historiador, fue la connivencia de la élite política, cultural y empresarial alemana con el dictador: “El presidente Hindenburg pensó que podría controlar a Hitler porque era estúpido, y con él una vez en el poder, el empresariado vio que podía seguir haciendo negocio”.

“Realmente, es bastante increíble y fantástico que tengamos democracias, porque hoy es un milagro que resistan”, reflexiona Rees. Sin dar nombres concretos, pero que todo el mundo puede imaginar, el historiador advierte de los peligros de captura de las libertades básicas: “¿Si eres rico y poderoso, por qué te interesaría mantener una democracia? ¿Por qué no apoyar una figura que asegure tus beneficios e impida que un partido opositor te suba los impuestos?”.

Productor y director creativo de la BBC en programas de historia y autor de éxitos como El oscuro carisma de Hitler (Crítica, 2013) o El holocausto (Crítica, 2017), Rees destaca las señales a las que hay que estar atentos respecto a la degradación actual de las democracias: “Primero se crea una atmósfera de 'ellos contra nosotros', después se ataca a los periodistas y a los jueces y al Estado de Derecho, para pasar directamente a la detención de los enemigos. Es la forma de socavar las democracias”.

Si algo ha extraído Rees de sus centenares de entrevistas (incluida la de un exoficial de la SS) y sus muchas horas en archivos es que no podemos dar nuestras libertades por descontadas, como si siempre hubieran estado allí. “Todo es frágil; con frecuencia, mucho más frágil de lo que creemos”, admite el historiador.

“Una y otra vez me he encontrado con personas asombradas por la rapidez con la que su mundo cambió: desde los alemanes devastados por el hundimiento económico de los primeros años de la década de 1930, hasta los judíos húngaros que no podían dar crédito a la rapidez con la que la llegada de los nazis destruyó sus vidas”, escribe Rees en el libro, a modo de epílogo.

¿Qué puede hacer un ciudadano para no caer en la amnesia ante el auge de los nuevos totalitarismos? “El camino a seguir pasa por estar alerta ante la más mínima señal de que algo malo está sucediendo en nuestra sociedad y, a la vez, ser conscientes de que individualmente no podremos solucionar nada”, asevera.

De lo contrario, advierte Rees, es fácil caer en algo que Hitler “captó intuitivamente, pero con gran éxito”: la facilidad con la que, tanto individualmente como sociedad, podemos caer en despojarnos de nuestras responsabilidades (o nuestra culpa) para señalar a un enemigo externo.

“Señalar a otro para que todo siempre sea culpa de alguien que no seas tú puede proporcionarte un inmenso poder”, ahonda Rees, que pone como ejemplo, además del racismo y la xenofobia extremas que los judíos recibieron del III Reich, la negativa de Hitler a admitir que Alemania perdió la I Guerra Mundial (el dictador expandió la teoría conspirativa de que los alemanes fueron traicionados por enemigos internos), o la culpabilización de la democracia como causa de todos los males del país.

“Hemos perdido una visión común sobre lo que es verdad y lo que no, y esto es terrible”, agrega el historiador. “Seguir mintiendo y negarse a aceptar la responsabilidad o la culpa puede llevar a una posición sorprendentemente poderosa. No hay ser humano en el mundo que no cometa errores, pero para líderes como Hitler todo siempre es culpa de alguien, nunca de ellos”, asevera.

Sobre la amnesia posterior de muchos alemanes (ya fuera real o fingida para no terminar en un proceso de depuración), Rees la relaciona con las apelaciones emocionales con las que Hitler y la red de propaganda nazi martilleó a la población. “Hay un elemento como de hipnosis cuando se reciben tantos impactos emocionales de un líder, que son mucho más poderosos que las apelaciones a nuestro intelecto y nuestra razón”, expone el historiador. “Se genera un tipo de fe ciega, casi religiosa”.

De entre todos estos impactos, Rees destaca dos, el miedo y el odio. “Son un agente aglutinante extraordinario para crear una convicción de grupo para estar juntos y, a la vez, creernos amenazados”. Ha pasado casi un siglo y hay mensajes que mantienen una inquietante capacidad de convicción entre la población.

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