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Largas colas para hacerse una PCR antes de Navidad: “Así voy más tranquila a casa de mis padres”

Una cola para hacerse pruebas de COVID-19 en el laboratorio Unilabs, en Madrid

Pau Rodríguez

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“Uf… No sé si voy a esperar tanto. ¿Cuánto son? ¿Una hora y media?”. Sonia Mayor, de 34 años, observa como unas 80 personas, una larga cola que dobla la esquina, la separan de la puerta de los laboratorios Echevarne, en Barcelona. Detrás de ella, un joven australiano, Álex, que viaja el día 25 a su país, lo confirma: “He llamado y me han dicho que había una espera de unas dos horas. Hace dos meses vine y había la mitad de gente”.

Los laboratorios y clínicas privadas que ofrecen pruebas PCR y test de antígenos están haciendo su particular agosto en los días previos a la Navidad. En las que funcionan sin cita previa, como Echevarne, se constata al ver cómo las colas se han alargado en los últimos días. En las que piden reserva, la mayoría, se comprueba en sus webs, donde ya no hay horas para solicitar un test esta semana, o llamando a centralitas, que suelen estar colapsadas. Es la última muestra del jugoso mercado sanitario que ha crecido al margen de la sanidad pública con las pruebas de detección del coronavirus.

A las 8:30 y con casi dos horas de espera por delante, Sonia Mayor explicaba que decidió hacerse una PCR porque estuvo recientemente con una amiga que se ha tenido que aislar por haber sido contacto de un positivo. “Me la hago por si acaso y porque estos días veré a algunos familiares y quiero ir sobre seguro”, explica. Es decir, que si no fuera porque son estas fechas, aclara, probablemente no hubiese optado por gastarse los 120 euros que le cuesta una PCR en este centro. 

A la misma hora y a las puertas de la misma empresa pero en Madrid, la cola era más larga si cabe. Manuela llegó a las 7:45 a la sede de la calle Villanueva para hacerse un test de antígenos, pero desistió cuando le dijeron que la espera era de tres horas. “Quería hacerme el test antes de ir a Galicia a pasar las Navidades en familia, porque he estado viajando por trabajo. No tengo síntomas ni he tenido, pero así me quedaría más tranquila”, aseguraba esta mujer. 

El aumento desbocado de la demanda de PCR y test de antígenos es difícil de calibrar más allá de las colas y el colapso de las citas previas, puesto que las firmas no ofrecen datos. QuironSalud, con cuatro clínicas en Barcelona, tenía todos los horarios llenos hasta el día 28. Quien sí los ofrece es la aseguradora Mapfre, que a través de su plataforma Savia deriva a clientes a los distintos laboratorios y clínicas. En los últimos quince días han multiplicado la actividad un 300% en Madrid y Barcelona. “Con la llegada de las fiestas navideñas la demanda ha crecido de manera exponencial”, constata el CEO de la firma Pedro Díaz Yuste. 

El boom se ha producido a pesar de que las autoridades sanitarias siempre han sido muy cautas a la hora de aconsejar que la población se haga tests de antígenos o PCR antes de determinadas reuniones sociales. Más bien, lo han desaconsejado por la sensación de falsa seguridad que puede generar. Lo explicaba así a elDiario.es el secretario de Salud Pública de Catalunya, Josep Maria Argimon: “Si lo haces para encontrarte con 14 personas de cuatro burbujas y relajar medidas, no. Si lo haces como algo adicional, perfecto”. 

Esto no ha impedido sin embargo que muchas empresas hayan publicitado ofertas navideñas de tests de coronavirus con mensajes que apelan a las emociones y a la seguridad. “Estas navidades, veo a mis nietos”, reza el lema de la cadena HM Hospitales, que anuncia descuentos para mayores de 65 años. O “No dejes que el virus anule tu Navidad”, de Synlab. Los precios oscilan en general entre los 90 y los 120 euros la PCR y los 30 y 50 el test de antígenos. La factura de las PCR contrasta por ejemplo con la que abona la Generalitat a las clínicas cuando les deriva a pacientes, que es ahora de 75 euros

Sara Calvo, de 33 años, asegura tener claro que un test de antígenos no es garantía de estar 100% libre del virus, pero decía que así va sobre seguro. “Estos días voy a Teruel a casa de mis padres y así voy más tranquila”, argumenta. “Siempre da un poco de cosa, porque voy a un pueblo donde hay mucha gente mayor, pero llevo varios días que estoy casi confinada en casa”, señala esta profesora afincada en Barcelona. 

En su caso, pasará la Navidad junto a su padre y a su madre en su casa en Teruel. Dos burbujas y menos de seis personas, con lo que cumplirá con las recomendaciones de las autoridades sanitarias. También visitará a su hermano en Zaragoza. “Si estuviese contagiada ya sería muy mala suerte, porque durante todos estos meses he trabajado en un colegio, he cogido el bus cada día, me he juntado con amigas... Y nada”.

Las colas estaban llenas de hombres y mujeres de entre 25 y 45 años, aunque también hay algunas familias enteras y gente mayor. Estos últimos a veces necesitan hacerse la prueba como requisito para someterse a intervenciones médicas, lo que no les exime de hacer cola. Un perfil recurrente entre los clientes de estos días son los que quieren que viajar a Baleares o Canarias para ver a la familia, a quienes se pide una PCR negativa hecha en los últimos días (en el caso de las primeras solo para no residentes). O incluso los que vuelan a sus países extranjeros de origen.

Uno de estos últimos es Yves, de 50 años, que llegó de los primeros para evitar cola en el centro Teletest, en el barrio de Gràcia de Barcelona. A las 8 en punto ya salía del centro, propiedad de Creu Blanca, con la documentación bajo el brazo y la PCR hecha. “Vuelo a Italia para ver a la familia y la prueba me viene bien no solo porque te la piden en el aeropuerto, sino porque mi padre es de riesgo, está haciendo quimioterapia”, explica. Él llegó a las 7 para hacer cola y, a la hora a la que sale, hay unas 50 personas llenando la acera de las calles Montseny y Àngel y media hora de espera.

Un trabajador de Teletest aprovecha la cola para repartir de vez en cuando los formularios que deberán rellenar los clientes, que lo pueden hacer mientras esperan en la calle y así se ahorran tiempo en el mostrador. El empleado, que recorre la cola arriba y abajo entregando y recogiendo papeles, explica que la semana pasada y esta está siendo de locos. “Estamos teniendo el doble o incluso el triple de gente que antes”, reconoce. “Y hoy todavía se ve que hay menos gente que ayer. Quizá es que todo el mundo está pendiente de la Lotería, ¿no?”.

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