Ludovica Carbotta reivindica en la Fundació Joan Miró y con “mirada infantil” la lucha vecinal en Barcelona
Una uña postiza suelta y caída en el suelo no deja de ser para muchos de nosotros un desecho lanzado por alguna persona irresponsable con el medio ambiente, la limpieza urbana o el civismo. Nos produce sorpresa encontrarla, incluso rechazo y asco. Sin embargo, para la italiana Ludovica Carbotta (Milán, 1982) puede resultar un objeto preciado o fascinante, que da rienda suelta a la imaginación, la especulación y el juego.
“Viví desde pequeña fuera de la ciudad, en un entorno más bien rural con casas aisladas, por lo que cada vez que acudía a la ciudad no la concebía como un espacio agobiante sino como un ámbito misterioso y fascinante, lleno de posibilidades”, explica esta artista plásctica.
Ahora vive y trabaja en Barcelona, donde reside desde hace ocho años. Pero el hecho de residir en una ciudad no le ha impedido conservar lo que ella denomina “una mirada de niña”, sobre el entorno de la rodea. Y eso es precisamente una de las cosas que reivindica su exposición Constructoras de mundos muy parecidos al nuestro para el Espai 13 de la Fundacio Joan Miró: una mirada diferente sobre la ciudad y los objetos que la habitan que podrá contemplarse en este museo hasta el 2 de noviembre..
La ciudad con mirada infantil
Carbotta se refiere a una mirada infantil que permita reimaginar el espacio urbano de una manera ficticia y diferente, que es lo que, al fin y al cabo, hacen los niños al pasar los objetos que van encontrando por el prisma de su curiosidad y su portentosa imaginación.
Así, entre numerosas estructuras de madera, encontramos en esta muestra algunos objetos peculiares como uñas postizas, pero también chicles, muelles de suspensión, cristales de botellas rotas, sacos de obra, pajitas para sorber, montañas de palés, un colchón abandonado o ruedas de bicicleta atadas con una cadena, señal esta de que ha sido robado el cuerpo que las poseía, esto es la bicicleta.
Son objetos habituales en el entorno urbano de Barcelona, que nos producen impresiones muy diferentes según la edad o la mirada que les apliquemos. “A una mirada adulta muchos de ellos le producirán rechazo o asco”, aduce la artista. “Pero bajo la óptica infantil son objetos que estimulan la imaginación y el juego, que ofrecen mil posibilidades”, replica.
Para la exposición, que ha sido comisariada por Carolina Jiménez, responsable de programas de investigación de Hangar-Centro de investigación y producción artística y previamente responsable de docencia del Programa de Estudios Independientes del Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA), Carbotta ha utilizado reproducciones a escala aumentada de los objetos, empleando los materiales más diversos, desde tubos de PVC para las pajitas o resinas y madera.
Reivindicación del espacio ciudadano
El segundo llamamiento de Ludovica Carbotta en Constructoras de mundos muy parecidos al nuestro es la recuperación de la ciudad para quienes la habitan. Carbotta incide así en cómo las grandes ciudades han sido arrebatadas de las manos de sus moradores “por parte de las grandes corporaciones, el turismo, la gentrificación y el poder municipal”.
Ella aboga por la reapropiación de los entornos, las calles, los barrios, a través de los movimientos vecinales como los que ella ha visto crecer en su barrio de Vallcarca, en la parte alta de la ciudad, un barrio situado en la frontera entre la Barcelona patricia de Sant Gervasi y la obrera de Gràcia y Horta, que más arriba se convierte en El Carmel.
Explica que Vallcarca es un barrio en el que la lucha vecinal ha crecido mucho en los últimos meses al calor el desahucio de una serie de edificaciones precarias en las que vivían desde hace más de una década varias familias de etnia gitana con muy pocos recursos, pero que recibían gran apoyo de los vecinos. A este respecto, la movilización vecinal en Vallcarca frenó hace apenas una semana nuevos desalojos de edificios ocupados.
Carbotta, que se siente muy implicada con las entidades vecinales de su barrio, quiere reflejar en la muestra su compromiso, y lo hace especialmente sellando con maderas una de las puertas que presenta el espacio expositivo. Las maderas, el elemento más abundante en Constructoras de mundos muy parecidos al nuestro, tapan el espacio y ofrecen una pared ideal para que la ciudad se exprese a través de carteles reivindicativos o de anuncios de eventos.
“Son las voces de la ciudadanía, que resultan además efímeras aunque estén pegadas, ya que pronto alguien las arrancará o pegará otro cartel encima, pero es como si estas paredes fueran la boca por la que podemos hablar los habitantes para que nos escuchen los demás”, apunta.
Pero cuando se refiere a “habitantes”, Carbotta también incluye a algunos de los moradores no humanos de la ciudad. Por ello, en la esquina de este muro de madera, ha dejado un orificio por el que asoma un personaje que acaso también merece ser reivindicado por los ojos infantiles de Carbotta: una cucaracha gigante realizada con resina.
Madera para encofrar y proteger
Las tablas de madera, similares a las que se utilizan para embalar objetos delicados como obras de arte, aunque también para encofrar estructuras, son abundantes en la exposición y constituyen en sí mismas distintas obras de arte. “Algunas de ellas corresponden a la matriz de encofrar que se habrá usado para crear algunas de las columnas o paredes de la sala, vienen a ser su negativo; un negativo de las superficies y ángulos que presenta la ciudad”, dice la artista.
En otros casos, la disposición de los tablones simula la protección de monumentos: una Venus agachada y una suerte de pedestal sobre el que sitúa una cabeza, también tapada por las tablas, entre las que asoma una gran oreja. “Tiene una doble significación”, explica: “puede ser que protejan las esculturas del entorno, pero también que las oculten, que tapen su significado”.
Alude Carbotta tanto a la preservación de la pureza del símbolo que supone el monumento, como a una cierta ocultación tras este mismo símbolo de verdades complejas que deben esclarecerse, en la línea de lo propuesto por Manuel Borja-Villel en su exposición Fabular paisajes.
Una gran maqueta
Todas las obras de la exposición, tanto las estructuras con tablones de madera como las producciones de los desechos en formato maxi realizadas en resina, se distribuyen por la sala de una forma intencionada a la que alude la artista como “una gran maqueta”.
A este respecto, Carbotta cuenta que “una maqueta es aquello que creamos para proyectar en pequeño la visión que tenemos de algo más grande, a la vez que también proyectamos sobre ella un esfuerzo imaginativo y la recreación de un deseo que queremos materializar”.
Pero una vez más recuerda desde su “perspectiva infantil”, que asegura que no ha perdido con el paso de los años, que “los niños suelen jugar con reproducciones en pequeño de cosas grandes, que al fin y al cabo son maquetas: desde cocinas a casas de muñecas o castillos, etc.” Y cierra la conversación asegurando que “si recuperásemos Barcelona con la mirada de niños que está en nosotros, la ciudad sería un espacio mucho más agradable de habitar”.
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