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Manlio Milani, víctima de un atentado neofascista: “Detrás de un asesino hay un hombre, no solo un monstruo”

Milani y la mediadora Anna Cattaneo, durante su visita a Barcelona

Oriol Solé Altimira

Barcelona —

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Manlio Milani se acuerda de todo. El 28 de mayo de 1974 un atentado de un grupo neofacista italiano durante una manifestación sindical en Brescia (Italia) segó la vida de su mujer, Livia Bottardi. Este hombre de mirada clara estuvo décadas con decenas de preguntas en la cabeza que no obtuvieron respuesta en los tribunales tradicionales de Justicia. Las cosas empezaron a cambiar cuando participó en un proceso de Justicia restaurativa.

Milani, que preside la asociación de víctimas y familiares de la masacre de la plaza Loggia de Brescia, y Anna Cattaneo, mediadora penal y coordinadora del centro de Justicia restaurativa de Bergamo, visitaron Barcelona a finales de noviembre para participar en la conmemoración de los 25 años de la puesta en marcha de este tipo de procesos en Catalunya. 

La Generalitat quiere universalizar el acceso a esta alternativa al sistema penal tradicional. La Justicia restaurativa busca poner en el centro a las víctimas, acomodarse a sus necesidades y tempos, que muchas veces no casan con los procesos penales. Más del 60% de los procesos restaurativos que terminaron el año pasado en Catalunya lo hicieron satisfactoriamente y con acuerdos entre las partes, ya fueran económicos, morales o relacionales. 

En el caso de Milani, su apuesta por la Justicia restaurativa nació ante la incapacidad de los tribunales italianos de hallar durante décadas a los responsables de los atentados. “Al principio viví la incoación del proceso como un punto de partida que podría resarcirme, pero estuve 40 años sin que la Justicia proporcionara un culpable. Llegó muy tarde. Si en todo este tiempo hubiera querido perdonar, no hubiera podido hacerlo porque no tenía a nadie a quien perdonar”, reflexiona Milani en conversación con elDiario.es.

El atentado de la plaza Loggia de Brescia causó ocho muertos y 104 heridos. Su investigación fue uno de los procesos más enrevesados de la Justicia italiana sobre los ‘años del plomo’, la violencia de grupos armados neofascistas y de extrema izquierda que vivió el país durante los años 70. Hasta dos causas quedaron en nada. No fue hasta 2015 que se condenó a dos neofascistas, Carlo María Maggi y Maurizio Tramonte, como responsables del atentado. El primero murió en 2018.

Muchos años antes, Milani decidió emprender otra vía. Junto a otras víctimas y a responsables de otros atentados de ambos extremos ideológicos, Milani participó en encuentros de Justicia restaurativa que quedaron plasmados en la obra Il libro dell’incontro (publicado en italiano por Il Saggiatore en 2017). El alma del proyecto fueron el jesuita Guido Bertagna y los académicos Adolfo Ceretti y Claudia Mazzucato.

Por qué acercarse a los victimarios

Aunque no fueran los responsables concretos del atentado de Brescia, Milani tenía un interés en acercarse a los responsables de otras matanzas que convulsionaron Italia: “Quería entender a la persona que mata. Nos pensamos que el asesino es un monstruo, que no es humano porque se arroga el derecho a quitar la vida de otro”. Milani logró romper este muro preconcebido: “Detrás de un asesino hay un hombre, no solo un monstruo”.

De su participación en los círculos restaurativos, Milani descubrió que quién mata a una persona “también tiene interés en conocer a la víctima y de entender las consecuencias de sus actos”: “La reciprocidad y el diálogo nos permitieron ponernos en el lugar del otro, escuchar y no juzgar”.

El segundo interés de Milani que consiguió cumplir participando en los encuentros fue político. Y, paradójicamente, más dirigido hacia los responsables de atentados de la extrema izquierda que a los neofascistas. Militante desde 1959 en el Partido Comunista Italiano (PCI) y el sindicato CGIL, Milani no lograba entender por qué hombres que, como él, creían en la justicia social y el progreso, habían terminado empuñando las armas.

“En mi fábrica cada vez que teníamos alguna reivindicación lo teníamos que hablar los representantes de hasta tres sindicatos. Supongo que mi punto de partida siempre fue el diálogo y me pudo ayudar durante el proceso de Justicia restaurativa”, reflexiona este jubilado en un tono en el que no se atisba un gramo de rencor pese al sufrimiento vivido.

El proceso restaurativo también fue, para Milani, una forma de “romper con la impunidad”. Más en su caso, en el que la ineptitud del sistema tradicional permitió a la extrema derecha italiana poner en duda durante décadas su autoría de la masacre. “Siempre había una pregunta en el aire: ¿quién fue ha sido el culpable? El proceso judicial tiene como centro al reo, no a las víctimas. Quieres que el tribunal te repare el daño, pero no siempre es posible. Me sentí un ciudadano de segunda durante muchos años”, asevera.

Por su lado, Cattaneo acompañó al grupo de Justicia restaurativa como miembro de un tercer elenco de participantes: profesionales de la mediación y, sobre todo, jóvenes con los que víctimas y victimarios quisieron compartir su experiencia para que lo ocurrido no quedara en el olvido. Durante siete años, el grupo mantuvo reuniones mensuales en Milán y Roma, y una semana al año se iban a los Alpes sin teléfonos. “Buscamos tener una proximidad que no se pudiera rehuir”, explica la mediadora.

En un proceso restaurativo tan excepcional como el de los 'años del plomo' de Italia, que duró casi una década, los participantes se pagaron los viajes y los gastos de su bolsillo. No fue hasta el año pasado que Italia consagró por ley la Justicia restaurativa. En España, esta alternativa tiene un recorrido desigual en función de cada comunidad autónoma. La intención de la Generalitat es aumentar los recursos para que este tipo de procesos no se vinculen únicamente a casos más extremos como el terrorismo, sino que sirvan de base para la resolución de conflictos sociales más habituales que hoy se dirimen –pero raramente se solucionan– por la vía penal.

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