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Más allá de la brecha salarial

Gender_Gap

Noemí de la Calle

Diputada de C's en el Parlament —

Recientemente el presidente Rajoy, ante una pregunta sobre la desigualdad entre hombres y mujeres en el ámbito laboral, respondía que ese asunto no competía al Gobierno. “No nos metamos en eso”. “Demos pasos en la buena dirección, que normalmente es como se resuelven mejor los problemas”, añadía.

Negar el problema o ignorarlo no es precisamente ir en la buena dirección, pero reducir la lucha por la igualdad salarial a que los hombres y mujeres deben cobrar lo mismo por realizar el mismo trabajo también es un error. La actual brecha salarial entre hombres y mujeres tiene múltiples causas, por ello es preciso encarar los hechos objetivos e ir a las causas materiales para que mujeres y hombres puedan libremente desarrollar su proyecto de vida en igualdad de condiciones.

¿Por qué existe esa brecha salarial? Por muchísimos factores. Son principalmente las mujeres quienes asumen las tareas del cuidado familiar. La realización del trabajo familiar y doméstico las empobrece en tiempo, lo que las coloca en peor situación a la hora de obtener y mantener un trabajo remunerado a tiempo completo, con lo cual el porcentaje de mujeres con un trabajo parcial es muchísimo más alto. También realizan menos horas extras y tienen menos complementos salariales, por ello la brecha salarial realmente se obtiene teniendo en cuenta los salarios brutos anuales.

Por otra parte, la maternidad penaliza las carreras laborales de las mujeres, que se ven frenadas en seco y que en muchos casos les impiden acceder a promociones internas en el trabajo. Pocas mujeres hay a las que no se les ha preguntado al menos en una ocasión en una entrevista de trabajo si tenían pensado ser madres y hay un significativo porcentaje de mujeres que han sido discriminadas en el trabajo tras su maternidad.

La precarización de empleos con mucha presencia femenina también influye en esa brecha, como también el hecho de que no se paga un plus de peligrosidad por el uso de productos químicos que pueden darse en sectores feminizados como la limpieza o la sanidad, y sí se suelen pagar por el manejo de maquinaria en trabajos con mucha presencia masculina.

Todos estos factores combinados suponen, no solo que exista una brecha salarial, sino también que la mujer sea más vulnerable en etapas posteriores de su vida, ya que esto provoca que de media coticen menos y que tengan menos ingresos cuando cobran una prestación de desempleo o una pensión contributiva.

Así pues, no se puede reducir el debate a “iguales condiciones, mismo salario”, porque se trata más de un tema de igualdad de oportunidades que de una discriminación activa por parte de determinadas empresas. Tenemos que garantizar el mandato constitucional de no discriminación laboral por razón de sexo, pero si queremos luchar de verdad contra la brecha salarial también hay que apostar, entre muchas cosas, por medidas que favorezcan la igualdad de oportunidades y la conciliación de la vida laboral y familiar.

Y en esto de aumentar las oportunidades y la conciliación, la Administración puede hacer muchas cosas: como garantizar la educación gratuita de 0 a 3 años, combatir la discriminación laboral por embarazo (por ejemplo aumentando los permisos de paternidad, algo que gracias a Ciudadanos se consiguió el año pasado), invertir en atención a la dependencia, fomentar la corresponsabilidad o articular medidas educativas que rompan la relación negativa entre género y técnica.

Por lo tanto sí, los políticos tenemos una responsabilidad. Si avanzamos en esta dirección no solo reduciremos la brecha salarial, sino también contribuiremos a combatir la pobreza: ya sea infantil o en etapas avanzadas de la vida.

Una sociedad avanzada es aquella en la que nadie queda excluido y se garantiza la igualdad de oportunidades. Una sociedad avanzada es aquella que sabe dónde quiere ir y se esfuerza para llegar a su objetivo. Una sociedad avanzada es aquella que afronta sus retos con valentía y que no mira hacia otro lado.

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