Las elecciones municipales en Barcelona se convertirán en una extraordinaria oportunidad de regeneración para la política catalana. La irrupción de la plataforma Guanyem Barcelona, impulsada por Ada Colau y otros implicados en los movimientos sociales, hace aún más trascendente el camino que culminará dentro de un año en las urnas. Desde la Transición y hasta las últimas elecciones, Barcelona ha sido un laboratorio para la izquierda, tanto a la hora de tejer alianzas como en el diseño de un modelo de ciudad. En buena parte, la Barcelona que conocemos hoy es el resultado de casi treinta años de pactos de progreso, liderados por la alianza entre el PSC e ICV. Pero ese modelo ya es historia.
La izquierda y la ciudad deben repensarse. La cuestión es si la izquierda será capaz de ser el motor político e intelectual que vuelva a hacer de Barcelona un referente de transformación social, una ciudad cohesionada, solidaria, abierta, con espíritu universal. Si conseguirá ofrecer a los electores un proyecto claro y definido, desde la pluralidad pero con objetivos comunes. Para ello es necesario que fructifiquen tres procesos en marcha.
El primero es que Guanyem Barcelona logre ser el punto de encuentro de partidos y movimientos sociales que, en buena medida, comparten una misma visión de la realidad. El manifiesto hecho público por la nueva plataforma es una apelación a que ICV-EUiA y la CUP tengan la generosidad de sumarse a un proyecto que debería acoger también a Podemos y a movimientos como Procés Constituent o Parlament Ciutadà. Esta alternativa de izquierda sólo tendrá una fuerza decisiva si logra, primero, formular una propuesta conjunta y, después, acudir a las urnas en una única candidatura.
El segundo examen pasa por el PSC. Los socialistas catalanes necesitan refundarse para recuperar a sus electores (mayoritarios durante décadas en Barcelona) con una propuesta creíble. El partido llega con un candidato elegido en primarias abiertas, pero con muchos interrogantes en su seno. Y el tercer dilema se juega en ERC. Los republicanos tienen el reto de ofrecer un proyecto para Barcelona que no sea únicamente un eslabón más del proceso independentista. La pregunta es saber si ERC se sentirá más cerca de una alternativa de izquierdas o de la alianza que mantiene con CiU en la Generalitat. El resultado de las primarias entre Oriol Amorós (diputado que reivindica el legado de Pasqual Maragall), y Alfred Bosch (portavoz de ERC en el Congreso y apoyado por la dirección del partido) puede decidir la respuesta.
Ada Colau llega ahora con su inmenso patrimonio de credibilidad ganado en la lucha efectiva contra la injusticia y las desigualdades. Es esa credibilidad la que debe hacer posible la unión de las energías que hierven en Barcelona desde hace años, pero que no habían logrado cuajar en un proyecto político. Debe permitir, también, el encuentro de los movimientos sociales con los partidos políticos que comparten sus reivindicaciones. Y, en el futuro, debe crear nuevos vínculos con un PSC refundado y una ERC que vuelva a poner el acento en las políticas progresistas. Ada Colau y los promotores de Guanyem Barcelona abren así vías de regeneración democrática. Tan imprescindibles en Barcelona, Catalunya y España.