En el debate político catalán hay quien divide a los partidos y opciones ideológicas en democráticas o no en función de si están a favor o en contra de que se convoque a la ciudadanía a una consulta sobre la independencia de Cataluña.
Es una acusación muy fuerte. Oriol Junqueras recorre a menudo a esta división. La cuestión ya no és la dicotomía catalanistas-españolistas, o izquierda-derecha, la escena política catalana se puede simplificar entre demócratas y no demócratas. Lo dice él y lo repite y difunde muchísima más gente, claro.
Los demócratas serían, por lo tanto y según esta lógica, Convergència Democràtica (Unió Democràtica, también, aunque pasaría justito el examen por el carnet democrático), Esquerra Republicana de Catalunya, Iniciativa per Catalunya-Verds y la CUP.
Los “no demócratas” serían el PSC, Ciutadans y el PP. Dentro del PSC habría un grupo de socialistas que se podrían salvar de la quema, si bien más pronto o más tarde tendrían que elegir si quieren pasar al lado bueno de la fuerza o continuar atrapados en el bando del mal, de Darth Navarro.
¿Es aceptable esta división?
En el bando de los considerados “no demócratas” hay mucha gente que se jugó la piel luchando contra la dictadura. Que les venga ahora un señor (muchos señores y señoras que no movieron un dedo contra el franquismo o que incluso medraron en él) y les acuse de no ser demócratas debe hacerles mucho daño.
Pero tienen más opciones que la de pelearse dialécticamente o a bofetadas con quienes les acusan de no ser demócratas o la de cambiar de trinchera política.
Oponerse a un referéndum no es sinónimo de no ser demócrata. En Suiza se proponen referéndums a menudo. Sobre muchas cuestiones. Los suizos y sus representantes políticos deciden si los quieren hacer o no. Y nadie califica de “no demócratas” a quienes se oponen. En Suiza, cuando quieren hacer un referéndum, tienen una ley que fija un mínimo de firmas para convocarlo. Y eso se supone que es lo que hará el Parlamento de Cataluña pronto: aprobar una Ley que fije los términos en que se pueda hacer una consulta al pueblo catalán. Dudo mucho que sea aprobada por el cien por cien de los diputados. Como todas las leyes tendrá partidarios y detractores.
Una vez aprobada esta Ley a través de un debate democrático, sabremos qué, cómo y de qué manera considera la mayoría del Parlamento de Cataluña que se puede convocar una consulta. La democracia es esto, hoy por hoy. Con sus muchas limitaciones, evidentemente.
Pero a mí no se me ocurrirá considerar que nadie deje de ser demócrata porque se oponga a hacer un referéndum sobre si se tiene que aplicar una Renta Garantizada Ciudadana que beneficie a todos los catalanes. Le consideraré un adversario político, y quizás personal, pero ni más ni menos demócrata que yo.
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