Isidoro Moreno, en su libro Cofradías y Hermandades Andaluzas, publicado en 1985 en la añorada Editoriales Andaluzas Unidas, relataba cómo, un emigrante andaluz de la década de los 60 intentaría volver a su pueblo cada año aunque fuera únicamente para pasar allí las fiestas patronales. Añadía, además, que ese mismo emigrante, ya proviniera de una fábrica alemana o de un hotel suizo, probablemente gastaría parte del dinero ahorrado durante todo un año de duro trabajo en dichas fiestas. Obtendría así, simbólicamente, un estatus que, por su clase social, le habría estado vetado.
El antropólogo sevillano, fiel a su estructuralismo militante de aquel entonces, explicaba este hecho por la necesidad del emigrante de sentirse parte de su colectividad de origen. El emigrante andaluz volvería a su pueblo para participar en unas fiestas que representaban un potente elemento de autoafirmación colectiva, muchas veces vehiculada a través de una figura de carácter religioso que le aportaba un marcado carácter simbólico. Para sentirse andaluz, de ese pueblo de Andalucía y de esa comunidad, no hacía falta vivir allí todo el año, le bastaría con participar en sus fiestas, en sus señalados actos anuales, en definitiva, en sus ritos.
A principios del siglo XX, Emile Durkheim, padre de la sociología positivista, afirmó en su conocida obra Las formas elementales de la vida religiosa, que no existían religiones falsas. Aquello, que en su día supuso toda una revolución en la forma de entender los hechos religiosos, mantiene, hoy día, toda su vigencia. Aunque 102 años después de la publicación de dicho trabajo, y en un mundo pretendidamente más profano que el de entonces, podríamos ampliar dicha afirmación a la totalidad de las creencias, es decir, no existen creencias falsas. Siguiendo la máxima durkheimiana, las religiones no suponen más que un reflejo de la sociedad donde se hallan insertas, y si no hay sociedades ni colectivos falsos, no puede haber religiones ni creencias que sí lo sean.
La Diada del 11 de septiembre en Barcelona no será un fracaso precisamente porque los catalanes como colectivo consciente son una realidad. Su creencia en Catalunya no puede ser errónea porque ellos no lo son, tal y como mostraran ya sean miles o cientos de miles de personas las que salgan a la calle ese día. La Diada, como aquellas festividades religiosas de las que nos hablaba Isidoro Moreno, no deja de ser un multitudinario acto ritual donde una gran cantidad de personas reafirmaran su compromiso colectivo. Así, todos esos vídeos y fotografías que circulan estos días por internet, provenientes de las localidades y rincones más exóticos del planeta, y que manifiestan su apoyo y exhortan a los catalanes y catalanas a participar en tal manifestación, no supondrían más que actos de compromiso de un grupo social que, aunque se encuentren a quilómetros de distancia, reafirma su identidad como pueblo. El emigrante andaluz de hace 40 años (tanto como el actual) no dejaba de ser más andaluz por el hecho de trabajar en Alemania.
De esta forma, sean cuales fueren los resultados políticos que origine dicho día, los catalanes y catalanes de la “V” volverán a sus casas, más o menos decepcionados con políticos o instituciones, sin saber si podrán votar o no el 9N, pero satisfechos y conscientes de que no están solos, de que existen, y de que sus creencias en una Catalunya nacional no pueden ser, bajo ninguna de las maneras, falsas. La “V” de la Diada no será, así, ningún fracaso.