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Hay una cosa de la cual los alocados ignorantes y racistas independentistas debemos ser conscientes: también nos expulsarán del euro. Y eso, ¿cómo se hace? Bueno, nadie lo sabe todavía. De hecho, en la historia de la humanidad nunca ha pasado que alguien te prohíba el uso de una moneda. Las monedas funcionan cuando se dan dos condiciones: que la gente las reconozca como tales y que el gobierno lo admita como forma de pagar deudas (impuestos incluidos). Según enseñan en las facultades, si el gobierno catalán admitiera el euro como forma de pago de impuestos y los catalanes compraran y pagaran con euros, no veo la manera de impedirlo. Ecuador (no es el único país) tiene al dólar como moneda. Recibe dólares por el petróleo y, en vez de cambiarlo a pesos, opera internamente con él. Los ecuatorianos le dan validez día a día y se ha acabado la historia. Bosnia, antes del euro, tenía el marco alemán como moneda y Montenegro tiene el euro. Yo he pagado con euros en América latina y en Oriente Medio. El euro no te lo dan los estados o el BCE. El euro, como cualquier moneda, se adquiere en los mercados. Una empresa catalana vende medio millón de barretinas en Perpiñán (ahora en Francia). Le pagan en euros. Esta empresa paga con esta moneda a sus empleados que se lo gastan en cañas. Todos los implicados admiten el euro como válido. Ya está, así entra la moneda en un sistema globalizado. Los bancos (centrales o comerciales) pueden operar en cualquier divisa porque todas se encuentran a la venta y, por tanto, no pueden negar el uso de ninguna.
Pero no nos agobiemos. Seguro que Montoro, como la economía española ya va sola, hará un hueco en la agenda para encontrar una manera antiliberal, antiglobalizadora, anticapitalista y dirigista de controlar la moneda. Toda Europa está a favor de los métodos soviéticos si se trata de castigar a los rebeldes y ayudar a cumplidores españoles, dirán en Bruselas.
Del mismo modo, la inevitable expulsión significará el retorno de los aranceles que nos empobrece y que hacen salivar a nuestros amigos de más allá del Ebro. Ya sé que la política de la UE de los últimos 50 años, en consonancia con los acuerdos de la OMC, la política de Estados Unidos y de las potencias capitalistas en orden de ir suprimiendo los aranceles en todo el mundo, quedarán suspendidas con esta decisión. “La globalización capitalista necesita el fin de los aranceles”, dirán los mayores poderes exportadores, “pero para restituir el honor de España y para cumplir su justa venganza, todos los países pondremos barreras a Cataluña”. Por primera vez, China, Rusia, Europa, los ayatolás y los chavistas se pondrán de acuerdo para no vender nada a los catalanes. Será bonito verlo. Y fácil y barato de aplicar
“Y al final de la cola”
Esta cuestión, la de quedar al final de la cola, es, según la prensa de la capital, la que más ilusión despierta en el Reino Borbónico. “Catalunya no solo estará fuera de la UE sino que se tendrá que poner en la cola”. Ya ven, vuelve 'El último de la fila'. Esta expresión es un producto genuino y acertadísimo del imaginario castizo. La idea de una única ventanilla donde el funcionario está ausente o distraído generando así una descomunal cola, forma parte de la cosmovisión racial del Reino. Y así, se imaginan Bruselas como un decorado del 'Cuéntame' donde el burócrata con visera y manguitos va atendiendo a una cola de delegados de naciones exóticas que esperan en la salita leyendo el 'Muy Interesante'. “Los catalanes en la cola” es la condensación orgasmática de todo el proceso de expulsión. Para cumplir este sueño (guiado, insisto, sólo por el amor que tienen a Cataluña) la UE deberá ralentizar su capacidad de trabajo para amoldarse al imaginario español. Recordemos que el uno de mayo de 2004 entraron en la UE diez países de golpe. Esto quiere decir que, o alguien se saltó la cola, o que la UE tiene la increíble capacidad administrativa de negociar con varios países al mismo tiempo.
Una década de negociaciones
Nuestros hermanos españoles ya nos advirtieron que las negociaciones con la UE duran mucho. En el caso catalán, como no somos un remoto país balcánico sino una tierra desleal, la cosa irá para largo, décadas. Como es sabido, las negociaciones se hacen para que converjan las legislaciones del candidato y las de la Unión. Además, se discuten criterios contables, macroeconómicos y competenciales. Como se da la afortunada casualidad de que Cataluña hace ya más de veinte años que cumple todas las normativas, desde el diámetro de los urinarios públicos hasta la composición de los carquinyolis, esta década de negociaciones será terriblemente aburrida para los delegados. Cada día, durante diez años, se reunirán catalanes y europeos sin mucho que negociar. Del tedio se pasará a la Play. De eso quizás al cariño e incluso salgan matrimonios de la comisión paritaria. Y así, cuando estemos fuera, siempre habrá un funcionario de la UE que le pase una tableta de chocolate a su empobrecido enamorado del otro lado del muro militarizado de La Jonquera.
Escocia se queda, nosotros no
Un caso curioso el de Escocia. Los británicos ya han asegurado que si gana el sí, Escocia no dejará la UE y que ellos no darán ningún paso en el sentido de impedir o vetar su adscripción al club. Porque Bruselas admitiría a Escocia y no a Cataluña? Las razones objetivas son evidentes: Los escoceses hablan inglés, beben whisky y tienen a Sean Connery. Los catalanes (que sólo podemos ofrecer a Joel Joan) somos un grupo de iluminados. Iluminados que hacemos sufrir sin cesar a Félix de Azúa y a Boadella. Y que, además, hemos ofendido el honor del viejo Imperio Son argumentos que en el siglo XXI nadie en la comunidad internacional se verá con corazón de rebatir.
Ya lo veis, catalanes. Esto está hecho. Les costará millones, juicios, problemas, horas de trabajo y un desbarajuste sin precedentes. Facilitarán que Cataluña se convierta en un paraíso fiscal y empresarial ya que, libre de la UE, podrá rebajar la presión fiscal y todo tipo de condiciones. Las otras potencias verán el Principado como una cuña fenomenal para hacerse con el mercado europeo. Su política de ampliaciones quedaría dañada, perderían siete millones de contribuyentes y consumidores natos. Pero, ¿qué tipo de pueriles contratiempos son estos para un Reino que conquistó las Américas? Si España lo pide, Bruselas obedece. Ay, qué miedo, no nos dejarán nada, solo la libertad, que decía el escocés aquél.
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