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Un postulado básico de la socialdemocracia clásica es que es preciso aprovechar cualquier parcela de poder, por pequeña que sea, para tomar decisiones y medidas que favorezcan a los sectores más frágiles de la sociedad. Así se han justificado históricamente pactos diversos con el centro o la derecha tanto a nivel municipal, como autonómico o estatal; tanto en nuestro país como en aquellos donde la socialdemocracia tiene presencia.
Por eso, la primera reacción cuando ofrecen a un partido socialdemócrata entrar en un Gobierno suele ser favorable. La propuesta que ha hecho Artur Mas a los socialistas para que entren en su Ejecutivo, sin embargo, no ha sido recibida con entusiasmo por su líder, Pere Navarro. Y es comprensible.
Si para lo que quieren a los socialistas es para sumar votos, diputados y simpatías para el camino hacia la independencia, hace bien Navarro de mantenerse al margen. Su presencia en el Ejecutivo catalán solo se justificaría si sirviese para pagar a los farmacéuticos, a las asociaciones del tercer sector, a las personas que deberían beneficiarse de la Ley de dependencia, a las que tienen derecho a una renta mínima de inserción, o para evitar las decenas de miles de desahucios que se producen cada año, o para devolver aquello que se ha recortado a la escuela y a la sanidad públicas... Entrar en un Gobierno para adherirse a la explicación de que todo lo que hay que hacer no se hace por culpa de Madrid y que se hará cuando Cataluña sea independiente no tiene sentido.
Cataluña, los catalanes, no pueden esperar a que acabe el “expolio” madrileño para enfrentarse, de verdad, a la crisis. Tiene razón Mas-Colell cuando pide al Gobierno catalán que no se vea obligado a cumplir con un techo de déficit que lo ahogue. Los socialistas pueden apoyarle en esa causa desde la oposición. Aunque deberían reclamarle, a su vez, que no se trata sólo de que Madrid reparta más equilibradamente entre las diferentes administraciones el techo máximo de déficit que Europa exige a España. Deberían reclamarle que reproche a los dirigentes europeos que el techo de déficit que pretenden imponer a España y al conjunto de la Unión Europea es erróneo e, incluso, penalmente castigable.
Mientras el único norte del Gobierno catalán sea convocar un referéndum sobre la independencia de Cataluña, los socialistas deben mantenerse al margen. Lo contrario sería caer en la trampa de “cornudos y apaleados”. Y no ayudará a los catalanes que esperan de los gobernantes soluciones concretas para sus problemas actuales y no papeletas para votar en una consulta que tardará en llegar.
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