Llegir versió en català
Acabo de firmar el manifiesto Cataluña por la seguridad humana y la paz. Pocas veces he firmado un manifiesto con más conocimiento. En el fondo, no es ya el hecho de que se constate que una nación pequeña como Cataluña (o los Països Catalans si se quiere) pueda permitirse el lujo de no tener ejército, sin que ello implique necesariamente la no implicación en los asuntos de seguridad europa, sino que, de una manera clara estás diciendo a la otra parte que tampoco necesita el ejército para nada. Que por más que un expresidente de la comunidad de Madrid, Leguina, diga que con un par de guardias civiles bastaría para acojonarnos, quede claro que aquí, lo que queremos es hablar. Y lo que queremos es, simplemente, pedir que la gente se exprese. Si el señor Leguina o quien mande envía la pareja de la Guardia Civil, lo más probable es que los números de la Benemérita se encuentren ante un muro de unos cuantos miles de personas, pacíficas, que querrán hablar. Porque de eso se trata. Y aún más, y esto lo añado yo más allá del manifiesto mencionado (fírmelo): no hay nada que tenga más valor que una vida humana. Es lo que nos distingue no sólo respecto a los animales sino respecto a otras culturas (lo que a su vez nos debilita).
Por eso, yo, personalmente, nunca he aplaudido, ni aplaudiré, ni me mostraré a favor de la más mínima violencia para conseguir un objetivo político. Que quede claro: Federico Jiménez Losantos no se merecía el tiro que Terra Lliure le disparó en la rodilla. Ni él ni nadie. Y cada vez que oigo a alguien, cabreado por el talante de este hombre (que, últimamente, por cierto, nos ayuda más que nos perjudica ya que desde su púlpito radiofónico ya hace meses que predica que lo que tiene que hacer España es separarse de Cataluña de una vez), recordando el hecho del disparo en la rodilla, me entristezco. Porque puedes dejar cojo a alguien, puedes matarlo, pero está demostrado que no sólo debilita tu discurso sino que no sirve de nada (véase el caso vasco, si no). Un millón y medio de personas pacíficas, sí. España se acojonó porque Hassan II puso a caminar varias decenas de miles de ciudadanos por el desierto en dirección a El Aaiún, la marcha verde. El último “once de septiembre” ha tenido más repercusión de todo tipo, que todas las bombas de ETA. Es normal. Cuando desde los Estados Unidos, por ejemplo, ven que, tal día como hoy, es noticia el asesinato de sesenta y cinco personas en Siria, es difícil que vayan mucho más allá de levantar las cejas si resulta que en España han matado a un guardia civil. Me gusta este manifiesto porque, no sólo coloca un horizonte de Estado propio sin ejército (lo que no impide ratificar todos los tratados internacionales que sea necesario, como otros países pequeños), sino que, indirectamente, da a entender que, para conseguirlo y mantenerlo, tampoco sería necesario.