La economía está formada por el capital y el trabajo. Todos hemos comprobado durante los últimos años qué significa aumentar la productividad en el mundo del trabajo: 27 % de la población activa en paro, más de la mitad de los jóvenes en edad de trabajar sin empleo y extensión de la precariedad de contratación. El mundo del trabajo ha encajado en poco tiempo una reducción draconiana de los costes laborales de las empresas a fin de mantener o incrementar su competitividad. Ahora nos falta por saber en qué ha consistido la reducción de los costes laborales y el aumento de competitividad en la otra mitad de la economía, el mundo del capital, y no solo en beneficio particular suyo. Nos falta por saber si la globalización financiera ha reconocido algún abuso y le ha puesto remedio, si el sector bancario ha reconocido alguna responsabilidad, ha asumido las consecuencias y ha hecho propósito de enderezamiento en la práctica. No lo parece.
En vez de realizar un balance esclarecedor de su papel catastrófico en la regulación bancaria, el Banco de España, por poner un caso reciente, se permite insinuar en su informe anual que implantar minijobs por debajo del salario mínimo interprofesional podría ser una medida positiva de reactivación. Dice exactamente, en el lenguaje oficial: “Cabría la posibilidad de explorar mecanismos excepcionales para evitar que el salario mínimo actúe como una restricción a la contratación”.
La postura ha sido recibida como una indecencia, en sí misma y sobre todo ante la impunidad con que los responsables de la crisis siguen pilotándola en detrimento de la mayoría. Solo los trabajadores y extrabajadores han pagado las consecuencias, mientras el capital sigue sin enfrentar su responsabilidad ni siquiera en los casos más flagrantes de evasión fiscal al por mayor. Cuando en adelante se hable de abaratar los costes laborales para favorecer la competitividad y la reactivación, deberemos hablar de los costes laborales del capital, porque los del trabajo ya están hablados y recortados sin apelación. Los trabajadores saben muy bien los sacrificios que han invertido. Yo mismo, sin ir más lejos, sé de lo que hablo: después de toda una vida profesional, escribo semanalmente en este diario digital, desde el primer día, sin cobrar. ¿Invierte el mismo sacrificio el mundo del capital en el conjunto de la sociedad?
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