'Resabiados y resentidos': el eclipse de las ilusiones en el mundo actual
El ensayo Resabiados y resentidos (Galaxia Gutenberg) dibuja los contornos de nuestra época a través de algunos de los hilos invisibles que la tejen; y atiende a la “estructura de sentimiento”, concepto acuñado por el teórico de los estudios culturales Raymond Williams. El ensayo que aquí reseñamos no presta atención tanto a diferentes corpus ideológicos estructurados y corrientes doctrinarias definidas, cuanto a la atmósfera sentimental y el tono afectivo de una época, al “sentimiento pensado” y al “pensamiento sentido”.
El punto de partida del ensayo, y también nudo y desenlace, es la constatación de la crisis de la izquierda y, más en concreto, la crisis de la crítica. Convengamos que en los diferentes desarrollos cíclicos de la política emancipatoria siempre nos hemos encontrado con momentos de aguas estancadas, de desertización y bajamar. Si miramos a la veritá effettuale della cosa, estamos viviendo un presente marcado por conversaciones políticas infructuosas, por un estrechamiento, contracción y limitación de los marcos de debate. Asoman hoy las figuras de la repetición, constantes del proceso social y señales de parálisis tras los intentos de renovación del campo político emancipador tras el ciclo que nació en 2011. Manuel Cruz analiza con mirada crítica distintas señales y síntomas, varios de los topos comunes que atraviesa nuestros debates políticos.
Con el objetivo de insistir, persistir y resistir, el autor continúa reivindicando la modernidad como horizonte posible, se propone “recuperar la senda de lo universal”, propósito que conecta el texto con su anterior publicación, El Gran Apagón: El eclipse de la razón en el mundo actual (Galaxia Gutemberg, 2022). En este nuevo ensayo da un paso más y apunta a “introducir una incertidumbre crítica productiva”. El mismo título del libro da cuenta de una doble dimensión que está delineando una cultura, creando una atmósfera social y disposiciones que comienzan a estructurar nuestros comportamientos y deseos: resabiados en el terreno de las ideas y resentidos en el de la práctica.
En la encrucijada política de nuestro presente, el autor nos propone habilitar otro espacio para la crítica. Pero no sólo presenta una crítica entendida como negatividad, sino también desde una reivindicación articuladora: frente a la paralizante dicotomía a la que nos convoca el dualismo optimismo/pesimismo, una apuesta por la incertidumbre: “no faltan utopías, sino horizonte”. Una frase que evoca un triple eco: la benjaminiana idea de que nos ha tocado vivir entre escombros; la máxima gramsciana “el optimismo de la voluntad y el pesimismo de la inteligencia”; y la concepción de la esperanza de Ernest Bloch, como facultad intencional y conciencia anticipatoria que impulsa la acción y se manifiesta en la cultura.
No puedo dejar de leer este ensayo, y dialogar con él, a partir de las decisivas transformaciones acontecidas a partir de 2011 con las múltiples ocupaciones de plazas a lo largo de todo el planeta, repertorios modulares de acciones transnacionales –la primavera en el mundo árabe, el 15M en España, Occupy Wall Street en EE. UU., la plaza Sintagma en Atenas, etc.; así como sus replicaciones en diferentes experiencias de cambio, también frustradas, que irrumpieron en la arena electoral y en los espacios de representación política, tratando de recuperar el protagonismo ciudadano bajo nuevas formas y nuevas topografías subjetivas (Podemos en España, Syriza en Grecia, la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, Jeremy Corbyn en Gran Bretaña o Bernie Sanders en EE. UU.).
En el contexto español el surgimiento de la fuerza política Podemos en 2014 sacudió el escenario político. Podemos surgió a partir de una constatación: las formaciones de izquierdas existentes eran instrumentos políticos que habían operado durante años desde la subalternidad y se mostraban incapaces de interpelar a la sociedad en su conjunto. Durante años, el protagonismo de la izquierda había quedado reducido a la gestión de su derrota histórica y la crítica, políticamente impotente, a la hegemonía del PSOE. Culminado aquel ciclo político creo podemos decir que Podemos fue el síntoma de una crisis y no su solución.
Aún hoy resuenan los crujidos de las diferentes derrotas políticas del ciclo 2011: las crisis de las mediaciones sociales como instancias articuladoras de la esfera pública (la prensa, las redes sociales, las organizaciones políticas o los movimientos sociales); las identidades como vehículos para la praxis emancipatoria; o las formas imponentes y nihilistas del resentimiento.
En relación a ello, cuatro son los nudos problemáticos que desarrolla Cruz a lo largo del ensayo. En primer lugar, una reivindicación de las organizaciones partidarias y, por extensión, de todas aquellas organizaciones necesarias en su función de mediadoras; segundo, una advertencia contra los liderazgos cesaristas que operan como reparadores y protectores; tercero, un análisis sobre las formas nihilistas del resentimiento que señalan a los adversarios políticos como origen de todos los males; y, por último, la dimensión impolítica inherente que comportan los diferentes repliegues identitarios.
En cada uno de estos cuatro ejes de problemas, leídos de manera paralela a mi ensayo Transformar no es cancelar (Verso, 2024), cualquier lector podría advertir que ambos comparten un marco de debate y atmósfera afectiva; tras él, un primer momento de distancia teórica para cartografía las causas de la crisis de nuestro presente; y una segunda distancia cuando se dejan entrever algunas salidas a los diferentes atolladeros teóricos y políticos. El lector encontrará en el ensayo de Manuel Cruz una mirada inteligente y aguda, una invitación al diálogo que, como he tenido ocasión de comprobar, es siempre una instancia de aprendizaje. Si algo he logrado al adentrarme en esta lectura, ha sido salir de ella aún más problematizado.
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