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Sobre este blog

Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

Verdades, mentiras y la opinión sesgada sobre datos y hechos

Manifestantes contra el cambio climático.

Hace tiempo nos proponían participar en un debate supuestamente crítico sobre la evolución biológica en una mesa redonda que incluía a algunos altos responsables de la Iglesia Católica. La equidistancia y el relativismo lo admite todo. Podemos hablar de casi cualquier cosa, aunque los biólogos evolutivos y los obispos nos movamos en mundos muy alejados y de improbable intercambio y comprensión recíproca. Sin embargo, decidimos que, lógicamente, sólo cabía rechazar la invitación. ¿De qué vamos a hablar con esos señores? (Eran todos hombres, claro). La gente de ciencia nos movemos en el marco de la razón, del método científico, de la argumentación basada en evidencia contrastable y de la discusión ordenada. Fuera de ese marco, íbamos a ser solo unos tertulianos más, hablando de cualquier cosa y sin que necesariamente seamos más autorizados y confiables que cualquier otro ciudadano. Con nuestra presencia estaríamos legitimando la postura de quienes rechazan el debate honesto al aceptar un intercambio de opiniones vacío de su elemento principal: el contraste con los hechos. Puede que nos equivocáramos al rechazar la invitación.

Por supuesto que no fuimos los primeros que nos enfrentábamos a esta decisión. Es muy conocido el debate que se produjo sobre evolución y creacionismo, hace unos años, entre Bill Nye, comunicador científico, y Ken Ham, presidente del Museo de Kentucky sobre la Creación. Como muchos críticos ya anticiparon, el gran ganador fue Ken Ham. A pesar de la vacuidad de sus argumentos, la mera celebración del debate consiguió presentarlo en pie de igualdad con los científicos de su época.

Algo hemos aprendido los científicos de aquel debate, pero mucho más ha aprendido el negacionismo populista. Esta tendencia mediática y política que niega el cambio climático y la injerencia humana en procesos globales, con líderes tan señalados como los presidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro, no sólo ataca frontalmente la evidencia científica en cualquier tema que comprometa su intereses. Esta opción política está aplicando una agenda de desmantelamiento sistemático de la actividad científica y la enseñanza superior. El ataque sistemático a la CAPES brasileña es un buen ejemplo de ello. No por casualidad, las tesis del programa CAPES que han sido premiadas versan sobre el Amazonas. Y en España esa tendencia está ganando fuerza de forma acelerada – ahogando en el ruido mediático a los expertos e intelectuales incómodos, mientras se deifica la opinión técnica del mandarinato económico.

La semana pasada tuvimos un ejemplo que puede quedar para las clases de deontología profesional y los libros de texto. El artículo “Huracanes y otras mentiras del ecologismo” de Fernando del Pino publicado por el periódico Expansión, un medio con una audiencia potencial nada despreciable de más de 200.000 lectores, es un verdadero monumento a la opinión desinformada y desintegradora. Un ejemplo claro de libelo (ver definición 2 en el Diccionario la RAE). Nótese, como curiosidad, los temas escogidos para apoyar la tesis del artículo: el huracán Dorian y los incendios del Amazonas – y a qué líderes mundiales defiende Del Pino, de forma nada disimulada. Podríamos quedarnos en el marco del relativismo ideológico y del reconocimiento de la diversidad. En ese contexto, deberíamos reconocer qué es un ejercicio de libertad de expresión, desinformada y malintencionada, pero aceptable. Pero los investigadores que trabajamos en cambio global percibimos muy claramente el daño que busca este tipo de artículos cuando se publican en medios teóricamente serios y de perfil técnico.

El artículo abre con afirmaciones tan poco ponderadas y objetivas como: “el ecologismo de hoy en día ha degenerado en una ideología tan totalitaria como el comunismo, con el que comparte no sólo adeptos, sino también el uso masivo de la mentira”. Y continúa confundiendo de forma premeditada el activismo político y el ecologismo, con el trabajo de los ecólogos, los climatólogos y los profesionales que trabajamos para generar evidencia científica sobre la existencia, causas y consecuencias del cambio climático. Esta combinación de enfoque populista y confusión premeditada hace casi imposible entender de qué va el artículo, más allá de constituir un grito desinformado contra no se sabe qué, contra un “algo” paranoico que nos va a llevar al colapso, del cual nos libramos gracias a la visión del autor que nos tranquiliza con un genérico “aquí no pasa nada, todo es normal”.

Si el objeto del malestar del autor –y el interés para el periódico Expansión– es indicar que el movimiento ecologista es un peligro planetario, debería hacerse un esfuerzo para situar el texto en el contexto político y sociológico adecuado. Ahí no tenemos nada que decir. Está claro que el autor –y entendemos que también el periódico– contemplan que el ecologismo es un demonio extremadamente peligroso y organizado al que es necesario reconocer, marcar y contra el que el público objetivo de Expansión debe luchar con todo lo que tenga a mano. Ahí, como ciudadanos informados, podemos tener opiniones radicalmente diferentes, o alertar de que el ataque conspiranoico contra quien tiene una opinión política diferente es indigno de un medio de prestigio que llega muchos lectores. Pero eso es irrelevante en este punto. El problema es mucho mayor, ya que su intención es combinar la demonización arbitraria de un movimiento filosófico/político/ideológico con la deslegitimación de cualquier fuente de evidencia en la que éste pueda encontrar apoyo, mediante el ataque a la actividad de los científicos que puedan recogerla – en el caso que nos ocupa, en el área de cambio global.

Es necesario recordar ese mantra elemental que explicamos a nuestros alumnos desde el primer día de clase: la ciencia trabaja con pulcritud, con un método bien pulido, con preguntas pertinentes, evaluando hipótesis de manera rigurosa (es decir, contrastándolas contra hipótesis alternativas), con un sistema que evalúa y controla la calidad del conocimiento que generamos, que permite minimizar las malas prácticas y que garantiza que el conocimiento que se genera es sólido. No existe tan solo una “teoría de calentamiento global”, como dice el Sr. del Pino, sino un proceso de aumento de la temperatura provocado por la acción humana que ya está ampliamente demostrado por una cantidad ingente de evidencias científicas sólidas y coherentes, acumuladas durante décadas en todo el mundo gracias al el trabajo de muchísima gente – que, es importante resaltar, hubiera obtenido un éxito profesional mucho mayor si hubiera conseguido demostrar lo contrario.

No es tiempo de minimizar el problema, sino de enfrentarnos seriamente a él. Hay importantes evidencias de lo mucho que tenemos que ganar si no subestimamos los impactos del cambio climático y realizamos acciones ya. Es muy importante hacer una buena calibración económica y financiera de las dimensiones de este problema. Quizás sea una oportunidad de negocio para emprendedores que enfoquen su creatividad y talento en el desarrollo de técnicas y estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático, algo para lo que sí podrían demostrarse útiles los expertos y opinadores de Expansión. Es, seguro, una gran oportunidad de esfuerzo concertado de todos los sectores de la sociedad, sin el cual es casi seguro que nuestros niveles de bienestar caerán abruptamente en menos de una generación.

En definitiva, lo que hay es un problema de carácter global que nos empuja a una situación límite. Un problema tan severo que algunos científicos, agotados de clamar en el desierto, están invocando para movernos a la acción. Un problema, el del cambio climático, que no va a desaparecer porque algunos insistan en ignorarlo. Nosotros, los científicos, sólo hacemos nuestro trabajo, e informamos de lo que vamos aprendiendo. No nos dejen solos en esto, ni nos ataquen por traer malas noticias. Porque, si las crisis son oportunidades, esconderse de ellas esperando a que se resuelvan solas es de ignorantes – o de idiotas.

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Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

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