“A veces vemos a un niño que se porta mal, pero significa que ha vivido situaciones de peligro”
“Los aspectos de nuestra personalidad que rechazamos nos cuentan una historia muy importante. La forma en la que definimos quienes somos, nuestra identidad, se configura en base a las relaciones significativas de nuestra vida. Cuando en nuestra historia ha habido relaciones complejas con nuestros padres, parejas o figuras significativas, puede cambiar de modo muy profundo la forma en la que nos vemos a nosotros mismo. La psiquiatra Anabel González advierte en el prólogo de su libro 'No soy yo', una guía para pacientes sobre el trauma complejo, el apego y la disociación, que las relaciones y vínculos afectivos -o la ausencia de ellos- en la infancia influyen notablemente en el desarrollo psicosocial.
La psiquiatra es una de las profesionales que ha impartido un curso al personal de la Generalitat valenciana que trabaja con menores tutelados. En concreto, las lecciones, organizadas desde la dirección general de Infancia y Adolescencia, han tratado los vínculos afectivos y la influencia del apego durante la infancia y adolescencia, dotando de herramientas a los pedagogos para identificar los problemas desde otra perspectiva.
“A veces, las respuestas que ellos -los menores- tienen, son defensivas. Vemos un niño que se porta mal, que es agresivo. Pero en ocasiones significa que ha vivido situaciones de peligro o amenaza para él y se defiende de todo, de quien le puede ayudar. Se defiende por si a caso”, explica González. Si el profesional ve esa conducta como un como un comportamiento a corregir, no ve el disparador, advierte la psiquatra.
“A edad temprana un apego seguro se convierte en ”catalizador“ de la resiliencia, en un colchón que permite una integración más ajustada de las experiencias que un niño o niña debe enfrentar y de la información que su cerebro puede procesar”, explican desde la dirección general. De lo contrario, “si creces con personas cercanas que no han sabido entenderte o tratarte, estar cerca de personas te parece peligroso”, apunta la psiquiatra.
Así, el trauma temprano y el apego inseguro ponen en riesgo la posibilidad de integración, y cuando trauma a edades se da en el seno de las relaciones de apego -familia, en especial-, el riesgo aumenta exponencialmente. La disociación puede ser entendida entonces como un fallo, una disrupción evolutiva en este proceso de integración, apuntan desde Igualdad.
A las jornadas asistieron 157 profesionales, según informa el departamento de infancia. Entre los contenidos destacan el funcionamiento y estructura de las familias no protectoras, las defensas que desarrollan los menores inmersos en estos sistemas y el desarrollo de intervenciones con estos los niños y niñas y sus familias. De estas herramientas, algunas se desarrollan bajo las terapias EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por los Movimientos Oculares), en las que se busca que el paciente describa el incidente traumático, a partir del cual es ayudado por el terapeuta para que seleccione los aspectos más importantes y que más lo angustian de dicho incidente. “Trabajas recuerdos, cosas concretas que les han pasado y les ayudas a que lo vean mejor, que lo puedan asumir”, matiza González.
Los menores tutelados son aquellos que han llegado a situaciones extremas, pero muchos otros viven con problemas familiares, que se traducen en problemas de apego. “No sé si como sociedad tenemos recursos para evitarlo”, lamenta finalmente la doctora.