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La danza urbana que lo rompe en Valencia

Majo Siscar

Alberto adelanta una pierna y luego otra en un movimiento exagerado que repite hacia atrás al ritmo de la música. Los brazos le acompañan y sus manos cobran gestualidad. Entonces da un salto hacia delante y se tira al suelo, pero antes de caer posa la mano y el pie izquierdo y los articula como un sólido eje sobre el que da un rápido giro de 360 grados. Patas arriba, da saltos con los brazos y sigue con una espiral de movimientos frenéticos que marearían a un tiovivo.

–¡Bueno!– grita Jesús en el corro mientras los otros muchachos dan dos aplausos. Otro le releva en el círculo. Ni la música ni sus cuerpos paran. Del funk a la electrónica pasando por el hip hop. Saltos, piruetas, pasos de salsa y gestos ceremoniosos para hacer una coreografía imposible en un cuerpo no entrenado.

El breakdance (danza rota) es una manifestación cultural, pero también es un deporte muy exigente. Surgió en los barrios afros y latinos de Nueva York en los 70. Las pandillas, cansadas de pelearse a golpes y tiros, empezaron a utilizar el baile como desafío a sus rivales. En ese momento, los pasos de breakdance, no seguían patrones ni estructura base y estaban salpicados de gestos que remitían a la violencia. Cuarenta años después, el break dance exige un rendimiento físico de atleta, se oferta incluso entre las clases infantiles de las escuelas de danza y será una de las nuevas disciplinas en los próximos Juegos Olímpicos, en 2020 en Tokio. Aun así, sigue teniendo formas estéticas, artísticas y filosóficas compartidas con el rap, el skate o el graffiti, las otras manifestaciones de la cultura hip hop. Los bailarines no tienen centros de alto rendimiento y practican en espacios urbanos.

“La gente que baila esto es porque le gusta y tiene constancia, al final son gente seria porque lo primero que aprendes es difícil y te haces daño, si continúas y lo practicas, es que eres de fiar y aunque llegues de fuera la gente te acepta”, dice Alberto con la camiseta empapada en el hall del metro Bailen, allí donde empieza el túnel que cruza la estación del Norte por debajo y donde un grupo de b-boys, como se denominan, bailan a diario.

Alberto llega allí directo de la Universidad Católica, donde estudia fisioterapia y educación física. Practica con rodilleras, consciente que sus articulaciones se resienten. Descubrió el breakdance en Burgos, de donde es originario pero allí apenas había con quién practicar. Cuando llegó a Valencia empezó a entrenar diariamente y ahora forma parte de Let's Grow, una asociación de cultura hip hop que además hacen demostraciones grupales y participan juntos en las batallas.

Jesús forma parte del mismo grupo, es valenciano de origen dominicano, y lleva ocho años bailando. La primera vez que vio a un amigo suyo, en Picanya, haciendo break dance, pensaba que hacía el pino. Le preguntó, le encantó y se empezaron a meter en el deporte. En Valencia encontraron un montón de grupos que practicaban. “El break dance como el resto de la cultura urbana ha sacado a mucha gente de la calle, ya sea como manera de inserción laboral –gente que hace shows, que trabaja en el circo–, como por la disciplina que implica. Para bailar tienes que entrenar todos los días, el be boy de hoy es muy cuidado”, explica Jesús, que además de bailar estudia Educación Social y se paga los estudios trabajando en una empresa de catering.

Alberto y Jesús entrenan en el hall del metro Bailen con gente de todas las latitudes, como Josa, un venezolano que acaba de llegar a Valencia y ha encontrado su grupo con los b-boys. Durante años se ganó la vida en Venezuela compitiendo en break dance. Ahora es peluquero, dice que siendo artes tan diferentes a las dos “hay que ponerle corazón”.

Este 6 y 7 de octubre competirán en el Urbans Festival, que se celebra en la skate plaza situada en el tramo No. 6 del antiguo cauce del rio Túria. La tercera edición del certament celebrado por el Ayuntamiento de Valencia cuenta con 230 competidores que se disputaran cinco competiciones: scooter, inline, parkour y all styles y mini-half. Las pruebas serán puntuables para el campeonato de Skate de la Comunitat Valenciana. “La cita se convierte en una cantera para que los deportistas valencianos tengan una puerta de entrada para poder participar en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020”, señala el director del Urbans, Llorenç Miralles. Entre los competidores se repartirán hasta cinco mil euros en premios y se espera reunir a más de seis mil personas que acudan a ver las pruebas así como

las actuaciones musicales (Los Maldito, la Triple Efe…), talleres y actividades (yoga, nutrición, baile…) paralelas tanto para los más pequeños de la casa como para adultos.

En la competencia de baile all-styles, destacan dos grupos artísticos, Supremos y Special-K, donde bailan también mujeres. En el metro de Bailén, raramente se ven, porque siguen siendo una minoría en el baile. “Ahora hay muchas, pero es verdad que como esto empezó como una cosa de chicos de Nueva York, había mucho estigma”, confiesa Jesús.

El estigma no era solo por ser una práctica masculina, si no de 'malotes', pero a la que te acercas a un grupo se desmonta el mito. El deporte es tan exigente que te obliga a entrenar cuatro horas al día.

“Sí que a veces pasa la gente y te ve como mira este que se está tirando por el suelo y nunca se va a ganar la vida. Cuando tú empiezas con esto no te quieres ganar la vida con ello, es más sigo pensando que tienes que tener tu trabajo y tu liberación, pero es verdad que muchos b-boys y b-girls trabajan en musicales, en el circo o incluso viven del patrocinio de las marcas”, explica Jesús.

En el Urbans Festival podrán dar muestra de su talento.

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