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“Hay que impedir que la vivienda se use como mercancía”

David Madden junto con Iñaki Vallejo, activista de la PAH y concejal por Castelló en Movimiento

Laura Julián

Valencia —

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Para el sociólogo neoyorquino David Madden el uso de la vivienda ha derivado en una mercancía, un instrumento financiero, un método para evadir impuestos, comprar ciudadanía o como bien de lujo para los privilegiados. “Lo residencial es político”, asegura. Junto con el urbanista Peter Marcuse han publicado In defense of housing, un libro donde se muestran a favor del “derecho radical” de las personas a tener un hogar y analizan las raíces del problema de la vivienda y las estrategias para dar una respuesta. Tienen claro que hay que cambiar de raíz el sistema actual, desmercantilizar la vivienda e impedir que la lógica de la propiedad inmobiliaria sea la que domine el mercado. Invitado por la Institució Alfons el Magnànim para participar en sus debates, Madden pisa por primera vez València, una ciudad cuya realidad desconoce, no obstante, sabe que ninguna urbe en el mundo está exenta de este problema. La solución, asegura, está en la calle, en el activismo de asociaciones como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, en los movimientos sociales como el feminismo, el antiespecismo o el antirracismo, y en la capacidad para crear alianzas entre las luchas. “No es sencillo”, opina. Madden también es profesor en el Departamento de Sociología y en el Programa Ciudades de la London School of Economics y ha dirigido numerosas investigaciones sobre el mundo urbano.

¿Qué significa para usted la palabra “hogar”?

Es una buena pregunta, pero complicada porque la idea de hogar no es la misma para todo el mundo, aunque sí creo que tiene atributos comunes. La casa es el sitio seguro del individuo, es el centro de la vida familiar o la comunidad. También es un espacio social, un lugar económicamente importante, ya que es donde los trabajadores van al final del día. Pasan muchas cosas en un hogar... Sin esta esfera, la actividad económica detrás de la casa colapsaría. Una de las razones por las que el problema de la vivienda es tan malo para las ciudades es porque no importa la base económica de las ciudades, la gente no tiene una casa estable. También es simbólicamente y éticamente importante que sea así porque hay pretensiones políticas en el hecho de qué entienden las personas universalmente por “casa”. Quizás no tengan una buena teoría sobre por qué hay gente que tiene una buena casa y otras que no, o no se planteen qué se merece la gente. Aun así, creo que es destacable que todo el mundo entiende que tenemos que tener casa. De hecho, creo que mucha gente suscribe la idea de que tenemos derecho a tener casa.

¿Cuáles son las bases del libro ‘In defense of housing’?

Lo escribí con el urbanista Peter Marcuse y tratamos de articular un vocabulario político que nos ayude a hablar del problema de la vivienda hoy en día. Muchos individuos implicados no hacen las preguntas adecuadas ni dan las respuestas adecuadas y, por tanto, consideramos que hay que crear un nuevo lenguaje crítico para hablar de la vivienda. La base de nuestro argumento es que la vivienda cada vez funciona menos como un hogar, menos como proveedor de necesidad social, y más como si se tratara de mercancía y hay que impedir que se trate así.

¿Qué tipo de factores políticos influyen?

Nosotros argumentamos que la casa es política, lo residencial es político. No creemos que nuestro objetivo sea analizar las razones políticas, sino encontrar soluciones habitacionales. Económicamente hablamos de la historia de la vivienda funcionando como comodidad, como habitáculo, y ahora es un producto que se compra y se vende, una mercancía. La casa está para nuestra comodidad, por tanto, en el libro analizamos y buscamos las razones de porqué la casa es menos un espacio que nunca. Pensamos que ese es el centro del problema.

¿Piensa que tener casa es un derecho humano que hay que reconocer?

Sí, debería ser un derecho humano. Pero reconocemos los límites de la idea de reconocer el derecho a la vivienda probablemente porque ha sido inefectiva. Muchos gobiernos tienen oficialmente reconocido el derecho a tener casa, la constitución española garantiza el derecho a tener casa, las declaraciones internacionales de derechos humanos también… Muchos lugares del mundo tienen esta idea oficial de reconocer el derecho a tener casa, pero está claro que este tipo de formas legales son compatibles con mucha injusticia. Así que nosotros decirnos que el derecho a tener una vivienda tiene que responder a otro tipo de demandas sociales. Y para eso hay que cambiar algo más en el sistema de viviendas para hacerlo más democrático y igualitario.

¿Por qué piensa que se trata de un problema que afecta globalmente?

Creo que hay un camino en los factores que dan forma al sistema de vivienda. Es una cuestión de cambiar las prioridades de los gobiernos. La crisis de la vivienda no se produce como consecuencia de un fallo en el sistema es porque no funciona como debe. Usamos el termino ‘financiarización’ para debatir la entrada del sistema de vivienda a través de equidad y los acuerdos de inversión. También a través de firmas de financiación que a no han estado involucradas hasta ahora.

¿Qué tipo de ciudades necesitamos?

Necesitamos ciudades que tengan espacio para todo el mundo, ciudades amables donde el espacio abierto pueda usarse para la vida pública y la acción política. Las ciudades que tenemos cada vez se convierten son más segregadas y exclusivas, gentrificadas y desiguales, y eso es un problema muy grave.

¿Cree que existe alguna ciudad en el mundo que sea un modelo a seguir?

Creo que hay buenos aspectos de todas las ciudades, pero no creo que ninguna ciudad haya resuelto el problema de la vivienda o haya dejado en el pasado los problemas de las desigualdades. No, no creo que exista un modelo porque en la historia de las ciudades capitalistas no se ha resuelto este problema, pero no significa que sea imposible.

¿Existen miles de ciudades y ningún modelo es el bueno?

No, tienen buenos elementos, no son todas malas, pero las ciudades están formadas por la política económica que les da cuerpo. Vivimos en un mundo dominado por el neoliberalismo y eso tiene mucha fuerza y influencia en el modelo de ciudad y hace que todo sea más desigual, más precario y más inestable, así que las ciudades, obviamente, reflejan eso y, en el futuro, cuando tengamos un modelo económico y político más igualitario, seguro que conseguiremos tener ciudades más igualitarias. Yo creo que ahora la pregunta es: ¿Cómo podemos hacer posible que las ciudades creen un presente más igualitario? Podemos crear lugares para todos, para la clase trabajadoras, espacio para migrantes, ciudades de dominio público, que tengan lugares que no se privaticen. Las ciudades hoy en día están siendo más desiguales que nunca, pero hay movimientos sociales que luchan contra ello. Los espacios urbanos están llenos de recursos, pero al mismo tiempo las ciudades están dominadas por élites que no tienen interés en compartir espacios urbanos con diferentes.

¿Cuándo cree que se empezó a tener este problema?

Bueno, nunca ha habido un momento en que no haya existido algún tipo de problema de alojamiento. Ha habido momentos en los que este tipo de problema no ha sido tan extenso como este. Ya sabes, este problema cambia históricamente, puede crecer o hundirse. Creo que las raíces del problema actual se pueden encontrar en las profundidades del periodo socialdemocrático o cuando los Estados de Bienestar comienzan a transformarse en estados de tipo neoliberal. O sea que esas raíces están alrededor de los años 70 y 80. En estas últimas décadas hemos visto claramente el crecimiento de este problema. Sí que es cierto que la crisis financiera lo ha acelerado también, pero no creo que sus orígenes estén ahí. Creo que fue un proceso intensificado a causa de esta y por esta, sin embargo creo que las raíces políticas económicas respecto al problema predicen la crisis financiera.

Usted vive en Londres, ¿cómo afecta el Brexit al problema de la vivienda?

Creo que el Brexit va a ser muy malo al respecto, sobre todo si ocurre de una manera extrema, como algunas personas querían que pasara. En realidad, creo que algunas personas piensan que de alguna manera el Brexit iba a hacer el alojamiento menos caro en Reino Unido, pero eso no es cierto para nada. Si tiene alguna consecuencia será la aceleración de la desregularización del alojamiento, hará que desaparezca mucha protección social. Además, la caída de la libra ha hecho incluso más que 'London Real State' haya parado las inversiones de inversores extranjeros. Y, por otro lado, el caos económico es generalmente negativo para los hogares. Creo que la gente tiene esa idea de que si la economía se vuelve un problema, si la economía no va bien, las casas se volverán muy baratas, pero no es el caso. Para cambiar el problema de la vivienda hay que cambiar el sistema de las casas, debemos parar inmediatamente la privatización, debemos expandir un sistema y tener más casas sociales y debe haber mayor protección a personas necesitadas. Estas son muchas cosas que podrían contribuir a solucionar el problema, pero el Brexit no es una de ellas. De hecho creo que el tipo de sociedad que el Brexit quiere ver es una mucho más injusta.

¿Está centrado en alguna investigación actualmente?

Sí, tenemos un par de proyectos sobre ciudades. Estamos muy preocupados sobre cómo ha crecido ideologías representadas en fenómenos como Trump, el Brexit, la derecha llegando al poder en Hungría, en Italia, en algunas parte de España… Es importante analizar cómo estos movimientos van a usar la vivienda como un arma y estamos haciendo investigaciones sobre cómo influirá en el futuro.

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