'Fuego', periodismo de sucesos frente a la violencia sexual contra las mujeres y la desprotección de las víctimas
El 17 de octubre de 1998, Antonio Cosme Velasco, alias El Pincelito, violó en Benejúzar (Alicante) con un cuchillo en la mano a Verónica, de 13 años, según los hechos probados de la sentencia firme. A pesar de las pruebas irrefutables, la mayoría del pueblo le dio la espalda a la víctima y a su familia y creyó en la inocencia del violador, condenado a nueve años de prisión por la Audiencia Provincial de Alicante, un fallo avalado más tarde por el Tribunal Supremo. El 13 de junio del 2005, durante un permiso penitenciario, El Pincelito se acercó a la madre de Verónica y le preguntó, desafiante, por su hija. La mujer, en tratamiento psicológico desde la violación de la niña, compró una botella de gasolina y quemó a Antonio Cosme en una bar de la localidad. El hombre falleció diez días después.
“Las víctimas de la violencia sexual parten del descrédito más absoluto”, dice Gema Peñalosa (Aracena, 1980), autora de Fuego. La historia de la mujer que buscó justicia en una botella de gasolina, una excelente crónica periodística de largo aliento editada por Libros del KO.
Peñalosa, periodista del diario El Mundo especializada en sucesos y tribunales desde hace más de dos décadas, ha reconstruido los hechos en un texto sin concesiones al sensacionalismo, sobrio y adictivo. “Es como un viaje al punto de partida del suceso”, declara por teléfono a elDiario.es.
El libro parte de los terribles hechos para reflexionar sobre la desprotección de las víctimas, los avances legislativos y la histórica violencia contra las mujeres. La víctima de El Pincelito sufrió un auténtico infierno: su testimonio fue cuestionado (hubo incluso una manifestación de apoyo al violador) y, finalmente, tuvo que abandonar Benejúzar, aunque el acoso siguió tras cambiar de colegio.
“La historia de esta niña es de soledad e incomprensión sostenida en el tiempo, no la creen; todo lo contrario, en vez de víctima pasa a ser verdugo”, explica la autora. “Está comprobadísimo que hubo agresión, la sentencia dice que los restos biológicos hallados [en la víctima] son de él”, afirma Peñalosa.
La obra analiza la evolución de las investigaciones policiales y los avances en materia de análisis de ADN en crímenes sexuales. “Históricamente, el cuerpo de las mujeres ha sido una especie de prolongación del crimen, un mero almacén de pruebas a disposición de los investigadores. Se exploraban sus cuerpos sin tener en cuenta las emociones y los posibles traumas”, escribe Gema Peñalosa en Fuego.
En la primera vista ante el juez ni siquiera había una mampara de separación entre víctima y agresor, algo obligatorio hoy en día en las sedes judiciales. “Las cosas están cambiando, los agentes hacen cursos, aprenden a preguntar e interpretar los silencios y a respetar los tiempos de las víctimas”, aclara Peñalosa.
La periodista empezó a cubrir la historia en 2005. “Desde que conocí el caso, me he preguntado por las causas que hicieron que tanta gente tomara partido por el violador de Verónica desde el primer momento”, escribe en el libro.
El 24 de marzo del 2009 se inició el juicio contra Mari Carmen, con una petición de pena de nueve años de prisión por parte del fiscal. “La presencia de periodistas era mucho más numerosa que en el juicio contra Pincelito por la violación de Verónica”, destaca Peñalosa en su crónica. Tras dos semanas de juicio, la Audiencia Provincial de Alicante condenó a la mujer a nueve años y medio de cárcel por el asesinato con alevosía del violador de su hija y por las quemaduras que causó a otro cliente del bar donde sucedieron los hechos.
Tras la sentencia, dos claves cambiaron el enfoque del crimen. Por un lado, el papel del abogado Joaquín Galán, que había llevado la acusación de la violación de Verónica y que se convirtió en el “verdadero motor que hizo calar la idea de que esta señora estaba trastornada porque no se pusieron los mecanismos a su alcance ni se intentó hacer un acompañamiento”, tras la agresión que sufrió su hija.
Por otro lado, el movimiento feminista de Alicante, destaca la periodista, fue el “escaparate” de este caso: “Le dio publicidad y lo devolvió a la actualidad. Se empezó a preguntar qué había pasado”. “Está muy claro”, afirma Gema Peñalosa, “que el debate en un primer momento se centró en si era legítimo o no lo que había hecho, en la legitimidad de que las víctimas se tomaran la justicia por su mano, pero las defensoras de Verónica y Mari Carmen en el movimiento feminista se esforzaron por ampliar los terrenos del debate”.
“Había muchas voces que reclamaban el reconocimiento de que, tras la violación de su hija, Mari Carmen no había recibido la respuesta adecuada”, agrega la autora, que destaca que la ley que regula el estatuto de la víctima se aprobó en una fecha tan tardía como 2015, “a pesar de que es un problema histórico y crónico que arrastramos las mujeres de toda la vida”.
El debate jurídico se centró en la eximente completa que anula totalmente la responsabilidad penal, tal como defendía el letrado de la mujer, o bien incompleta —a la postre, la postura del Tribunal Supremo— que permite una rebaja de la pena al no haber actuado en plenitud de condiciones mentales. El alto tribunal rebajó la pena de nueve años y medio de prisión a cinco y medio por la eximente incompleta.
La sentencia sostenía: “Aunque desde el punto de vista moral podemos comprender lo que ha debido sufrir la acusada y su familia, sin embargo, desde el punto de vista del ordenamiento jurídico tales conductas han de ser debidamente castigadas y reprochadas, pues nadie puede tomarse la justicia por su mano”.
“Era muy fácil empatizar con Mari Carmen desde la perspectiva humana pero totalmente imposible desde la perspectiva jurídica”, resume Peñalosa. La mujer ingresó en prisión el 27 de junio del 2013 a pesar de las peticiones de indulto de la Plataforma Feminista de Alicante.
“Volver a mirar con otro prisma”
El libro narra también la vida en la cárcel de Mari Carmen y el devenir de la familia hasta que, el 20 de noviembre del 2017, la mujer obtuvo el tercer grado y se fue a vivir con su hija a Murcia. En la obra sobrevuela constantemente la reflexión sobre la violencia machista y la desprotección de las víctimas de agresiones sexuales. “Hoy están en mejores condiciones, pero no nos acomodemos porque queda mucho camino por recorrer, todavía hay un descrédito hacia las víctimas de violencia sexual”, advierte la periodista.
El libro se enmarca en el 'true crime', con una narración aséptica que huye de excesos gratuitos tan comunes en cierto periodismo de sucesos. “Lo he evitado porque desde que me dedico a esto hace 21 años nunca lo he hecho, siempre he intentado ser súper técnica y rigurosa, nunca me ha gustado ir a donde no tengo que ir porque las vísceras no llevan a ninguna parte”, defiende Gema Peñalosa, que apuesta por la preeminencia de las fuentes de la investigación.
Ha pasado casi un cuarto de siglo desde que Verónica fue violada. La autora aboga en Fuego por “volver a mirar el suceso con otro prisma”. “Lo coges con la urgencia del día a día en el periódico pero luego, volviendo a ello de manera más reposada, te das cuenta de lo que habían sufrido, lo que les supuso esa agresión y de cómo ellas, hoy en día, todavía no son conscientes del arsenal de herramientas que no se activó y al que tenían derecho”, concluye la periodista Gema Peñalosa.
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