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El geógrafo Josep Vicent Boira: “Hoy en Valencia hay un orgullo de la ciudad”

El geógrafo Josep Vicent Boira en la exposición que ha comisariado en La Nau de la Universitat de València.

Lucas Marco / Jesús Císcar

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Josep Vicent Boira, catedrático de Geografía Humana de la Universitat de València y Comisionado del Gobierno para el Corredor Mediterráneo, ha propiciado una estupenda exposición en el centro cultural La Nau que conmemora medio siglo desde la publicación de la insigne obra del filólogo Manuel Sanchis Guarner sobre la urbe. Boira (Valencia, 1963), uno de los intelectuales más relevantes del panorama valenciano actual con una amplísima formación humanística, ha establecido el año 1972 como eje de una original muestra que revela una visión innovadora y lúcida de una Valencia que bien pudo convertirse en una “ciudad monstruo”.

En esta entrevista con elDiario.es, el geógrafo explica la influencia de la obra de Sanchis Guarner en toda una generación que empezaba a interesarse por el modelo urbano de una ciudad condenada a la monstruosidad por el desarrollismo franquista y los cambios que luce medio siglo después. “Hoy hay un orgullo de ciudad sobre todo entre la gente joven y eso para mí es lo que más satisfaría a Manuel Sanchis Guarner”, afirma en el espléndido patio de La Nau de la Universitat de València.

¿Por qué el año 1972 como eje de la exposición?

Básicamente por el libro de Manuel Sanchis Guarner La ciutat de València. La idea era conmemorar el 50 aniversario de un libro que cambió la historia de la ciudad, a mi entender. A partir de ahí surgieron más cosas y entendí que el año 1972 no sólo era importante porque Sanchis escribiera el libro sino por otras cosas que pasaron alrededor de los años 60 y 70, y algunas exactamente en el 72, que ya daban la visión completa de la situación. De tal manera que lo que en principio debía ser un recordatorio de un libro, luego se hizo un libro y un contexto, que es como se entendía mejor la situación.

¿Qué supuso la publicación del libro de Manuel Sanchis Guarner?

Es el primer libro que habla de la ciudad de Valencia con una perspectiva no sólo completa sino también emocional. Y eso se transmitió muy rápidamente a gente como yo. El otro día hablaba con un amigo mío, Rafa Company (director del Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat), más o menos de mi edad, y los dos tenemos la misma vivencia: Sanchis Guarner nos abre la visión y la estima por la ciudad. Y más allá de las informaciones puntuales de carácter histórico, arqueológico o geográfico, el libro nos llegó al corazón. Cambió nuestra visión de la capital de los valencianos.

Llama la atención que en la presentación del libro de Sanchis Guarner participaran el presidente de la Asociación de la Prensa, José Barberá, y el director de Las Provincias, José Ombuena, los mismos que años después, durante la 'batalla de Valencia', crucificarían al autor.

Es una etapa muy interesante. Es cierto que en 1971 Sanchis es rechazado como cronista de la ciudad por 10 votos a favor y 15 en contra en el Ayuntamiento de Valencia, ya con una cierta sospecha de catalanismo. Pero no era mayoritario.

El libro de Sanchis Guarner cambió nuestra visión de la capital de los valencianos

Un año después de este asunto, los tres directores de los tres diarios de la ciudad de Valencia, algunos de ellos desde posiciones ideológicas contrapuestas, van a la presentación de su libro. Eso explica bien aquella Valencia de los 70 que creaba una ideología transversal aún de defensa de la ciudad. Y también explicaría algunas campañas de diarios conservadores a favor del Jardín del Turia o de la no urbanización de El Saler, contra las posiciones del régimen. Es una sensibilidad que te habla muy bien de la ciudad de Valencia.

¿Cómo vivió Sanchis Guarner las amenazas y el atentado que sufrió?

Fue muy doloroso. Yo no conocí a Sanchis Guarner más que a través de su libro y de la gran influencia que ha tenido en geógrafos, historiadores, arqueólogos o arquitectos Pero, por ejemplo, entrevistamos a Eliseu Climent [editor y fundador de Acció Cultural del País Valencià] y nos contaba cómo impactó esta circunstancia del atentado a una persona con un carácter bondadoso.

El intento de atentado representó para Sanchis Guarner una durísima prueba personal y moral

Todo el mundo coincidía en la bonhomía que caracterizaba a Sanchis Guarner, una persona que nunca dijo nada en contra de nadie ni había hecho prácticamente ninguna bandera política de su ideología y que, en un momento dado, se ve diana de un atentado con el objetivo de asesinarlo. Eso le representó una durísima prueba personal y moral. Algunos dicen que incluso le condujo a la muerte. Murió efectivamente poco tiempo después de un ataque al corazón en el que podría haber influido este caso y la respuesta de la justicia, que no fue la que él esperaba.

¿Cómo se frenó, en parte, la ciudad monstruo de la que alertó el arquitecto Salvador Pascual Gimeno?

Para poder entender bien este periodo hay que entender la etapa de los años 60, con Adolfo Rincón de Arellano [alcalde de Valencia entre 1958 y 1969], de un desarrollo de la ciudad excesivo y brutal, con pocos miramientos respecto al entorno social y natural de Valencia, que ya anticipa algunas cosas de la reacción de los años 70. Una parte del 'establishment' pensaba a principios de los años 70 que el camino que estaba llevando Rincón de Arellano ya no era el adecuado, los tiempos estaban cambiando. La llegada de Vicente López Rosat [alcalde entre 1969 y 1973] es otro tipo de visión de la ciudad.

Hay una anécdota que relataba [el periodista] Paco Pérez Puche que me impactó mucho: el enfrentamiento que tuvo López Rosat con el gobernador civil, Enrique Oltra Moltó, porque unas madres se encerraron en el Ayuntamiento de Valencia para protestar por unos asuntos relacionados con las guarderías de los hijos. El gobernador le dijo que esas mujeres no podían estar ahí y que enviara a la Policía para desalojarlas. López Rosat no quiso, el régimen ya estaba descomponiéndose. Quizá eso nos llevaría a una discusión más amplia, que es cuándo empieza la transición política. No comienza con la muerte de Franco sino con la degradación del régimen. La crítica a la ciudad monstruo es ya una degradación de la Valencia franquista. 

La crítica a la ciudad monstruo es ya una degradación de la Valencia franquista

Algunos de los proyectos que se iniciaron hace medio siglo, como las pasarelas de la avenida del Cid o el 'scalextric' de Giorgeta siguen hoy en día en el candelero.

Algunas cosas se evitaron, otras no. Es evidente que dos grandes proyectos se pudieron evitar, porque si no ahora tendríamos El Saler como el Mar Menor de Murcia, urbanizado y con todas las instalaciones, y una autopista por el río como muchas ciudades europeas y americanas. Eso se pudo evitar, gracias a las campañas de Las Provincias, que era el diario por excelencia de la ciudad, y también por la oposición de los movimientos vecinales y sociales que ya entendieron que esas eran buenas banderas para poner en duda al régimen. Otros sí que se hicieron, por ejemplo, todas las grandes avenidas y arterias de entrada a la ciudad son de aquellos años de principios de los 70: Ausiàs March o la pista de Silla. Eso no se pudo evitar y, ahora, 50 años después es cuando un ayuntamiento ha decidido modificar aquel modelo. Por tanto, hemos vivido en un modelo de la ciudad que sólo hoy se está intentado desmontar.

Eso te dice mucho de aquella Valencia de los 70 y de aquella visión y aquellas obras, que han dirigido durante medio siglo la evolución de la ciudad. Probablemente, con los cambios que se están produciendo, estamos a las puertas de otra ciudad que tiene que durar 50 años más. Pero es evidente que algunas de las cosas sí que se pudieron evitar, otras fue demasiado tarde, como la destrucción del centro histórico, cuyo hecho más evidente fue la construcción de El Corte Inglés en el Convento de Santa Catalina.

Ha incluido en la exposición fragmentos muy vivos de la visita del exiliado Max Aub, ¿por qué?

Es un descubrimiento. Yo había leído La gallina ciega pero no había ligado aún el hecho de que Max Aub llega la segunda vez a Valencia precisamente en 1972, que parece que ese año pasa todo. Aub viene por primera vez a Valencia a finales de 1969 y después vuelve en 1972. Su testimonio vivo de aquel dietario —que no pasa por corrección porque algunas expresiones son tan vivas que se ve que no las volvió a corregir— expresa la visión que a mí me interesaba: te alejas de la ciudad y la observas externamente.

Me pareció muy adecuado mostrar el contrapunto a la Valencia oficialista a través de Max Aub

Max Aub había sido vecino de la ciudad de Valencia, vivió en la calle de la Reina del Cabanyal durante su juventud, estudió y se formó en Valencia, por tanto era un valenciano aunque sus padres no eran de aquí. En 1939 se va. Me interesaba mucho la visión de una persona que, como un paracaidista, cae 30 años después en una ciudad que había cambiado y estaba cambiando. Me pareció muy adecuado mostrar el contrapunto a la Valencia oficialista a través de Max Aub.

En la presentación del libro de Sanchis Guarner en 1972 estaba Pepe Barberá, padre de la futura alcaldesa. ¿Heredó Rita Barberá rasgos de la ciudad monstruo?

En algunas cosas sí. Sobre todo en la actitud más que en los proyectos concretos. Si analizas la actitud que tenía el Gobierno municipal en los años 60 y principios de los 70, era de gran control social y muy prepotente, combinada con un cierto populismo, porque Rincón de Arellano también era una persona que se dejaba querer. De alguna manera esa dinámica de un cierto dirigismo desde la administración, independientemente del proyecto, sí que se puede encontrar, más allá de los proyectos concretos. También podríamos hablar de si la obsesión por la urbanización o algunos proyectos que ya venían de antes, como la prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez, también tenían alguna cosa que ver con aquella Valencia monstruo.

¿Cómo ve la ciudad hoy en día?

Una de las cosas que he aprendido con esta exposición es que los ciclos urbanos son muy largos. No se cambian en una legislatura. Estamos viviendo aún de la Valencia de los 70 para muchas cosas, y han pasado 50 años. Para que se vean los cambios que se producen en una ciudad, quizá se necesiten 30, 40 o incluso 50 años. Quizá en medio siglo alguien recordará algunos de los cambios que han empezado ahora como nosotros estamos recordando los de los 70. Veo una Valencia que está aún bajo la opresión de aquella ciudad de los 70 y que, en perspectiva, aún impulsa más las reformas que la ciudad necesita. No son caprichos de una administración sino la necesidad de cambiar un modelo que nació en determinado momento y que, para algunas cosas, aún pervive.

Uno de los peligros que acechan hoy en día a la ciudad es el proyecto de ampliación del Puerto de Valencia. ¿Cree que se puede establecer algún paralelismo con las amenazas de la ciudad monstruo de hace medio siglo?

En algún sentido sí, más que por los proyectos en concreto, por las dinámicas que los impulsan. Creo que, evidentemente, hace falta mucha más participación de la gente y una visión más compartida y más consensuada de los proyectos que la ciudad tiene por delante. Estoy muy preocupado por la ampliación pero por las repercusiones que pueda tener sobre el entorno urbano y metropolitano de Valencia (entre otras cosas porque no soy un especialista en medio ambiente).

Hoy hay un orgullo de ciudad, sobre todo entre la gente joven, y eso para mí es lo que más satisfaría a Manuel Sanchis Guarner

En 1968 alguien decía “vamos a construir una red de cemento en la que dejaremos la huerta en medio” y se decía como algo que hacía falta hacer. A mi me preocupa que las operaciones urbanas en la ciudad de Valencia tengan una repercusión descoordinada y no esté planificado en un pensamiento metropolitano. Creo que eso es lo que hace falta evitar.

¿Qué cree que pensaría hoy en día Manuel Sanchis Guarner si paseara por la ciudad?

Es una buena pregunta. Creo que estaría muy satisfecho de algunas operaciones urbanas como, por ejemplo, la recuperación de la Almoina, nació en esa plaza. Vio la desaparición sucesiva de algunos de los elementos más emblemáticos que había estudiado, creo que esa hemorragia se ha parado y eso lo satisfaría. Creo que era una persona que estaría satisfecha también de otro hecho que se ha conseguido extender a mucha gente, que es el orgullo de la ciudad, incluso en la gente joven. Recuerdo que, cuando yo estudiaba en los años 80, la ciudad de Valencia no tenía buena fama. Los escritores escribían novelas contra la ciudad, no era reconocida como algo propio. Hoy hay un orgullo de ciudad sobre todo entre la gente joven y eso para mí es lo que más satisfaría a Manuel Sanchis Guarner.

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