Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

CV Opinión cintillo

Día mundial de los docentes: multiplicar la educación en todas las asignaturas

0

La celebración el 5 de octubre del Día Mundial de los Docentes, instituido desde 1966 por la Organización Internacional del Trabajo, la Internacional de la Educación y la Unicef, trata de rendir homenaje a la labor de maestras, maestros y todo el profesorado (no entraremos aquí en la historia y peculiaridades diferenciales de ambos conceptos), que todavía en la mayoría de los países son un gremio socialmente infravalorado y ganan un sueldo que apenas les da para vivir. También aquí en España durante la crisis económica de 2008 se les congeló el sueldo e incluso se les quitaron pagas extraordinarias y se les aumentó la ratio del alumnado, cuando, por la función social que cumplen y lo duro de su profesión –un profesor/a nunca desconecta de su trabajo-, debieran ser respetados y homenajeados: de ellos y ellas depende garantizar el futuro de un desarrollo socioeconómico armónico y justo para las próximas generaciones.

El lema escogido para este año ha sido: “Los docentes en el centro de la recuperación de la educación”. Da para muchos enfoques este lema y más hoy en día cuando los avances tecnológicos, y las numerosas metodologías y didácticas, han puesto en discusión las incertidumbres y la complejidad que hoy plantea el currículum, las competencias y las disciplinas idóneas: no sabemos exactamente la pertinencia de los saberes que mejor prepararán para la vida y para los estudios superiores. Para complicar más el problema la extensión y profundización de cada saber se amplía, hablemos de economía, de medicina, de psicología, de pedagogía, de matemáticas, de química, de física, de sociología, de ingeniería, etc. Hay incluso pedagogos que auguran en un futuro la transmisión de saberes y métodos que permitan a cada uno ‘construir’ a lo largo de toda su vida las competencias que llegue a necesitar. En este sentido, ya en 1967 el psicólogo Bruner, tras el estudio de numerosas investigaciones concluyó que el sistema educativo no debía multiplicar las disciplinas de estudio, ni exagerar las indicaciones de sus contenidos, sino concretar los núcleos básicos de aprendizaje, los principios de desarrollo que constituyen la estructura básica de las diversas disciplinas, las ideas generadoras, los principios que sustentan cada disciplina, y concentrar la enseñanza sobre estos elementos esenciales, más que perderse en una multiplicidad inconexa de nociones y conocimientos particulares, o de planificar unos contenidos inabarcables. Edgar Morin ha insistido en la pertinencia de aprender a aprender y en la necesidad de “favorecer el desarrollo de una cabeza bien formada, más que una cabeza repleta”.

Sin duda la educación es la mejor herramienta para mejorar el mundo y debe transformarse. Por ello todos los actores que forman parte de la comunidad educativa deben soñar, trabajar y unir fuerzas colectivamente para conseguir satisfacer un horizonte que deje atrás inercias fútiles, se proyecte al futuro y optimice las conocidas e históricas metodologías de enseñanza/aprendizaje. En todo caso, incidiendo en el lema de esta conmemoración recordemos lo que el pedagogo socialista Freinet escribió: “La liberación pedagógica será fundamentalmente obra de los propios educadores o no existirá en absoluto”.

Pero lo que ahora me preocupa es reflexionar ante una cuestión muy discutida, sobre todo en las enseñanzas regladas no universitarias: ¿Deben los docentes educar o su misión es exclusivamente la instrucción en una asignatura? Esta presunta contradicción de tareas es una queja de muchos profesores de primaria, secundaria y bachiller para los cuales su profesión es exclusivamente transmitir los conocimientos de las asignaturas, dejando la educación como labor exclusiva de la familia o en todo caso de la asignatura de “Ética y valores” si la contempla el currículum. La distinción, muy razonable en su planteamiento original, ha llevado poco a poco a un equívoco: que la escuela no tiene una misión educativa general de las personas, sino solo un cometido de instrucción en los sectores culturales y/o profesionales. Sin embargo, a mi juicio, esta oposición contiene una falacia argumental que coloca fuera de sitio tanto la tarea de educar como la de instruir: no se puede dar instrucción sin educación, y viceversa, no se puede dar educación sin instrucción: No existe tal oposición ni teórica ni en la praxis. Sea cual sea el grado de conocimientos generales o puramente profesionales cada ser humano tiene que potenciar todas sus posibilidades para ser señor de sí mismo, a través del ejercicio responsable de la autodeterminación, desarrollando armónica e integralmente su persona. Por otra parte, cualquier tipo de instrucción conlleva un currículum oculto que es aquel que se transmite de forma implícita. No aparece escrito, pero tiene una gran influencia en el aula. Es el resultado de ciertas prácticas institucionales que, sin figurar en reglamento alguno, pueden acabar siendo muy efectivas en la adquisición de conocimientos, comportamientos, actitudes y valores. 

El currículum oculto, al no estar escrito, permite que se pueda aprender por las relaciones sociales que se establecen y por las actitudes que se manifiestan tanto como por lo que se dice o se declara en la trasmisión de determinados contenidos, es decir, se aprende más por lo que se hace que por lo que se dice. Por ello las prácticas educativas están imbuidas de un carácter dialéctico y contradictorio en el que están presentes a la vez principios reproductores y transformadores, conservadores y liberadores. En este sentido, como señaló el catedrático de Pedagogía Jurjo Torres: “Las teorías educativas de la producción bordean un peligro importante y es el del hacer un fuerte énfasis en las soluciones que se derivan exclusivamente de procesos profesionales, minusvalorando, aunque sin pretenderlo, acciones políticas que vayan más allá de la escuela o sobrepasen este ámbito profesional concreto”. Esto nos facilita el reinterpretar cuanto en una institución de enseñanza acontece –se enseñe lo que se enseñe- y subrayar las posibilidades de desarrollar prácticas instructivas/educativas emancipadoras, comprometidas con una sociedad más democrática, justa y solidaria.

Solo con el añadido de la buena educación el docente puede desde cualquier instrucción formar personas maduras, singulares, responsables, soberanas y con buen juicio para gobernarse. La “instrucción” se distingue de la “educación” en la medida en que ésta abarca la formación de todo el sujeto, quedando impregnada aquella de unas normas y valores que la completan y la hacen ante los demás más eficaz y eficiente. Por supuesto, la práctica de determinadas actividades profesionales (médicos, profesores, psicólogos…) requieren de un tacto especial para el logro de sus respectivas finalidades. Es decir, de la delicadeza, la discreción, la prudencia y el afecto que muestren: y esto lo da la educación, y no la mera instrucción. A qué punto esto es cierto que el prestigioso cardiólogo Valentí Fuster decía: “En medicina los jóvenes hoy reciben una formación eminentemente técnica, no hay tiempo para formarlos en valores. Y esto creo que es uno de los grandes problemas de la medicina actual porque, como ilustra el ejemplo del placebo, hay una interacción anímica cuya trascendencia no se puede ignorar. Hacer medicina implica darse cuenta de la gran influencia que lo anímico tiene sobre la enfermedad”. 

Toda transmisión cultural y formación profesional lleva en sí mismas experiencias y aperturas con valores más o menos explícitos y, además, la vida misma que se desarrolla en la institución destinada a la instrucción está, quiérase o no, traspasada por requerimientos educativos. La promoción profesional y cultural de la persona va inevitablemente unida a un crecimiento social y ético. “La instrucción debe atender no solo a la inteligencia, sino a la educación del hombre por completo” escribía el fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Rios.

El docente del siglo XXI requiere asimismo desarrollar hábitos intelectuales conscientes e inconscientes que preparen para un escenario en el que casi todo es más complejo, flexible y cambiante, y la capacidad para reconstruir, arriesgar y aprovechar los errores como ocasiones de aprendizaje; sin olvidar el desarrollo armónico de las emociones, la búsqueda de la identidad, el sentido y las actitudes que permitan el compromiso ético y político, la formulación y reformulación sensata y racional de los modos habituales de comportamiento.

Ciertamente, el Estado no es titular de un proyecto educativo integral: la familia tiene un papel primordial en los procesos educativos. Sin embargo, precisamente porque los valores y los principios que guían la convivencia civil y democrática -decididos por la comunidad nacional sobre bases consensuadas- constituyen el horizonte educativo en el que, con coherencia, la comunidad educativa y escolar tiene el deber y la responsabilidad de elaborar un proyecto educativo que asuma, interprete y complete lo que indica la Constitución. De hecho, los procesos de instrucción, en cuanto a contenidos objetivos en los que el Estado tiene competencia específica, deben tomarse, releerse y adaptarse a la población escolar concreta cumpliendo las normas constitucionales y estatutarias que nos hemos dado.

Quiéranlo o no algunos docentes toda transmisión cultural y formación profesional lleva en sí misma experiencias y aperturas de valor y, además, la vida misma que se vive en la institución dedicada a la instrucción está inevitablemente marcada por requerimientos educativos. Educando se instruye y viceversa, instruyendo se educa, y la línea divisoria es difícil de señalar (ni que decir para profesiones donde el trato humano sea inesquivable). La instrucción es obra de acumulación de conocimientos y queda subsumida en la educación que es obra del desenvolvimiento de todo nuestro ser. Una es la parte, la otra es el todo. 

Para decir que un hombre es instruido basta que haya acumulado conocimientos y habilidades; para poder asegurar que está bien educado se necesitan prendas de espíritu y de cuerpo que suponen mucho más: el cuidado, la salud y energías del cuerpo, la agudeza de todos los sentidos, la fidelidad de su memoria, los vuelos de su imaginación, la rectitud de juicio y de conciencia, la corrección del lenguaje, los sentimientos, la empatía, la inteligencia interpersonal e intrapersonal, la asertividad: todo ello pertenece al campo vastísimo de la educación. Gramsci decía: “permitidme obreros que os dé un consejo: cuando hayáis de elegir escuela para vuestros hijos o para vosotros, no deis preferencia a la que exija más libros, más estudios de memoria, más definiciones y recitados papagayescos; dad preferencia a la escuela que eduque”. No sería posible inteligir el proceso educativo sin pensar en una inserción sicial de un lado y, de otro en la construcción subjetiva a partir de las capacidades individuales y psicológicas del educando. La educación unida a la instrucción se constituye en un proceso dinámico en continua articulación entre lo que adapta y lo que innova, a pesar de las dificultades y contradicciones que ese proceso genera. Por ello la educación es una actividad permanentemente inacabada.

Etiquetas
stats