¿Qué es lo que les incordia?
La Ley que torticeramente titulan de concordia sus promotores, Vox y PP, pretende sustituir a otra cuyos principios rectores son “Verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición” y “Valores democráticos de concordia, pluralismo político, defensa de los derechos humanos, cultura de paz e igualdad entre hombres y mujeres”. Así mismo, en su preámbulo, esa ley que se pretende borrar, se refiere a la Constitución española de 1978 como manifestación de la voluntad de encuentro de la ciudadanía española y pretende, en consecuencia, establecer derechos y medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura. El título de esta Ley que tanto parece incordiar es “de memoria democrática y para la convivencia de la Comunitat Valenciana”
Entre los argumentos esgrimidos por los promotores de la “concordia” se habla de “libertad de memoria”, como si los hechos históricos pudieran ser o dejar de ser por la voluntad libérrima de cada individuo, como si fuese imposible ponerse de acuerdo no solo sobre la interpretación de lo sucedido, sino sobre lo acontecido mismo. Se pretende adornar con el lenguaje un golpe de estado llamándolo alzamiento nacional, recuperando así la nomenclatura de los vencedores, o se intenta equiparar la segunda república española con la dictadura del general Franco, como si ambas respondiesen a la misma legitimidad de origen y fuesen igualmente responsables de la discordia entre españoles, que según los promotores nació en 1931.
Se dice también que con la Ley de “concordia” se pretende evitar que una ideología prevalezca sobre otra, pero no se indica en modo alguno a qué ideologías se refieren o qué ideologías contraponen a la ideología que sustentó la dictadura e hizo posible el golpe de estado, porque esta sí es objeto de defensa al afirmar que no hay ideología que pueda prevalecer sobre ella.
Se proclama, entre otras cosas, que la “concordia” consiste en no abrir cuestiones de legitimación de los regímenes que forman todos, sin excepción, nuestra historia patria. Es decir, que tan legítima es una dictadura como una democracia, porque expresar lo contrario molesta o incordia. Y todo esto lo hacen, sin despeinarse, aquellos que entre sus aficiones tienen la denuncia del relativismo moral, como si detrás de cada uno de los regímenes no existiese un sustrato de principios y valores políticos y morales.
La Ley de “concordia” se presenta pues como un monumento al cinismo: habla de libertad de memoria y blanquea una dictadura que llenaba las cárceles de aquellos que osaban ser libres; no distingue entre ideologías para que pensemos que respeta la nuestra, aunque de este modo la insulte, porque no se atreve a defender abiertamente la suya; no cuestiona legitimidades para no reconocer la superioridad moral de la democracia basada en la soberanía popular frente a un golpe de estado, y para tapar tamaña vergüenza se envuelve en la Constitución española del 78 que esta ley mancilla.
A mí me parece, llámenme suspicaz, respondiendo a la pregunta que encabeza este artículo, que lo que les incordia es el reconocimiento de que la guerra civil es la consecuencia de un golpe de estado frustrado, que supuso la victoria de quienes se alineaban con el fascismo, del que el nacionalcatolicismo fue su versión española, y que ellos son los herederos de aquellos que protagonizaron con orgullo tales episodios de la historia de España.
Un orgullo que también han heredado y comparten, que no han podido expresar abiertamente durante mucho tiempo porque contrastaba con la opinión generalizada de unas generaciones que vivieron la guerra, la dictadura y su vis represora, y que veían en la Constitución democrática, en nuestra monarquía parlamentaria, en nuestro Estado social y democrático de derecho la superación de un régimen y una contienda infame.
No, definitivamente, la Ley de “concordia” no es tal. Es un ejercicio de revanchismo frente a los que consideramos la Constitución española como una victoria sobre la dictadura, sus orígenes y sus consecuencias. Un revanchismo de aquellos que hoy presumen de constitucionalistas, pero en su día se mostraron contrarios a la Constitución, que hablan de libertad para enmascarar privilegios, que niegan legitimidades presentes a gobiernos democráticos y se la reconocen a dictaduras pasadas.
La Transición española no sé si fue posible porque la protagonizaron políticos mejores que los actuales, de todo habría y hay, pero tuvo mucho de contrición, también de esperanza y generosidad a pesar del miedo al ruido de sables, al terrorismo y a la violencia de minorías a la extrema izquierda y a la extrema derecha. Quizá por eso se olvidó en parte de la verdad, la justicia y la reparación con las víctimas de la guerra civil y la dictadura.
Defender los valores que la Ley 14/2017, de 10 de noviembre, de memoria democrática y para la convivencia de la Comunitat Valenciana contiene, es defender la Constitución, pero sobre todo es un deber moral.
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