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CV Opinión cintillo

Pautas sencillas para que los abstencionistas voten

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Después de la derrota del Botànic y otros gobiernos progresistas, el desaliento está presente.

Ahora bien, una buena noticia de cara a las elecciones generales es que la (ultra)derecha ha bajado bastante en votos y el bloque progresista ha bajado por la abstención. La parte positiva es que esos abstencionistas se pueden recuperar en buena parte.

Pero decir que viene el «coco» de la (ultra)derecha solo funcionará para los convencidos que seguro que ya saben a quién votar. Ciertas personas intentan utilizar el miedo para que los abstencionistas vayan a votar. En la opinión de expertos en comunicación política y en la mía, no funcionará. Pensamos, equivocadamente, que como que nosotros tenemos miedo que ganen las derechas, la gente reaccionará. La respuesta tajante es que apenas funcionará. Porque el significado que ponemos a «(ultra)derecha» es porque asociamos ciertos significados y emociones a asuntos históricos que conocemos (por ejemplo, las atrocidades del franquismo), pero que la mayoría de la gente desconoce, o bien las conoce y le quedan muy lejos y no le da importancia.

Hay una tendencia muy fuerte entre militantes de izquierda, progresistas y verdes a dar argumentos en términos ideológicos. Y raramente funcionan porque son demasiado racionales, puesto que no tocan ni los valores, ni el sentido, ni las emociones del electorado.

Ya sabemos que a veces se pierden elecciones por pocos votos, así que necesitamos herramientas que ayudan a espigar votos entre los abstencionistas.

Hay una serie de pautas fundamentadas en las ciencias sociales (concretamente en la psicología social y la lingüística) que facilitan que los abstencionistas vuelven a votar. Son formas de influir en el electorado que tienen que ver con el funcionamiento psicológico y no el político. Por eso a alguien le puede rechinar, puesto que no está acostumbrado a este tipo de enfoque. La pregunta es: «Queremos probar nuevas maneras de conseguir votantes o continuamos con las viejas para continuarlos perdiendo?»

He elegido maneras sencillas que se puedan explicar brevemente. En alguna ocasión me han dicho que son manipuladoras. No tienen por qué. La pregunta es: ¿la persona puede elegir? Si la respuesta es que sí, entonces tiene libertad para decidir su opción.

El primer ejemplo. ¿Quieres incrementar un 25 % de las personas abstencionistas que vayan a votar? Explicaré cómo.

Se hizo un experimento de psicología social (¡Sí! de Goldstein, Martin y Cialdini, pág. 71) donde se preguntaba el día anterior a las elecciones si la persona iba a votar y por qué. El 100 % de las personas dijo que sí que irían a votar. La pregunta tenía el propósito de utilizar la sanción social, es decir, aquello que está bien visto hacer socialmente, para movilizar los votantes. Y votar, en general, está bien visto. Y, por otro lado, se preguntaba el porqué con el propósito que la persona argumentara y se autoconvenciera que tenía que ir a votar.

De este modo, estas personas se sentían motivadas a ser coherentes con lo que habían afirmado. Y si quieres reafirmar todavía más el compromiso, puedes decirle al votante: «Te pondré en la lista de los sí y lo diré a mis compañeros.»

Es importante que, cuando hagas la pregunta, sea con tono de interés, curiosidad y afecto. Hay gente que, cuando se lo he explicado, hacía la pregunta de forma que en el fondo se notaba que quería que contestara lo que ella pretendía. Y con ese tono no funcionará. Por lo tanto, hay que cuidar la expresión corporal para que funcione.

El resultado del incremento del 25% de los votantes (respecto al grupo de control) fue independiente de las orientaciones ideológicas de las personas. Así que si sabes que hay personas que tienen simpatías por la izquierda, progresistas o verdes, les puedes hacer la pregunta.

Otra opción para que los abstencionistas voten es preguntar a la persona: «¿Perderás tu voto?»

¿Por qué funciona esta frase? Hay dos elementos. El primero es el sentido de pérdida. El premio Nobel de Economía Richard H. Thaler mostró que la gente suele reaccionar más a la pérdida que a las ganancias cuando la petición se estructura de cierta manera. En este caso, lo que puede perder la persona es el voto.

El segundo elemento es la pregunta. No es el mismo preguntar que afirmar. Preguntar induce la persona a responder.

Un ejemplo histórico. El lema de una huelga general de 2012 era: «Quieren hundir el país». La mayoría de la gente que lee u oye esta frase siente apatía, incluso impotencia. En cambio, cuando se le añade una pregunta y un sujeto, la percepción de la mayoría de la gente es muy diferente: «¿Quieres que hundan el país?» La tendencia es que la persona a quien se pregunta se active. Por lo tanto, incluir la pregunta facilita que la persona sea más probable que responda que sí y vote.

El resumen: la unión del sentido de pérdida con la pregunta incrementa la probabilidad que la persona vaya a votar.

Otra estructura lingüística que se ha comprobado que funciona: algunos votantes rechazan la excesiva polarización de algunos políticos, cuando dicen «Todo lo que hemos hecho es fenomenal y lo que hacen los otros está fatal.» Un patrón que suele funcionar en las campañas políticas es empezar diciendo una cosa positiva del adversario y después ya se pueden criticar sus políticas. Los experimentos que se han hecho (Pre-suasión de Robert Cialdini, pág. 210) indican que el candidato gana fiabilidad del público y en intención de voto.

Esta táctica puede resultar especialmente útil. Es importante que lo que se afirma de apreciable del adversario sea sincero. Por ejemplo, yo reconozco que la decisión del anterior gobierno de la Generalitat del PP de construir el hospital de la Fe de València con habitaciones individuales (en lugar de hacerlas compartidas) para los enfermos fue una idea acertada por la comodidad e intimidad que disfrutan los pacientes. Y después, ya podemos criticar todo lo que quieren hacer, por ejemplo la reprivatización del hospital de Dénia y todo lo que se quiera.

Hay maneras de recuperar el voto de abstencionistas y son más complejas. Por eso he elegido estas por qué son más fáciles de utilizar.

Ya sé que es un enfoque inusual, pero ayuda a conseguir que los abstencionistas voten. Es lo que buscamos, ¿no?

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