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Yo sobreviví a un tripartito

Miguel Ángel Martín

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Justo lo que dice el titulo; la pena es que el único que no sobrevivió fue el propio Tripartito. También es verdad que casi a siete años del final de aquella experiencia de gobierno municipal en Sagunto, algunos siguen viviendo de aquella aventura. Y precisamente su existencia es la que reafirma mis convicciones, y de alguna manera me obliga a escribir este artículo. No digo nada nuevo, si afirmo que la política de partidos, tal y como la conocemos está muerta, finiquitada, al menos para la mayoría de la izquierda social. El problema es que los partidos no lo saben, convirtiendo el escenario político en una especie de episodio de Walking Dead, donde muchos “políticos profesionales” caminan sin rumbo con el horizonte político difuso y lejano. La izquierda social no necesita un modelo de partido del siglo XIX, no me pregunten cómo debe ser este modelo en el siglo XXI, pero desde luego no es el que conocemos. Para los que concebimos la política como una vocación de servicio público con fecha de caducidad, (que se tiene o no se tiene), y no como una carrera profesional en la que el Parlamento Europeo es un “puente de plata” y el Senado un “retiro dorado” compatible con la jubilación, la encuesta que la pasada semana avanzaba la Cadena Ser de Valencia, sobre el futuro político en nuestra comunidad, obliga a poner por escrito algunas reflexiones que quizás puedan ayudar a algunos; o quizás no. Seguramente no, enfrascados como están, los diferentes partidos políticos en una especie de subidon primaveral adolescente.

A muchos nos gustaría que una hipotética gestión de la Generalitat Valenciana por parte de la izquierda, fuese una positiva y agradable “excepción valenciana”. Repetir errores, es un lujo que partidos como PSPV-PSOE, Compromís o EU-IU, no se pueden permitir. Y curiosamente es algo con lo que el PP cuenta. Es posible que incluso un “tripartito”, en su peor versión, no aguante ni tres años. Algo que los estrategas del PP ya tendrán en cuenta en sus cálculos para terminar de amortizar a Alberto Fabra, “jubilar” a Rita Barbera y hacer Presidente del Valencia CF a Alfonso Rus (parece que finalmente con capital ruso; vuelve el oro de Mosco). Es incluso posible que se postule algún “Mirlo Senior” que entre su curriculum tenga el haber detonado la voladura de algún otro “tripartido”, y no estar salpicado por casos de corrupción.

Son muchas las amenazas a las que se enfrentará un posible gobierno a tres, la primera y quizás la más delicada serán los Medios de Comunicación. Tal y como recogen los profesores de Sociología Juan Jose Gonzalez y Fermín Bouza en su ensayo “Las razones del voto en la España democrática 1977-2008”, editado por La Catarata en 2009, algunos medios no se conforman con ser altavoz de los partidos políticos afines, sino que intentan imponerles su propia agenda. Quizás de estos, los afines sean los más “peligrosos”, al fin y al cabo el TDT Party ya sabemos lo que juega. Los “amigos” no cesarán en dar consejos a los cabezas visibles de ese gobierno; la intensidad de su “consulting” será proporcional con el numero de votos y el gasto publicitario. Serán los primeros en pronunciar frases como: “tenéis un problema de comunicación”, “vosotros sois la clave en esta jaula de grillos”, “esta comunidad necesita estabilidad y solo se la podéis dar vosotros o el……PP”, “aprovechar ahora para laminar o desactivar el apoyo electoral de estos…”. Para los menos inteligentes, estos cantos de sirena terminaran convirtiéndose en la “Agenda Oculta” de su gestión de gobierno.

Otra de las amenazas, y que hasta la fecha ha terminado casi con más liderazgos políticos, es la relación entre la política y los lobbys empresariales valencianos. Es posible que oscuros intereses se disfracen de buenas intenciones para echar una mano a los gestores públicos desde el “desinterés…”. Y siempre pensando en el bien común. Lo cierto es que en muchos casos se convierten en verdaderas puertas giratorias entre lo público y lo privado. Hoy por hoy la Generalitat Valenciana es punta de lanza en eso que se ha denominado “Capitalismo de amíguetes”, por lo que son muchos los intereses que se juegan en un cambio de gobierno. Sobre todo si este cambio pretende romper con ese sistema tramposo hecho a la medida de “los coleguitas”.

Otra reto ante el que estar prevenidos, se encontraría en ese contexto económico-administrativo que podría condicionar las oportunidades de cambio, si no se va preparado para vencer esas resistencias. Por un lado tenemos un Gobierno de la Generalitat “de facto” intervenido por el Ministerio de Hacienda. No olvidemos que el PP de Zaplana, Camps y Fabra han llevado a la ruina a esta comunidad. Sin embargo al otro lado del teléfono, en Madrid, tendrán a Montoro. Personaje capaz de las decisiones más arbitrarias por un puñado de votos. Además de este condicionante, no hay que olvidar que casi treinta años de gobiernos del PP dejan un aparato administrativo acostumbrando al estilo del PP, por ello es necesario estar preparados de una forma muy segura y respetuosa con la legalidad ante argumentos de inviabilidad jurídico-administrativa. No estar listos para estas contingencias puede hacer perder mucho tiempo, tiempo que los más de 500.000 desempleados, las personas afectadas por los 20.000 desahucios; el 25% de los menores en riesgo de pobreza, los dependientes… etc… NO tienen.

El esperado nuevo gobierno de la Generalitat, no solo deberá solventar todas esas amenazas externas. Al contrario de lo que pueda parecer, muchos peligros vendrán desde el interior de las “cocinas” de los diferentes partidos políticos. De los primeros a solventar, la convivencia de las diferentes formas de ver el gobierno. Y sobre todo el afán por visualizarse, que si no se articula, les hará cometer muchos errores. Partidos como el PSPV, si no logra la mayoría, estará dispuesto a darlo todo por tener la presidencia de la GV. A partir de ahí, su objetivo será perpetuarse, y si es posible sin necesidad de socios. Esta visión, hundirá la posibilidad de cambio y será definitiva para el retorno del PP. Respecto al resto de los posibles socios de gobierno, es posible que en Compromís se desaten los “idus de marzo” entre Bloc e Iniciativa entorno a las listas electorales. Pasadas malas prácticas en la coalición electoral de 2007, les pueden pasar factura ocho años después. En cuanto a EU, su principal enemigo es ella misma. Sus posibles votantes o simpatizantes, que comulgarían con su programa, no soportan las imposturas, y esta formación acumula demasiadas.

La izquierda sociológica, o los desencantados que buscan un cambio hay muchas cosas que les gustaría que cambiasen. Para empezar que desaparecieran los apparatchiks, o funcionarios del partido, la izquierda no necesita gente que haga carrera profesional en la política, el PP sí, necesita delegados del poder económico que controlen la política, por eso mantiene legiones de asesores. Los maximalismos, la gente no desea un sesudo programa de gobierno de 500 páginas, la ciudadanía desea que la izquierda política sea capaz de ponerse de acuerdo sobre diez o quince puntos cuestiones vitales para transformar esta enferma sociedad y que mejoren las condiciones de vida de la mayoría en el plazo mas breve. Queremos liderazgos, no personalismos. Y por supuesto sería intolerable que ese gobierno se convirtiera en un “Pacto del Pollo 2” troceado en tres partes. Los partidos que formasen ese gobierno deberían de suplir su inexperiencia de gestión con una gran dosis de generosidad, que sea capaz en todo momento de poner el interés general y el bien común, por encima de cualquier interés personalista o de partido.

Pero todo no son malas noticias, tras décadas de PP, desde la ciudadanía se reclaman cambios a cargo de nuevos equipos. Gente fresca que haga creíble las propuestas de cambio; que tenga la gallardía y el valor de impulsar una verdadera transformación social, que lo hagan desde abajo. Y sobre las que no recaiga cada semana la sospecha de la corrupción. Si la izquierda política es capaz de iniciar este viaje, habrá esperanza, habrá futuro. Lo contrario es lo que hay. ¿Podemos permitírnoslo?

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