Los testigos secundarios acorralan a Zaplana y declaran que el barco y la casa a nombre de su testaferro eran suyos
En los largos y complejos juicios por causas de corrupción los testigos secundarios, sin nombres de relumbre, no suelen acaparar titulares pero frecuentemente aportan valiosas claves sobre los hechos. Este martes declararon en el juicio contra Eduardo Zaplana un conserje, un chófer que en realidad era taxista y también entregaba sobres, un capitán de yate que asimismo era conductor del exministro popular, dos trabajadores del sector inmobiliario, una administrativa del puerto deportivo de Altea, un empresario que se cruzó con la trama intentando recuperar un dinero de Andorra y hasta un conocido periodista radiofónico, el único con un perfil público. La declaración de todos los testigos, solicitada por la Fiscalía Anticorrupción, refuerza en mayor o menor medida la tesis de la acusación pública, según la cual los bienes adquiridos por la presunta trama con mordidas provenientes del extranjero (viviendas o barcos) eran en realidad propiedad de Zaplana, aunque figuraban a nombre de su testaferro confeso.
Fue el caso de la declaración del conserje de la vivienda de la calle de Núñez de Balboa de Madrid, en el barrio de Salamanca, adquirida a nombre del testaferro confeso de Eduardo Zaplana, su amigo de la infancia Joaquín Barceló 'Pachano'. José Luis P. fue portero de fin de semana del señero inmueble hasta que se jubiló recientemente. El hombre, de talante serio, detalló la “lista de propietarios” que manejaban los conserjes: en el segundo B figuraba el nombre de la empresa Costera del Glorio (del testaferro confeso) y “junto a ese nombre figuraba solamente el apellido Zaplana”. El conserje aclaró que el piso estuvo “años cerrado” y que nunca vio entrar a nadie a la vivienda.
Alberto I., socio de la empresa inmobiliaria que vendió la vivienda, reconoció que la persona de contacto era Francisco Grau, asesor fiscal de Zaplana también acusado en la causa. El inmueble fue adquirido con 100.000 euros en metálico. “El 'cash' era un medio habitual en la gran mayoría de las operaciones inmobiliarias de entonces, no recuerdo ninguna operación en la que no hubiese dinero en metálico”, explicó el testigo.
Por su parte, Ana María P., trabajadora de la agencia inmobiliaria, hizo una visita a la vivienda de la calle de Núñez de Balboa con el exministro del PP. “Me acuerdo que se la enseño al señor Zaplana, hago una visita personalmente con él, acompañado por una mujer, y mostró cierto interés”, declaró la testigo. La UCO logró acreditar que Zaplana eligió hasta los muebles de la vivienda a nombre de su testaferro confeso. En el registro policial aparecieron cajas de ropa de la acusada Elvira Suances, exdiputada autonómica zaplanista y amiga íntima del expresidente de la Generalitat Valenciana.
El periodista Luis Herrero, quien se definió como “buen amigo” de Zaplana, confirmó que el exministro popular estaba muy interesado en una de las viviendas que el fallecido empresario Luis García-Cerecera levantó en una urbanización de lujo en Somosaguas. Herrero, una de las voces más conocida de la derecha radiofónica, era consejero independiente de una de las firmas del empresario y le presentó a Zaplana, con quien hizo buenas migas. De hecho, con cierta frecuencia Zaplana comía en el restaurante de cabecera del empresario (donde se alimentaba prácticamente “todos los días”) y mantenían una suerte de tertulia.
Eduardo Zaplana acudió con el periodista y con su testaferro confeso a ver uno de los “pisos piloto” del constructor. “La casa era imposible que no nos gustara, era una maravilla”, afirmó Luis Herrero. “Un casoplón estupendo”, según apostilló. Pachano le comentó: “Si yo pudiera, no solo me compraba una, me compraba varias”. “Llegué a la conclusión absolutamente intuitiva de que [Zaplana] no la compró, si la hubiera comprado lo hubiera dicho”, agregó. Sin embargo, el inmueble fue adquirido por Pachano. “Quiero pensar que me lo hubiera contado pero tampoco descarto que se la hubiera comprado y no me lo hubiera dicho”, concluyó el periodista. Tiempo después su papel de consejero independiente de la firma de García-Cerecera se acabó. “Me nombraron eurodiputado y dejé de ser consejero”, relató.
Por otro lado, en la sesión de este martes declaró también Felipe S., capitán de yate y patrón de pesca de arrastre. El hombre fue contratado por Zaplana como patrón del barco Lois y como chófer personal. El hombre confirmó que, pese a que la embarcación fue adquirida por varios de los acusados, el que lo usaba era el exministro del PP. El testigo explicó que Zaplana usaba el barco básicamente en verano con su familia.
Magdalena F., una administrativa del puerto deportivo de Altea, relató que cuando el barco a nombre de la empresa Promivola, del acusado Carlos Gutiérrez, fue incautado por un banco a consecuencia de las deudas —“para nosotros, lo robaron”, afirmó—, la persona con la que contactó para alertar de la situación fue la secretaria de Zaplana. “Era la persona que teníamos puesta nosotros en el programa como contacto”, dijo la mujer.
Eduardo Zaplana, además de su chófer en Telefónica, empresa de la que fue directivo hasta su detención en 2018, tenía contratado a un tercer conductor, el taxista Francisco Javier G. Éste último transportaba al expresidente de la Generalitat Valenciana en su Audi Q7.
En una de las conversaciones telefónicas intervenidas por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, el testaferro confeso de Zaplana le ordenaba al conductor que llevara un sobre a la gasolinera de Francisco Pérez López, más conocido como 'Paco Gasofa' y también acusado en la causa.
El testigo aseguró que llevó, a todo de mensajero, “sobres” que le entregaba el exministro o su secretaria, aunque dijo desconocer qué contenían y no supo decir cuántos fueron aproximadamente. También reconoció que incluía los pagos en metálico de Zaplana como si fueran del taxi que conducía entre semana. “Lo que ganaba lo metía en lo del autónomo, en lo de las ganancias del taxi”, aclaró.
La compensación de cuentas, una “práctica muy habitual” en Andorra
Además, también declaró Enrique R. P., trabajador del Grupo Levantina y apoderado de dos empresas panameñas con cuentas en Andorra. El hombre explicó que “unos angolanos” proveedores de materias primas de la empresa necesitaban comprar maquinaria en España, por lo que abrieron una cuenta en Andorra ante las dificultades que se les planteaban en la Península. Así, se transfirieron 540.000 euros de una de las empresas de la trama del 'caso Erial' a las dos sociedades panameñas de las que era apoderado.
El testigo dijo que todo fue ideado por Francisco Grau y que la compensación de cuentas era una “práctica muy habitual” de la banca andorrana. Cuando su nombre salió publicado en la prensa, llamó a Grau para preguntarle “esto qué coño es” y si el cliente con el que había hecho la compensación era “serio”. El asesor fiscal le dijo que sí, que se trataba de Joaquín Barceló 'Pachano'.
Otro testigo secundario describió las operaciones de compensación típicas de la Banca Privada d'Andorra (BPA), intervenida por blanqueo de capitales del crimen organizado. Manuel S. R., antiguo abogado ahora dedicado a una “empresa familiar”, mantenía una cuenta en la BPA abierta por su difunto padre. Sin embargo, una “inversión desastrosa” en el contexto de una “historia un poco rocambolesca” y con un gestor que “embaucó” a la familia terminó con su banco andorrano ofreciéndoles recuperar el dinero (120.000 euros) haciendo “extracciones en efectivo” y una transferencia a “un tal Joaquín”.
El hombre, muy apurado por la situación, no conocía ni a Zaplana ni a Joaquín Barceló 'Pachano'. “Me he desayunado con este tema de rebote”, lamentó.
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