Los cuatro trucos para conservar el jamón ya empezado y que no se seque con el tiempo
Cuando un jamón se empieza a consumir, su conservación deja de ser un asunto secundario y pasa a formar parte del día a día. Lo que hasta ese momento había estado protegido por su corteza y por un proceso de curación prolongado queda expuesto al aire, a la luz y a las condiciones ambientales del hogar. A partir del primer corte, el modo en que se trate la pieza influirá directamente en su evolución, tanto en textura como en sabor.
En muchos hogares, el desconocimiento sobre cómo conservar correctamente un jamón ya empezado provoca que la carne se reseque antes de tiempo o que pierda parte de sus cualidades originales. Existen, sin embargo, prácticas sencillas y contrastadas que permiten mantener la pieza en buen estado durante semanas. Estas recomendaciones no buscan detener por completo el proceso natural de secado, sino controlarlo para que el consumo sea gradual y la calidad se mantenga estable el mayor tiempo posible.
Cubrir la superficie expuesta con grasa blanca del propio jamón
Uno de los métodos más utilizados para proteger un jamón tras el corte consiste en aprovechar la grasa blanca que se extrae durante el propio proceso de cortado. Esta grasa, situada en las capas internas de la pieza, actúa como una barrera natural frente al aire cuando se coloca sobre la superficie expuesta. Su función principal es reducir la pérdida de humedad y limitar la oxidación de la carne.
Aplicar esta protección tras cada sesión de corte ayuda a que la zona descubierta no quede directamente en contacto con el oxígeno. De este modo, se ralentiza el endurecimiento progresivo del tejido y se mantiene una textura más flexible. Es importante que la grasa utilizada esté limpia y tenga un aspecto claro, ya que la grasa exterior, más oscura, suele estar más expuesta a la oxidación y no ofrece las mismas garantías.
Cubrir el jamón con un paño de algodón
Una vez protegida la superficie con grasa, el siguiente paso es cubrir el jamón de manera que quede resguardado del polvo y de la luz, sin impedir que transpire. Para este fin, el uso de un paño de algodón limpio es una de las opciones más extendidas. Este material permite el paso del aire de forma controlada y evita la acumulación de humedad en la superficie.
El paño debe colocarse de manera holgada, sin presionar la zona del corte. Su función no es sellar el jamón, sino crear una protección ligera que reduzca la exposición directa al entorno. Los tejidos sintéticos o impermeables no resultan adecuados para este uso prolongado, ya que pueden generar condensación y favorecer alteraciones no deseadas.
Mantenerlo en un jamonero en un lugar fresco y fuera de la luz solar directa
La ubicación del jamón dentro del hogar es un factor determinante para su conservación. Mantener la pieza en un jamonero, que permita una posición firme y adecuada, contribuye a un corte uniforme y facilita la protección de la superficie expuesta tras cada uso. Además, evita movimientos innecesarios que podrían afectar a la integridad del jamón.
El entorno debe ser fresco, con una temperatura moderada entre los 15 y 20 grados. Los cambios bruscos de temperatura aceleran la pérdida de humedad y pueden alterar la grasa, afectando a la textura del producto. Espacios cercanos a fuentes de calor, como el área de cocción o los radiadores, no son recomendables para ubicar el jamonero.
La luz solar directa también debe evitarse. Una exposición prolongada puede favorecer procesos de oxidación que influyen en el color y en el aroma del jamón. Por ello, se aconseja situarlo en una zona interior, alejada de ventanas y con una iluminación suave, que permita un consumo cómodo sin comprometer la conservación.
Envasarlo al vacío
Para quienes prefieren una gestión diferente del consumo, el envasado al vacío es una alternativa válida, especialmente cuando el jamón se corta en lonchas y se desea conservar durante más tiempo. Este sistema elimina el aire del envase, reduciendo de forma significativa la oxidación y la deshidratación de la carne.
Una vez envasado, el jamón debe conservarse en refrigeración. En estas condiciones, las lonchas mantienen mejor su textura y su sabor que si permanecieran expuestas al aire. Es importante tener en cuenta que, antes de su consumo, conviene dejar el producto a temperatura ambiente durante un tiempo para que recupere parte de su aroma y suavidad.
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