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Leche y mascotas: ¿es realmente malo que gatos y perros la tomen o es un mito?

Foto: Szcstms

Eva San Martín

Si a tu gato le gusta relamer la leche de tus cereales, no es el único. Pero seguramente resulte mejor idea darle una sardina o un trozo de pollo cocido en lugar de esa bebida indigesta. Lo mismo sucede con tu perro, por mucho que este aproveche la mínima oportunidad para soltarle un lengüetazo a tu yogur o para robarte un trozo de queso. Desmontamos el mito: la leche no es un alimento ideal ni para los gatos ni para los perros.

La imagen idílica de un gato feliz que relame un cuenco de leche tiene trampa. Tanto los mininos como sus compañeros perrunos adoran la nata, un alimento que valoran debido a su alto contenido en grasa. Por eso, se sienten atraídos de forma natural hacia la leche de vaca recién ordeñada, en especial si ha reposado unos minutos y la nata ha ascendido a la superficie del plato.

Sin embargo, la leche que compramos en el mercado contiene, en comparación, una cantidad de grasa relativamente pequeña. Y si bien algunos gatos y perros siguen encontrando atractivo su sabor, muchos no son capaces de digerirla bien. Es más: la leche les causa problemas. Estos contratiempos se pueden resumir en dos categorías: intolerancia gastrointestinal y obesidad.

Mito: la leche es un alimento ideal para gatos y perros

Resulta que la leche contiene de forma natural lactosa: el hidrato de carbono o azúcar responsable de su característico dulzor. Pero para que el cuerpo la aproveche, la lactosa tiene que ser descompuesta en trozos más pequeños por la lactasa, una enzima digestiva que la mayoría de mamíferos produce en pequeñas cantidades.

La ruptura de las moléculas de lactosa proporciona energía cuando eres un cachorro, ya que tu cuerpo fabrica la cantidad de lactasa suficiente para descomponer este azúcar. Por eso, los gatitos necesitan beber leche de sus mamás gatas y los perritos de sus mamás perrunas. Pero cada cachorro necesita leche materna de su propia especie: la leche de vaca resulta estupenda si eres una ternera, pero no si eres un gato o un perro pequeño.

La cosa cambia a medida que gatos y perros crecen, ya que sus cuerpos suelen reducir de forma natural la producción de lactasa -la enzima- necesaria para descomponer y digerir el azúcar de la leche. Es decir, muchos perros y felinos adultos se vuelven intolerantes a la lactosa. Esto no significa que la leche o los productos lácteos sean tóxicos para ellos, porque no lo son.

Pero sí producen efectos secundarios muy fastidiosos. Puesto que la lactosa es un hidrato de carbono, esta molécula no digerida hace que el cuerpo reaccione introduciendo agua en el intestino, lo que se traduce en diarrea. Otra parte de este azúcar no digerido fermenta en los intestinos, causando gases y malestar general. Y un gato con diarrea o un perro que no para de vomitar es un animal infeliz.

Problema de peso peludo

El otro gran contratiempo de que gatos y perros tomen leche de forma regular reside en que este alimento resulta alto en calorías. Así, una taza de 200 mililitros de leche entera contiene unas 136 calorías136 calorías: demasiadas, teniendo en cuenta que este alimento no aporta grandes beneficios nutricionales ni a los perros ni a los gatos adultos, y que el sobrepeso o la obesidad ya afectan a la mitad de los animales caseros.

Puesto que un felino medio debe ingerir entre 180 y 200 calorías diariasentre 180 y 200 calorías diarias y un perro pequeño de unos 4,5 kilos, entre 200 y 275 calorías -mientras que otro de 9 kilos necesitará entre 325 y 400- , y el consejo general es que los premios complementarios a su dieta -entre los que se incluye la leche- no superen el 10% de la ingesta calórica, esta bebida debería ser considerada en todo caso (si tu amigo no es intolerante a la lactosa) como un alimento ocasional.

Leche como premio ronroneante

Pero hay perros y perros, y hay gatos y gatos. Así, existen mininos no intolerantes que se beben un cuenco entero de leche sin torcer los bigotes -y sin ningún problema-, mientras que otros se ponen malos con tan solo comer un trocito de queso cheddar. Si tu compañero de cuatro patas disfruta de la leche sin sufrir ningún efecto secundario, esta bebida puede constituir un premio saludable y sabroso. Pero ofrécele una pequeña cantidad: una cucharada o dos.

Y si adora la leche, pero le sienta mal, puedes probar con una bebida sin lactosa. Por descontado, recuerda consultar con tu veterinario para asegurarte de que tu perro o gato está siguiendo una dieta equilibrada y completa. Mejor aún: prepárale unos trozos de pollo o pescado cocido sin hueso ni espinas como premio. Seguro que tu compañero peludo se relamerá los morros.

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